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Un fotógrafo de Prensa se parapeta en una bañera durante una redada policial en una favela de Río de Janeiro. Sergio Moraes

Informar a muerte

Solo en 47 de los 180 países del mundo se puede ejercer el periodismo sin correr riesgos. En lo que va d e año, 28 reporteros han sido asesinados y otros 239, una cifra récord, están en prisión. «Sin ellos, la democracia es un cascarón vacío»

Sábado, 7 de septiembre 2019, 08:26

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Si contempláramos el mundo como un quesito dividido en cuatro porciones, nos bastaría con sacar una de ellas para quedarnos con la superficie del planeta en la que ejercer el oficio del periodismo resulta problemático o acarrea algún tipo de riesgo grave para la integridad física. Dicho de otro modo, tan solo un 24% de los 180 países o territorios del planeta ofrecen condiciones de seguridad para llevar a cabo el trabajo de informar a la ciudadanía. Un exiguo perímetro que, año tras año, se estrecha un poco más; este, en concreto, dos puntos con respecto a 2018, tal y como refleja el último estudio efectuado por Reporteros Sin Fronteras (RSF) para evaluar el estado general de la libertad de prensa.

Este es el descorazonador contexto en el que se conmemora mañana el Día Internacional del Periodista, una jornada que viene precedida del asesinato de 28 reporteros en los últimos ocho meses, porque en los catorce países en los que se encontraban ejerciendo su labor incomodaban a algún grupo de poder –a menudo, sus propios regímenes autoritarios– o porque, simplemente, se acercaron demasiado para presenciar los hechos y hacérnoslos llegar. Diez de esos crímenes se han cometido en México, una nación convertida en un aterrador campo minado para los valerosos profesionales comprometidos con su misión de informar.

Pero, tal vez, ni siquiera la muerte constituya el peor de los escenarios a los que se enfrentan a diario decenas de miles de periodistas en algún rincón de la Tierra. «La gran herida de la profesión es la impunidad. Hay muchos países en los que sale gratis matar a un periodista. Desde 1992, cuando arrancó la base de datos del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), se han registrado en el mundo 1.350 asesinatos verificados de reporteros. Pues bien, el 92% siguen impunes», asegura a este periódico Borja Bergareche, consultor europeo de ese organismo con sede en Nueva York y directivo digital de medios.

Seguramente, el caso más paradigmático sea el de Jamal Khashoggui, redactor de 'The Washington Post', a quien el pasado mes de octubre mataron y despedazaron en la embajada de Arabia Saudí en Estambul «sin que hasta la fecha haya pasado nada», recuerda Alfonso Armada, presidente de la sección española de RSF. «Bueno, sí, que en la pasada reunión del G-20, Mohamed Bin Salmán (el príncipe heredero del reino arábigo), quien según los informes de la ONU fue el que dio la orden de su asesinato, saludó a todos los dirigentes», denuncia con amarga ironía. Armada extrae de ello una consecuencia letal. «La impunidad propicia más asesinatos. Cuando matas a un periodista difundes el miedo a investigar».

Los reporteros de tres cuartas partes del mundo no se exponen únicamente a ser eliminados y a que sobre esos crímenes se vuelque una gruesa capa de tierra y olvido para que así queden exentos. Las probabilidades de que terminen encarcelados por difundir los abusos y las corruptelas de los aparatos de gobierno o del crimen organizado se han disparado en los últimos tiempos. En la actualidad, 239 profesionales están en prisión para acallar su actividad periodística. A China, que tiene silenciados y privados de libertad a nada menos que 65 reporteros, le sigue Turquía, un país considerado democrático, miembro de la OTAN y serio aspirante a ingresar en la Unión Europea, donde el presidente Erdogan ha puesto fuera de la circulación, tras unos barrotes, a 32 informadores. Egipto, con 25, y la ya mencionada Arabia Saudí, con 20, ocupan la tercera y cuarta posición, respectivamente. Irán, por su parte, se consolida como el mayor presidio del planeta para mujeres periodistas. Hasta 10 tiene entre rejas.

