El nuevo Zelda, una obra maestra
Nintendo confecciona un juego de leyenda con el ‘Zelda: Breath of the Wild’, un juego de mundo abierto que invita al usuario a vivir una aventura según sus decisiones
Eduardo Espallargas
Sábado, 11 de marzo 2017, 20:10
Solo ocurre de vez en cuando, normalmente cada mucho años, sin embargo, a veces un título se convierte desde su lanzamiento en un juego histórico dispuesto a dejar una huella imborrable en la industria. Ese ha sido el caso del nuevo Zelda: Breath of the Wild, lanzado para acompañar el lanzamiento de la nueva consola de Nintendo, Switch, aunque también está disponible en la convaleciente Wii U. Un juego legendario que invita a los usuarios a vivir una aventura sin igual, con un diseño artístico de ensueño y tan plagado de detalles que es capaz de abstraer al usuario y transportarlo al mundo mágico que presenta.
Cualquier lanzamiento de la saga The Legend of Zelda es un momento importante desde su estreno en 1986, y uno de ellos, Ocarina of Time (Nintendo 64, 1998), está considerado el mejor videojuego de la historia. Supuso, sin duda, un antes y un después para todos los aficionados y embaucó con una trama que invitaba al jugador a viajar en el tiempo y unos amplios escenarios sacados de cualquier cuento de hadas. Un hito técnico para la época, en la que se empezaba a demostrar el potencial de las 3D en el terreno de los videojuegos.
Sin embargo, ahora el tiempo ha pasado y Nintendo ha tomado nota de todo lo aprendido para que, 19 años después, regale a los usuarios otra maravilla. Y es que este Zelda: Breath of the Wild es capaz de hablarle de tú a tú a aquella obra maestra. En este nuevo juego, vuelve la clásica temática basada en el héroe legendario, Link, que regresa para liberar al mundo de las tinieblas. De esta forma, los usuarios estarán de vuelta en el reino de Hyrule, pero como nunca antes lo habían hecho. Desde el punto de vista narrativo, ningún The Legend of Zelda es precisamente una proeza, y es que limita la historia a ese representante del bien que debe vencer al mal. En este sentido, eso sí, aplica a la perfección el patrón denominado monomito o periplo del héroe, explicado por el mitólogo Joseph Campbell en su obra El héroe de las mil caras.
Zelda: Breath of the Wild no es una excepción, y el elfo Link es el encargado de arreglar el desaguisado que afecta al reino de Hyrule. Cien años después del denominado como gran cataclismo, cuando el malvado Ganon se impuso en la batalla a la princesa Zelda, el héroe de orejas puntiagudas ha despertado al fin. ¿Su objetivo? Recuperar la memoria y prepararse para la batalla de su vida. Así arranca un título que juega con el tempo narrativo, con un inicio más lento en el que protagonista y jugador empiezan a dar sus primeros pasos en este clásico pero nuevo mundo.
Esta es, posiblemente, una de las características más importantes de Breath of the Wild: un mundo abierto de ensueño, plagado de detalles y con cientos de kilómetros virtuales por recorrer. La libertad es total, hasta el punto de que el usuario puede lanzarse a por la batalla final desde el inicio (un suicidio, claro, pero ahí está la opción). En este sentido, son las decisiones del jugador las que marcan el progreso, y pese a ello la trama no sufre altibajos de ningún tipo. La clave reside en la inspiración que los propios directores del juego encontraron en el primer título de la saga: Nos dimos cuenta de que la respuesta estaba en el primer Zelda de todos: una aventura por un amplio mapa en el que debías usar tu imaginación y probar distintos enfoques para superar los problemas, explica Hidemaro Fujibayashi.
La diferencia, claro, es que las dimensiones y posibilidades de este juego multiplican esa sensación de aventura hasta límites insospechados. Todos los elementos del preciosista mundo que presenta el juego están ahí por algo. Hay un porqué, desde la distinta fauna y flora, cuya presencia varía en función de la zona y el momento del día, así como los personajes y enemigos que pueblan el mapa. La acción de explorar es más gratificante que nunca, permitiendo al jugador acciones tan interesantes como escalar y cumpliendo la promesa de que, allá donde ponga la vista, podrá acceder. Además, las sorpresas, ya sean en forma de tesoros escondidos, minerales, misiones secundarias, santuarios o emboscadas enemigas son una constante. Es difícil, por no decir imposible, aburrirse en Zelda: Breath of the Wild.
Además, en esta ocasión los jugadores deberán ir más preparados que nunca. Ya no solo en cuanto a equipo, pues son muchas las armas y armaduras que podrá utilizar Link, sino también con platos de comida u otros objetos como elixires. La opción de fabricar pociones y cocinar distintas recetas que varían en función de los ingredientes añadidos a la cazuela refuerzan el lado más rolero del título. Por si esto fuera poco, el combate también ha ganado muchos enteros, condicionado por el tipo de arma que lleva equipada el usuario. Las hay más pesadas, de largo alcance, espadas más cortas y ligeras, hachas ideales para cortar árboles y abrirse camino, cetros mágicos que pueden sacarte de un apuro utilizados en los momentos clave Todas ellas convierten los encontronazos con enemigos en un intercambio de golpes muy estratégico, e invita a los jugadores a dominar técnicas como la guardia con escudo para contraatacar o el esquive.
Zelda: Breath of the Wild se ha convertido por todas estas razones en el título más maduro de la saga. Un juego que ha sabido aprovechar todo lo bueno de la marca mientras introduce nuevo contenido para hacerla aún más grande. Gráficamente muestra un estilo digno de cualquier obra de arte, con un sistema de iluminación que deja boquiabierto en muchas escenas. El mundo se siente vivo, y es que raro es lo que no funciona en este juego. No es un monstruo gráfico, pero no lo necesita, y es que Nintendo ha vuelto a demostrar que no siempre es tan importante la calidad gráfica para hacer un gran juego. Es más, han dado una lección de cómo se debe hacer un título de mundo abierto, porque todo es posible en este título de leyenda que, pese a todas las novedades, es más The Legend of Zelda que nunca. Una obra maestra imprescindible.