«No habría podido conciliar mi trabajo y las obligacionesdel matrimonio»
La primera mujer titulada en la Escuela de Cine asegura que «un rodaje es una mezcla de sufrimiento y grandes momentos que lo justifican todo»
césar coca
Domingo, 27 de octubre 2019, 09:41
La infancia de Josefina Molina parece haber sido escrita por Antonio Machado: sus primeros recuerdos son de un patio cordobés en el que había un pozo y un limonero. La calle se llama ahora Gutiérrez de los Ríos y está a un paso de la plaza de la Corredera. «Las casas tenían entonces patios con limoneros, y desde pequeña me llamaba mucho la atención el nuestro». Sentada en un sillón de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, la primer mujer que obtuvo en España el título de directora de cine explica que aquel árbol extendía sus hojas hasta entrar prácticamente en la cocina de su casa. Cuenta también que, a los cuatro años, los Reyes Magos le trajeron un muñeco. Una mañana bajó al patio y lo metió en el cubo del pozo. «Lo bañé, como hacían conmigo cada día. Pero el muñeco era de cartón piedra y se deshizo. Fue un drama». Casi una escena del Neorrealismo, que se convertiría en la escuela cinematográfica que más influyó en ella en sus años estudiantiles.
–Su padre les regaló a su hermano y a usted un pequeño proyector para ver películas infantiles. ¿Nació ahí su vocación por el cine?
–Sí, aunque creo que no fui consciente de la importancia del cine como forma de comunicación hasta que tuve más o menos quince años, cuando vi 'El río', de Jean Renoir.
–¿Cuántas veces la ha visto desde entonces?
–Diez. Luego ya hubo otras películas que me influyeron, no solo esa.
–En esos años también quería escribir y Pérez Galdós era su escritor preferido. ¿Por qué?
–Mi padre me regaló 'Trafalgar', que es la primera novela de la primera serie de 'Episodios nacionales'. Tenía entonces 13 años. Cuando la terminé, mi padre me fue comprando el resto de la serie y luego todas las series siguientes. Galdós es un gran maestro de la literatura y de la vida. Con él aprendí mucho sobre la Historia de mi país y sobre los seres humanos.
–Antes de irse a Madrid a estudiar promueve grupos teatrales, hace un programa de radio, monta en el teatro 'Casa de muñecas' y aunque tiene poco éxito no se desanima... No habría muchas jóvenes en Córdoba con esa actividad...
–Había pocas, en efecto. En el teatro de ensayo Medea había actrices y en la ciudad había mujeres interesadas por el teatro, pero no por la dirección precisamente.
Su trayectoria
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Nació en Córdoba el 14 de noviembre de 1936
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Formación. Comenzó en Ciencias Políticas, pero lo dejó para matricularse en la Escuela de Cine. Fue la primera mujer que se tituló como directora.
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Carrera. Trabajó en TVE dirigiendo para espacios como 'Estudio 1' y 'Teatro de siempre'. En cine, ha hecho 'Vera, un cuento cruel', 'Función de noche', 'Esquilache', 'Lo más natural' y 'La Lola se va a los puertos'. También ha publicado varias novelas ('Cuestión de azar', 'En el umbral de la hoguera', 'Los papeles de Bécquer') y una autobiografía: 'Sentada en un rincón'. Fue una de las fundadoras de CIMA (Asociación de Mujeres cineastas y de medios audiovisuales) y es presidenta de honor. También miembro de la Real Academia de Bellas Artes.
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Premios. Ha recibido el Goya de Honor y dos premios de la Academia de TV de España.
–En el cineclub de Acción Católica de su ciudad se encuentra con Castilla del Pino, Duarte y un puñado de jóvenes talentosos. ¿Qué había allí para esa coincidencia?
–El cineclub 'Senda' fue el primero que hubo en Córdoba, así que todos los interesados por el cine estábamos allí. Luego se creó otro, el del Circulo de la Amistad. El momento propiciaba que en los coloquios tras las proyecciones se hablara de la situación política del país desde un punto de vista crítico.
–¿Se sintió vigilada en algún momento? Porque cabe suponer que habría algún policía en aquellas reuniones de cinéfilos.