«Los encarcelamientos registrados en los últimos tres años constatan que estamos ante la peor serie histórica en, al menos, veinticinco años», asegura Bergareche, quien atribuye esta oleada represiva a una «tendencia global» que se ampara en «la defensa de la integridad del Estado, la restricción a las libertades cibernéticas o en legislaciones antiterroristas». «Los gobernantes de ciertos países han aprendido a ser muy hábiles en el uso de normativas nacidas con fines legítimos como armas diseñadas para perseguir a los reporteros. Por eso, cada vez el mundo es una mayor cárcel para periodistas».

Aunque burdas, hay otras estratagemas para intentar desactivar a la prensa crítica y vigilante. RSF se mantiene especialmente alerta ante la «instauración de una mecánica del miedo» que se traduce en «manifestaciones de odio, hostilidad y violencia de los ciudadanos hacia los periodistas, que han sido transmitidas por los propios dirigentes políticos». Armada menciona India y Rusia, pero también Hungría, Eslovaquia, Chequia, Italia y Estados Unidos, la antaño «referencia democrática», hoy en manos de un «agente provocador que asegura que los medios serios son fabricantes sistemáticos de noticias falsas y los periodistas, enemigos del pueblo». «Lo preocupante son estos discursos populistas, que rechazan la complejidad para buscar chivos expiatorios y ponernos en la picota, porque desde el punto de vista político y electoral funciona», expone el periodista y exdirectivo de 'Abc'.

«Redescubrir la verdad»

Logrado en buena medida, en algunos sectores, el propósito de que se 'relativicen' los hechos, Bergareche ve a Occidente abocada a «una era de redescubrimiento de la verdad». «Ya hemos aprendido que las guerras son hoy más que nunca de propaganda, que nuestras sociedades son fácilmente manipulables y que la circulación digital acelerada ocasiona desinformación. Es fundamental que la ciudadanía recuerde lo valioso de que sigan existiendo periódicos con su red de corresponsales, testigos de lo que ocurre lejos para luego contárnoslo», enfatiza.

Un reportero japonés cae abatido por disparos del Ejército de Myanmar durante una protesta en Rangún. Adrees Latif

«El periodista en México es un corresponsal de guerra»

Al último reportero mexicano, un veterano del histórico 'El gráfico de Xalapa', en Veracurz, lo mataron a balazos el 2 de agosto. Le tenían ganas. Lo habían intentado varias veces. Unas horas antes, al oeste del país, en Guerrero, abatían a tiros a otro colega. No existe una nación en paz más peligrosa para ejercer el periodismo. Solo este año van nueve homicidios, tantos como en todo 2018. Jesús González, reportero de 'La Tarde de Reynosa', un diario especializado en la violencia del narcotráfico, nos cuenta con prisas y sin adornos cómo es jugársela cada día.

– ¿Cómo es su quehacer profesional?

– Yo vivo en Tamaulipas (uno de los estados más calientes de la frontera norte), con carreteras intransitables y varios grupos antagónicos del crimen organizado, por lo que realizar la labor periodística implica llevar a rajatabla los protocolos de seguridad.

– ¿Qué precauciones deben tomar?

– Yo he sufrido tres agresiones, una por parte del Estado y las otras por grupos del crimen organizado. He tenido que cambiar varias veces las medidas de seguridad. Algunos protocolos se han quedado obsoletos. Lo habitual es extremar las precauciones cuando salimos a áreas de esparcimiento, al cine, a comer por ahí, a la escuela a llevar a nuestros hijos.. A menudo tienes que abstenerte de salir a tomar algo, de celebraciones y festejos.

– ¿En qué situación laboral se encuentra la mayoría de los periodistas?

– Aquí la mayoría de los y las comunicadoras no son profesionales. Este es uno de los oficios mas peligrosos, pero no está bien remunerado.

– Visto desde la distancia, elegir convertirse en un informador en un país donde la violencia y la corrupción son tan profundas y sistémicas suena a un suicidio. ¿Sienten que es la única manera de intentar acabar con ello?

– Sí, ser informador aquí es como ser un corresponsal de guerra. Pero hemos decidido informar sobre lo que realmente ocurre, más allá de lo que cuentan los que están pagados por el Gobierno o los que firman con ellos contratos de publicidad. Somos como un grito en el silencio.

– ¿Se aprende a vivir y a trabajar con miedo?

