Papeles de héroe
La Administración estudia si concede la residencia al joven senegalés que salvó de las llamas a un discapacitado en Denia. «Creo que la merezco»
Por ahora luce sonriente una camiseta de Superman. Quizá sea el primer paso para que Gorgui Lamine Sow, aparte de héroe, sea considerado un ciudadano. Lamine, el senegalés de 20 años que salvó el viernes de las llamas a un hombre con graves dificultades para moverse, es un ejemplo de comportamiento cívico, pero no las tiene todas consigo para dejar de ser un indocumentado. Su esperanza en que le den papeles que le saquen de la ilegalidad topa con serios obstáculos burocráticos. Pese a que el Ayuntamiento de Denia (Alicante), lugar donde se produjo el rescate, pide que se regularice su situación, la Delegación del Gobierno de Valencia estudia si sus méritos le hacen acreedor del permiso de residencia. La ley recoge «situaciones excepcionales» para conceder las autorizaciones pertinentes, pero antes tiene que demostrar su arraigo en el país.
Sin dejar de ponderar el gesto valeroso de Gorgui Lamine, quien se echó a hombros el cuerpo de Álex Caudeli para sacarlo de la casa incendiada donde quedó atrapado, el ministro del Interior en funciones, Fernando Grande-Marlaska, no se salió el martes del guion. Marlaska reiteró lo evidente, que la regularización debe atenerse a la ley, y no sacó de dudas a nadie sobre si el subsahariano se puede hacer ilusiones.
Gorgui Lamine Sow se encontraba vendiendo sus baratijas en una calle del Port de Denia cuando oyó gritos desesperados de auxilio procedentes de una casa de dos plantas que despedía una espesa columna de humo negro. Lamine trepó por la fachada. La ayuda del senegalés fue providencial para Caudeli, que a duras penas se desplazaba en un andador. Cuando el discapacitado pudo asomarse a la ventana, tropezó con una persiana que era una pura brasa. El vendedor ambulante la retiró y cargó como un fardo con el cuerpo de Caudeli, al que pudo bajar desde el balcón gracias a que unos vecinos habían colocado una escalera de mano. La víctima del incendio tuvo que ser atendida en el Hospital La Fe de Valencia a causa de las quemaduras sufridas y el humo que había inhalado.
«Este tío me salvó la vida. ¿Que si se merece tener papeles? Pues claro. Yo le daría mi casa si no estuviera destrozada por el fuego», aseguró un agradecido Álex, de 39 años. Sentado en una silla de ruedas, la mano derecha vendada y magulladuras en la cara, Caudeli tiene en un pedestal a su ángel salvador. «Me sacó del balcón como si fuera un saco de algarrobas», apostilla el hombre, que acaricia a su perro 'Luky', superviviente también del siniestro.
Otros casos
Quemaduras
Salvó al anciano que cuidaba
El paraguayo Hugo Daniel López rescató al anciano que cuidaba de un incendio eN 2017. López, padre de tres hijos, salvó a un dependiente de 94 años en Archena (Murcia). Estuvo ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos porque sufrió quemaduras en el 65% de su cuerpo. El Rey le impuso una medalla en junio como reconocimiento coincidiendo con el quinto aniversario de su proclamación por sus «principios éticos y morales».
Para salvar a un niño
Escaló cuatro pisos a pulso
El maliense Mamoudou Gassama llegó a Francia en busca de una vida mejor. En París, vio con horror cómo un niño colgaba suspendido de un balcón, agarrado solo de una mano. No lo dudó. Escaló como un hombre araña y a pulso los cuatro pisos que le separaban del pequeño, al que salvó. Emmanuel Macron le recibió en el Palacio del Elíseo y le prometió la nacionalidad por la vía rápida.
Desde un segundo piso
Atrapó a una niña que caía
El argelino Faouzi Zabaat atrapó el cuerpo de una niña que caía desde un segundo piso de un edificio de Estambul. Mientras paseaba por la calle, Zabaat advirtió que Doha Mohammed, una pequeña siria de dos años, estaba jugando en la ventana de un apartamento aparentemente sin vigilancia. El joven se colocó de forma preventiva bajo la ventana. De repente la niña cayó al vacío, pero el joven la agarró a tiempo.
Lamine vive con su mujer, Gana Gadiaga, y su hija Ndeye, de apenas siete meses, en Gandía (Valencia), pero suele desplazarse a Denia para vender sus abalorios y pulseras. Nada más socorrer al discapacitado, que para colmo de males convalece de un ictus, Gorgui se aseó un poco en casa de una vecina y salió corriendo con alas en los pies. «Me fui rápido porque mi mujer y mi hija me esperaban para coger el autobús y no podíamos perderlo». También quiso ser prudente. Exhibir los laureles de héroe sin poseer documentos de identidad puede ser a lo mejor más temerario que aventurarse en una vivienda ardiendo.
Gorgui sabe de sobra lo que es vivir a salto de mata. Primero encontró cobijo con Gana en un piso patera de Madrid, lugar que abandonó cuando nació Ndeye. «No era sano para el bebé seguir allí», dice su hermano Serigne. Si bien aún no han conseguido encontrar una residencia para ellos solos, la pareja y la niña ahora están en una situación más desahogada, libres del hacinamiento de antes, aunque siguen desenvolviéndose con estrecheces. Porque los Lamine tienen que compartir vivienda con siete compatriotas.
«Pasé un poco de miedo»
Espigado, fornido y bienhumorado, el ángel custodio se abraza a su protegido para satisfacción de los fotógrafos. El senegalés se muestra encantado con su camiseta de superhéroe –«mi hija tiene otra»–, aunque nunca se le pasó por la mente ser recordado como el inmigrante de las causas nobles. «Si te digo la verdad, sí que pasé un poco de miedo». Mientras se resuelve su situación legal y el Gobierno toma una decisión, el concejal de Seguridad Ciudadana del municipio alicantino, el socialista Javier Scotto, condecorará al rescatador.
El senegalés vive con su mujer y su hija en Gandían en una vivienda junto a siete compatriotas
La fama de Gorgui, que de ser un paria ha pasado a hacerse fotos con los vecinos de Denia, ha trascendido y ya hablan de él en Calpe y Altea, donde también despachaba hasta hace unos días su mercadería. Lo suyo fue un gesto altruista e impulsivo. Gorgui, que malvive en un piso donde el uso de la cocina se reparte por turnos, quiere salir de las apreturas y la clandestinidad. «Yo creo que me lo merezco», arguye con sinceridad. Desde que salió de Senegal, su existencia ha sido un éxodo permanente. Ha vagado por Ecuador, Brasil y Argentina antes de asentarse definitivamente en España. De conseguir los anhelados papeles, lo primero que hará es sacarse el carné de conducir para ponerse el volante de un camión. Ahora está en manos de la Administración tramitar el papeleo.
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