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El pastor que gana al Trivial

James Rebanks apacienta ovejas y lo hará hasta que se muera. Como daba sopas con honda en el juego de mesa a maestros listillos, su mujer le animó a escribir. Le hizo caso y su libro ya lleva vendidos 200.000 ejemplares

Antonio PAniagua

Martes, 4 de octubre 2016, 18:49

Alguien definió una vez el campo como ese «horrible lugar donde los pollos se pasean crudos». Este sarcasmo no sirve para describir a James Rebanks, un pastor inglés que ha encontrado la libertad, la independencia y el sentido de la vida en el Distrito de los Lagos. Pero que nadie se llame a engaño. La vida de Rebanks, de 42 años, no tiene nada de pastoril, se levanta a las cuatro y media de la mañana para llevar a sus ovejas a que pasten en las colinas. Dependiendo de las estaciones tiene que cargar fardos de heno, esquilar a los animales, asistir a ferias de carneros para comprar un semental y limpiarse las manos de sangre. Porque desde que era niño Rebanks se recuerda embadurnado de sangre por los partos de las ovejas. Todas estas peripecias las cuenta en el libro, La vida del pastor (Debate), que sorprendentemente ya lleva 200.000 ejemplares vendidos en el Reino Unido y ha sido traducido a una decena de idiomas. Y además es toda una celebridad en Twitter, donde cuenta con 85.000 seguidores.

«Hace tres años me pidieron que escribiera un artículo para la revista americana The Atlantic Monthly. De pronto la gente me empezó a preguntar: ¿No preferirías escribir un libro?. Mientras pastoreaba las ovejas me llamaban editores de Nueva York. En realidad llevo escribiendo el libro desde hace quince años, pero la hipoteca, el trabajo y otras cosas me tenían ocupado», cuenta el pastor. Para venir a España a promocionar el libro ha dejado a una chica al cuidado del rebaño, compuesto por unos 700 ejemplares entre ovejas y corderos. Pertenecen a la raza herdwick, originaria de su tierra. «En los Lagos se han criado durante siglos y están adaptadas al clima. Son medio salvajes. Sin varios buenos perros eres un inútil».

El de Rebanks es un caso raro. De chico díscolo, capaz de protagonizar una película de chavales desahuciados al estilo de Ken Loach, ha pasado a ser un escritor de éxito. Por supuesto que no tiene el genio lírico y la sensibilidad de Miguel Hernández, que fue cabrero, pero su libro transmite autenticidad y querencia por el terruño. No era el más aplicado de la clase, pero tenía una extraña inteligencia. Con unos cuantos libros leídos sobre la II Guerra Mundial, el pastor ponía en aprietos al equipo de petulantes profesores que le retaban al Trivial.

James Rebanks no necesitó viajar mucho para dar con su lugar en el mundo. Lo halló cuando se asomó por encima de la cuna. El Distrito de los Lagos, su única patria, es un rincón montañoso del noroeste de Inglaterra. A mediados del siglo XVIII sus moradores lo pintaban como un lugar feo, inhóspito e improductivo. Ahora es un paraje codiciado por los turistas por su belleza. Uno de esos paisajes en apariencia idílicos que ilustran los fondos de pantalla de los ordenadores. Su granja está en el valle de Matterdale, en medio de colinas onduladas. El pastor puede avistar Escocia desde la cima que está detrás de su casa.

Su vocación de escritor nació cuando leyó El viejo y el mar, de Ernest Hemingway. «En cuanto lo leí me dije: Tengo que escribir sobre mi abuelo. Me encantó esa idea del respeto del chico hacia el viejo», dice el narrador primerizo. Hughie, su abuelo, tenía trazas de patriarca bíblico y un solo diente amarillo. Aún así, pese a su pobre dentadura, era capaz de dejar pelada una chuleta.

«¿Dónde estaba la sangre?»

Hemingway inoculó a James sin saberlo el odio a la literatura impostada. Cuando leía novelas rurales, escritas generalmente por gentes que habían escapado de sus pueblos, se percataba enseguida de que todo apestaba a romanticismo de la peor especie. «¿Dónde estaban la sangre y el olor a mierda?». Porque el bueno de Rebanks ha visto de todo, ha visto animales con los cuernos cortados y brazos de granjeros llenos de vísceras y sangre cuando hacían la cesárea a una vaca. Luego lo metían todo dentro de la vaca y la cosían. «Una noche ayudamos a una vaca a parir un ternero y el veterinario dijo: A esta vaca le pasa algo raro Dios, esta vaca es hemofílica. Se desangró hasta morir a pesar de todos nuestros esfuerzos por detener la hemorragia, pero salvamos al ternero», escribe.

Rebanks pertenece a toda una estirpe de pastores. Su abuelo era pastor, su padre también y él siguió la tradición familiar sin sentirse jamás un «fracasado». No fue un estudiante ejemplar, pero le encantaba leer. Un día decidió matricularse en un centro de educación de adultos, aunque ya el nombre le escamaba por sonarle pornográfico. «El colegio no tenía nada que ver conmigo. Mi abuelo me había enseñado que tenía que ser inteligente para la vida práctica, y eso para mí no tenía nada que ver con la escuela. Pero cuando me hice novio de Hellen, mi mujer, me dijo: Tú te crees que eres muy guay y en realidad eres un capullo. Eres un tío listo que lees. Deberías escribir. Le hice caso y me cambió la vida».

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