– Lamentablemente, la mayoría de los comunicadores en México sufrimos el 'síndrome del quemado', por lo que naturalizamos el miedo. ¡Para nosotros es una necesidad!

– Su compromiso y su valentía son admirables. ¿Cómo viven sus familias esta situación? ¿Su profesión les dificulta a menudo relacionarse con otras personas?

– Hace unos días, unos compañeros comentábamos justamente esto. A menudo, cuando sales por ahí, hay gente que se te acerca con curiosidad. Quieren saber cómo lo haces. En cuanto se lo explicas se alejan de ti. No quieren complicarse la vida. Para los que cubrimos sucesos es especialmente duro. No tenemos apoyo psicológico para poder sacar fuera lo que vivimos y los traumas que a menudo conllevan esas experiencias.

– ¿Sienten el apoyo de la sociedad mexicana para seguir adelante?

– Lamentablemente, la sociedad mexicana está polarizada en grupos políticos o en grupos fácticos de poder, entre los que se pueden encontrar empresarios de la comunicación, emporios industriales, hoteleros o de delincuencia organizada.

En esas justamente está Mikel Ayestaran, corresponsal de este periódico en Oriente Medio desde 2006, cuando dejó un puesto fijo en la redacción de 'El Diario Vasco' para acudir a los lugares lejanos que, de crío, se asomaban en blanco y negro a su televisor, y en los que ocurrían «cosas complejas y a la vez históricas». Empezó por poner el pie en Beirut, donde se encontraba cuando estalló la Guerra del Líbano. Desde entonces no ha salido del fuego cruzado. Lejos de lo que algunos puedan pensar, su compromiso con la información no tiene tanto que ver con el 'yo estuve allí' como con el 'voy a intentar explicar a mis lectores de forma sencilla qué pasa entre los suníes y los chiíes o entre los israelíes y los habitantes de los territorios ocupados de Gaza. «No podemos acabar con los conflictos, pero sí dar argumentos y herramientas a la gente para que pueda crearse opiniones justas y juicios más correctos con respecto a algunos debates, como el de los refugiados», dice. «Y también podemos contar historias pequeñitas que movilizan a algunas personas, como la que ha salido en mi último viaje a Siria desde Jerusalén, donde hice un reportaje sobre la Orquesta Nacional y sus dificultades por el bloqueo para conseguir instrumentos. Rosa, una mujer española que leyó mi artículo, me escribió para que le pusiera en contacto con el director. No sé cómo se las ha arreglado pero le ha enviado un instrumento. Este tipo de cosas lo compensa todo», cuenta el donostiarra al otro lado del teléfono.

La mordaza

  • 29 Es el puesto que ocupa España, de un total de 180, en el último 'ranking' mundial de Reporteros Sin Fronteras para evaluar el cumplimiento de la libertad de prensa. Supone una mejora de dos puestos con respecto a 2018.

  • Noruega y Turkmenistán Son los países que abren y cierran, respectivamente la clasificación. Algunos retrocesos acusados en naciones en paz corresponden a Hungría (-14), Serbia (-14),Malta (-12), Chile (-8), Albania (-7), Argentina (-5) o Hong Kong (-3).

A algo más de 12.000 kilómetros en dirección oeste, en El Salvador, el valenciano José Luis Sanz dirige 'El Faro', un periódico digital de investigación formado por veinte redactores de entre 23 y 40 años acostumbrados a recibir amenazas e, incluso, a tener que abandonar el país de forma preventiva. Entre sus coberturas, la violencia (ya sea del Estado, del crimen organizado o de pandillas) en el triángulo norte centroamericano –Guatemala, Honduras (uno de los países más peligrosos del mundo para el ejercicio del periodismo) y El Salvador– o las multitudinarias caravanas de emigrantes a los Estados Unidos.

– ¿Cuál es la principal amenaza a la que se enfrenta el periodismo hoy?

– La desinformación no sucede cuando alguien retuitea una noticia falsa. Sucede cuando se generan enormes estructuras de bombardeos con ideas y mensajes sufragados. Hoy el abanico de recursos para atacar la información veraz se ha ampliado.

– ¿Qué está en juego?

Que los ciudadanos queden abandonados al engaño. Sin libertad de prensa, la democracia es un cascarón vacío.

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