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La astronauta Anne McClain, durante un paseo espacial. REUTERS

Desiguales en el espacio

La NASA constata que los hombres y las mujeres se adaptan de forma distinta a los viajes fuera de la atmósfera terrestre. Ellas son mejores en misiones de larga duración

Javier Guillenea

Miércoles, 20 de noviembre 2019, 07:46

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A finales de la década de los 50 del siglo pasado, en plena carrera entre Estados Unidos y la Unión Soviética para mandar al primer hombre al espacio, al médico de la NASA William Lovelace se le ocurrió la idea de que las mujeres podían ser mejores astronautas. Convenció a otro miembro de la agencia espacial, el general Donald Flickinger, y ambos seleccionaron a Jerrie Cobb, una conocida aviadora con una amplia experiencia que se sometió a las mismas pruebas físicas que los candidatos masculinos a viajar fuera de la atmósfera terrestre. Las superó todas con éxito.

Los resultados llevaron a Lovelace a la conclusión de que las características físicas de las mujeres las hacían más idóneas para tripular vuelos espaciales. Su menor masa corporal era más adecuada para soportar las estrecheces de las cápsulas de la época; al pesar menos se reducía la cantidad de combustible para poner el cohete en órbita; necesitaban menos oxígeno; y tenían menos ataques cardiacos que los varones. El médico también pensaba que una astronauta podía resistir en condiciones de aislamiento prolongado y en espacios reducidos más tiempo que sus colegas masculinos, lo que haría de ellas las candidatas ideales para llevar a cabo misiones de larga duración.

Fortalecidos por estos argumentos, Lovelace y Flickinger reclutaron a otras 19 mujeres, todas expertas aviadoras, que siguieron el mismo entrenamiento que los hombres. De las candidatas quedaron trece, que se integraron en un programa sostenido con fondos privados al que más tarde se le dio el nombre de 'Mercurio 13'. Su objetivo era tripular una nave espacial, pero el proyecto fue suspendido repentinamente por el Gobierno. «Paremos esto ya», zanjó el vicepresidente Lyndon Johnson. El 16 de junio de 1963, la soviética Valentina Tereshkova se convirtió en la primera mujer en entrar en órbita. La primera estadounidense fue, veinte años después, Sally Ride.

Otro hito femenino en el espacio se cumplió el pasado 18 de octubre, cuando Jessica Meir y Christina Koch realizaron el primer paseo espacial protagonizado por dos mujeres. Debería haberse llevado a cabo en marzo, pero tuvo que cancelarse a última hora porque la NASA no tenía dos trajes acondicionados para las astronautas. Desde que, en la década de los ochenta, la agencia espacial americana comenzó a incluirlas en el cuerpo de astronautas, trece mujeres, siempre acompañadas por un hombre, han completado con éxito caminatas espaciales. Con Jessica Meir y Christina Koch, la cifra asciende a quince. Ambas pertenecen a la promoción de 2013 de la NASA, la primera de la historia que estuvo formada a partes iguales por mujeres y hombres.

Estos astronautas tienen perfiles similares a todas las personas que se dedican a profesiones que implican asumir riesgos, como, por ejemplo, los pilotos de aviones de combate. «Encontramos en ellos la combinación entre un moderado nivel de ansiedad y una capacidad de regular y controlar las emociones. En otras palabras, es gente que busca sensaciones fuertes pero, a la vez, son capaces de mantener la serenidad», explica Miguel Ángel Pérez Nieto, profesor del departamento de Psicología de la Universidad Camilo José Cela.

Es aquí donde surge una primera diferencia de género. «La impulsividad se observa un poco más en los hombres, mientras que las mujeres tienen un punto más de reflexión», afirma Pérez Nieto. Es una desigualdad que, sin embargo, no tiene mucho recorrido, dado que ninguna de estas características es por sí sola mejor o peor a la hora de viajar en una nave espacial. Se necesitan las dos. Lo importante, recalca el psicólogo, es que «ambas queden equilibradas». «Se trata de saber cuánto soy capaz de lanzarme y cuándo voy a retenerme –precisa–.Ese balance es lo que cuenta».

Para las agencias espaciales conocer cómo se adaptan los cuerpos de uno y otro sexo más allá de la atmósfera terrestre es indispensable para planificar expediciones de larga duración. Según los estudios de la NASA, al volver a la Tierra tras un viaje al espacio, los hombres presentan más problemas con la visión y la audición, mientras que las mujeres tienen dificultades con su presión arterial, por lo que es más común que se desmayen. La escritora científica Kate Greene, que participó durante cuatro meses en una misión simulada de una estancia en Marte, comprobó que, durante el aislamiento al que se vieron sometidos los voluntarios, las mujeres gastaban menos de la mitad de calorías que los hombres. Y a la hora de comer, tomaban porciones más pequeñas, un dato importante para calcular la carga útil de una nave.