–Seguro. Yo no tuve problemas, pero puede que el director del cineclub sí los tuviera. Yo era una joven de clase media aficionada al cine y no parecía peligrosa. Se suponía que en cuanto me saliera un novio y me casara cambiarían las cosas.
–Pese a sus aficiones, tanto literarias como escénicas, llega a Madrid y se matricula en Ciencias Políticas. ¿Por qué?
–Pensaba que iba a serme de utilidad para la Escuela Oficial de Cinematografía, que era lo que quería hacer. Solo estuve matriculada un año y fue un compás de espera hasta que pude ingresar en ella.
«Cuando hicimos, 'La metamorfosis' llevaba cada día la cucaracha al estudio en una cajita»
–¿Quiénes eran sus cineastas favoritos en esos años?
–Los maestros del cine americano y los italianos del Neorrealismo. Luego ya se sumaron los franceses de la 'Nouvelle vague'.
–¿Llegó a conocer personalmente a alguno de ellos?
–No. Solo coincidí con Truffaut una vez en el festival de San Sebastián.
–Además de estudiar Políticas, también fue enfermera de las Damas de la Cruz Roja. ¿Qué le aportó aquello para el cine?
–No era más que otro compás de espera. Y me sirvió para darme cuenta de que no tenía capacidad para la enfermería.
–Se incorporó a la Escuela de Cine tras un error en las admisiones. Inicialmente le dijeron que no la habían admitido. ¿Qué habría sucedido si efectivamente se queda fuera?
–Lo habría vuelto a intentar. De hecho, ya estaba pensando que tendría que repetir el ingreso.
–Fue la primera mujer que obtuvo el título de directora en la escuela. ¿Qué supuso para usted?
– Para entonces ya trabajaba en TVE, de manera que solo alcanzaba un grado más que me permitiría trabajar en lo que me gustaba.
«He hecho en el cine lo que he querido, dentro de lo que he podido»
–¿Cómo es ahora su día a día?
–Me suelo levantar pronto, entre las siete y las ocho. Escucho la radio, desayuno, salgo a caminar una hora todos los días, hago pilates lunes y miércoles, escribo, los lunes por la tarde vengo a la sesión plenaria de la Real Academia de Bellas Artes... Estoy al tanto de lo que ocurre en la asociación de mujeres cineastas y de medios audiovisuales CIMA, a la que pertenezco. Y algo que me gusta mucho: estar con mis amigos y mi familia.
–¿Asiste a estrenos de cine?
–No, a los estrenos, no.
–Pero ve cine.
–Sí, claro. Lo veo en el cine y sobre todo en TV. También veo series. Algunas se me escapan porque hay que estar en muchas plataformas y porque si pretendiera ver todas las que merecen la pena no haría otra cosa en todo el día.
–¿Le gustan las series actuales?
–Desde el punto de vista del lenguaje y la técnica, ha habido un gran avance. Hoy las posibilidades técnicas son casi infinitas y además el espectador ha aprendido los códigos narrativos, lo que permite contar más cosas en menos tiempo.
–¿Volvería a trabajar si le ofrecieran un buen proyecto? Porque sus últimas filmaciones son ya de hace más de veinte años.
–Creo que no. Lo dejé porque cambiaron los sistemas de producción, y también por la edad. He hecho siempre el cine que he querido, dentro de lo que he podido... Pero el oficio de director es muy duro y con el tiempo pierdes reflejos y fuerza física. Cuando hice 'Teresa de Jesús', Mario Camus me dijo que para rodar una serie lo importante es la salud. Es cierto. La vida son etapas y cada una tiene lo suyo, y su encanto.
–¿Cómo le gustaría ser recordada?
–Quizá por haber hecho algo que haya sido útil para los demás. La expresión artística es también una terapia porque con ella sueltas tus problemas.
–¿Tenía relación con las otras mujeres que estudiaban en la Escuela de Cine?
–Estaban Cecilia Bartolomé, que se tituló en Dirección poco después, y Pilar Miró, que estudiaba Guion. Antes de nosotras había habido dos mujeres en la especialidad de Dirección, pero lo dejaron. Nosotras fuimos las tres que seguimos hasta conseguir el título.
–Carlos Saura la suspendió y tuvo que repetir primer curso por ello. ¿Se lo ha recordado alguna vez?
–No (sonríe). Nunca lo hemos hablado. Siempre nos hemos llevado bien. Seguro que pensó que no estaba preparada. Saura era muy riguroso y lo respeto mucho por eso. Veníamos de la literatura y el paso a la imagen era lo que nos obligaban a hacer en la escuela. Es curioso que ahora sucede lo contrario con muchos escritores: se fijan más en las películas que en la vida.
Otra vida
Ha contado ella misma en 'Sentada en un rincón' que a los veintipocos años tuvo un proyecto matrimonial que fracasó. Lo explica sin alterar la voz ni el gesto en la estancia contigua al salón de plenos de la Real Academia, al que acude cada lunes por la tarde en calidad de académica de número. Aquella desavenencia aparece ya con los rasgos desdibujados por efecto del tiempo, pero está convencida de que marcó el devenir de su carrera.
–Antes hablaba de que se esperaba de usted, como de cualquier joven de su tiempo, que se casara y se convirtiera en madre y ama de casa. ¿Habría podido ser todo eso y además directora de cine?
–Creo que no. No estaba capacitada para tanto. Una mujer era entonces muy dependiente. De su padre primero, de su marido luego. Para todo. Y el cine daba un poco de reparo, era un mundo distinto. No habría podido conciliar mi trabajo con las obligaciones del matrimonio.
–¿Más o menos bohemio que el teatro, con sus giras continuas y sus horarios imposibles?
–Igual de bohemio. También los rodajes obligan a viajar y tienen malos horarios.
«En una novela puedes reposar el trabajo;en un rodaje siempre hay alguien con un reloj»
–Empezó a trabajar en TVE y fue ayudante de Claudio Guerín, que era amigo suyo.
– Y compañero de la Escuela de Cine. Ya había sido su ayudante en su práctica fin de carrera. Y luego fui su ayudante en la Segunda Cadena cuando hizo la adaptación para TV del 'Ricardo III' de Shakespeare para 'Teatro de siempre'.
–¿La televisión entonces era como un sucedáneo del cine?
–Claudio y yo pensábamos que, en un país tan deficitario culturalmente, se podían hacer cosas importantes en la Segunda Cadena aprovechando que su director, Salvador Pons, estaba interesado en la Cultura. Esa era la consigna a los programadores. Siempre he comentado que trabajábamos con los mejores guionistas: Shakespeare, Cervantes, Chéjov, Ibsen, Miller...
–¿Qué recuerdo tiene de su primer día de rodaje ya como directora? Porque además Guerín acababa de morir...
–Acababa de matarse al caer por accidente de la torre de la iglesia de Noya mientras rodaba 'La campana del infierno'. Al día siguiente del entierro, yo empezaba el rodaje de mi primera película. Aún no sé cómo pude. No solo había perdido a un amigo muy querido, la responsabilidad me abrumaba. No era un ejercicio de la escuela, era la profesión y me jugaba un resultado del que dependía que siguiera trabajando en ella o no volviera a hacerlo.
–Para TV adaptó 'La metamorfosis', una novela corta que podría parecer imposible de poner en imágenes. ¿Cómo fue?
–Se le ocurrió a Antonio Abellán, que era jefe de programas dramáticos. Nadie se atrevía a hacerlo, me lo propuso y acepté. Kafka es muy difícil, y en la obra, como en otras, dábamos mensajes que en aquel momento tenían su importancia; empleábamos la metáfora para criticar la situación política.
–Los efectos especiales eran entonces muy modestos. Usaron una cucaracha de verdad.
–Yo la tenía en casa y la llevaba cada día al estudio en una cajita. Jaime Queralt, uno de los decoradores más importantes de TV en ese momento, la midió e hizo un pequeño escenario a escala. Luego había que pillarla desprevenida para poder rodar.
«En 'Estudio 1' queríamos dar a un público amplio obras que de otra forma no conocerían»
–Parece que Carmen Polo hizo un comentario negativo sobre algo que había rodado y fue usted 'condenada' a la Segunda Cadena. ¿Qué sucedió?
–Nunca lo supe con certeza. Al parecer, se debió a una adaptación de un texto de Saroyan donde se pelaba al rape a un personaje. Creo que era un Estudio 1. Y de ahí me pasaron un tiempo a la Segunda Cadena, sí.
–¿Trabajar adaptando a los grandes de la literatura no es un riesgo excesivo? Siempre habrá muchos que opinen que los originales son mejores.