«Además de la pérdida de masa muscular y ósea por la ingravidez, que es algo que afecta por igual a mujeres y hombres, la mayor preocupación son las radiaciones que se reciben en altitud», explica la teniente coronel Beatriz Puente, jefa del servicio de medicina aeronáutica del Centro de Instrucción de Medicina Aeroespacial (CIMA). Las agencias han establecido unos límites de seguridad de exposición a la radiación a partir del cual ya no se puede viajar más al espacio para no correr riesgos serios de contraer tumores. Estos límites también dependen del sexo del astronauta. El de los hombres es más elevado, porque pueden recibir hasta un 30%más de radiación que las mujeres.

Cuando la NASA envió a Sally Ride al espacio, los ingenieros preguntaron a la astronauta si le bastaría con cien tampones para una misión de seis días. «Podréis reducirlo a la mitad sin problemas», respondió ella a sus interlocutores, todos varones y, por lo que se ve, absolutos desconocedores del ciclo menstrual. Hace 30 años, los médicos de la agencia espacial creían que la gravedad cero podría hacer que, durante la regla, la sangre se acumulara en el abdomen y provocara una peritonitis. El miedo resultó infundado y el único problema que presenta la menstruación es el de la higiene en un lugar con el agua muy limitada.Por eso, casi todas las astronautas suspenden el ciclo con píldoras anticonceptivas o dispositivos intrauterinos.

Los astronautas Jessica Meir, Andrew Morgan, Christina Koch y Luca Parmitano desempaquetan un envío de fruta en la Estación Espacial Internacional. NASA

Pilotos de combate

El CIMA es un centro del Ejército del Aire que se dedica a la selección y entrenamiento, entre otros, de pilotos de combate. En sus cámaras hipobáricas, las tripulaciones experimentan los efectos de la hipoxia (falta de oxígeno en la sangre), cambios de presión y rápidas descompresiones; se entrenan para salir debajo del agua de un avión accidentado; aprenden a desechar las ilusiones visuales provocadas por el oído interno; y se les expone a aceleraciones de 9G durante quince segundos, a la vez que se les adiestra para no desmayarse. «Las mujeres hacen el mismo entrenamiento que los hombres, no se les permite menos», dice la teniente coronel Puente.

En el centro, los psicólogos valoran la personalidad de los aspirantes para descartar cualquier tipo de patología, calibrar su aptitud espacial y averiguar su grado de tolerancia al estrés. «Es necesario que tengan una gran capacidad de soportar situaciones estresantes porque en pleno vuelo, donde pasan muchas cosas y a mucha velocidad, hay que tomar decisiones en muy poco tiempo», explica el capitán José Nogales, psicólogo del CIMA.

En 2018 participaron en los entrenamientos 1.559 alumnos de todos los ejércitos, la gran mayoría hombres. Las diferencias físicas y psicológicas entre los dos sexos no se han notado en los resultados de las pruebas, ya que tanto los varones como las hembras han respondido de forma similar. «Las capacidades dependen del individuo más que del género, nosotros no buscamos hombres o mujeres, sino personas con una serie de características», afirma Nogales.

MUJERES VS HOMBRES

  • Menor masa corporal. La fortaleza física no representa una ventaja en el espacio. Al tener de media un cuerpo más pequeño que los hombres, las mujeres necesitan menos oxígeno para respirar y, al pesar menos, se reduce el gasto en combustible de la nave.

  • Sociabilidad Los psicólogos creen que al tener más habilidades sociales, un equipo integrado únicamente por mujeres tiene más posibilidades de éxito en una misión de larga duración.

  • Menstruación Por comodidad, la mayor parte de las astronautas optan por detener el ciclo menstrual con píldoras anticonceptivas o dispositivos intrauterinos.

  • Vista y oído Los hombres sufren menos mareos causados por el movimiento de la nave espacial, pero cuando regresan a la Tierra tienden a experimentar un mayor deterioro de los sentidos de la vista y el oído que las mujeres.

  • Radiación No afecta por igual a ambos sexos. En general, los hombres pueden recibir hasta un 30% más de radiación que las mujeres.Las astronautas son más propensas a desarrollar algún tipo de cáncer que los varones.

  • Alimentación En una simulación de una estancia en Marte, una de las voluntarias comprobó que los hombres gastaban más calorías que las mujeres.

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