–Lo hacíamos porque había una intención divulgativa en ello. Queríamos hacer llegar a un público amplio obras que de otra forma no conocerían. Por eso se recuerda tanto 'Estudio 1' y 'Teatro de siempre'. Adaptar a Shakespeare merecía la pena, se lo aseguro.
Teatro y literatura
Ese afán por llevar a grandes de la literatura a escena lo desarrolló también en el teatro. No hay muchos directores de cine y TV que se hayan atrevido, pero ella fue pionera también en eso. «Yo aconsejaría a todos que lo hicieran», comenta. En su haber está el posiblemente mayor éxito del teatro español de todos los tiempos: la adaptación de 'Cinco horas con Mario', que está a punto de cumplir 40 años desde su estreno. Ya había trabajado poco antes con Delibes, en la serie sobre 'El camino'. «En 'Cinco horas' empezó todo como algo experimental», explica. Experimental, pero con llenos en la sala cada día. Y de allí salió también, aunque fuera como consecuencia no buscada, una de las películas más singulares de las últimas décadas: 'Función de noche'.
-En su haber se encuentra la adaptación de 'Cinco horas con Mario', de Migueñ Delibes.
–En el estreno de 'Cinco horas con Mario' en Barcelona, cuando apenas llevaba diez minutos de representación, Lola Herrera se desmayó. Luego Sámano y yo supimos que se encontraba mal, estaba haciendo balance de su vida y todo lo veía negativo. Yo creía que era importante hablar de las mujeres de mi generación en nuestro cine. Era la película que yo quería hacer. No habría podido hacerla sin el esfuerzo de José Sámano y la valentía de Lola Herrera.
–En 'Teresa de Jesús' tuvo en el equipo a Carmen Martín Gaite, Víctor García de la Concha y Concha Velasco. Cuánto talento reunido. ¿Es su serie favorita?
–Fue muy especial por muchas circunstancias. Rodamos durante ocho meses para un total de ocho horas, y el encuentro con Concha Velasco fue muy fructífero. Habíamos trabajado mucho el personaje antes de empezar a rodar. Pero no tengo trabajos preferidos. Todos lo son. Aunque cuando los vuelvo a ver nunca estoy contenta. Siempre pienso que lo podría haber hecho mejor.
–¿Suele ver sus películas y series?
–De vez en cuando. Y veo los errores como si las mirara con una lente de aumento. En ocasiones me llevo sorpresas agradables. Me encantaría hacer versiones nuevas de mis películas, sobre todo para acortarlas algo.
–Siempre había querido abordar el musical y se despidió del cine con uno, pero no sé si el que deseaba hacer: 'La Lola se va a los puertos', con Rocío Jurado, sobre un texto flojito de los Machado.
–En esa me ha sucedido algo de lo que le acabo de hablar. Me habían dicho que no estaba nada mal, que el paso del tiempo no la había perjudicado. La he vuelto a ver y creo que, aunque tenía más 'playbacks' de lo necesario por imperativos de la producción, la película es el manifiesto de independencia de una mujer comprometida con su arte y describe un gran personaje femenino, bien interpretado por Rocío Jurado.
–Alguna vez ha dicho que ha disfrutado tanto rodando que habría pagado por ello. ¿Tan feliz ha sido en los rodajes?
–Desde luego, estoy convencida de que mi calidad de vida se habría resentido si no hubiese hecho películas. Pero el cine no es un placer continuo: es una mezcla de sufrimiento y grandes momentos que lo justifican todo. También depende de los equipos. Quien dirige coordina. Y debe explicar todo muy bien para que el equipo, del primero al último, sepa a dónde se quiere llegar.
–¿Y su carrera como novelista? ¿Qué le ha supuesto?
–Cuando escribes no hay que pactar con nadie. Haces lo que quieres, para bien y para mal. Cuando escribes, puedes dejar que el trabajo repose y tal vez te des cuenta de dónde has cometido un error. En los rodajes siempre hay alguien con un reloj en la mano.
–¿Ha pensado en adaptar para el cine o la TV sus propias novelas?
– Nunca. Me ofrecieron participar en una serie para TV con la primera, dirigida por otra persona, y no quise. No estaba concebida para ser llevada a imágenes. Yo tampoco la habría dirigido.
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