Un piso para el apocalipsis
La amenaza yihadista ha disparado la demanda de búnkeres. Una firma americana ya tiene diseñada una urbanización enterrada en los Pirineos
guillermo elejabeitia
Martes, 26 de julio 2016, 20:00
«Cuando llegue el momento, ¿su familia estará entre las víctimas o entre los supervivientes?». Con esta dramática pregunta invita una empresa estadounidense a comprar un búnker en el que refugiarse si vienen mal dadas. El tormentoso clima internacional, sobre todo desde los ataques terroristas de París, el riesgo de epidemias o los catastróficos efectos del cambio climático son la excusa. En Estados Unidos la demanda ha crecido «hasta un 500%» en los últimos años. El negocio se anuncia como «el seguro de vida definitivo» y está a punto de desembarcar en España. Por 2,7 millones de euros puede hacerse con un piso de 170 metros cuadrados en una urbanización subterránea con piscina y minibar en la que escapar del Apocalipsis durante cinco años. Y por algo más de 160.000, enterrar una cápsula en el jardín en la que ponerse a cubierto durante 15 días.
No hay presidente, rey o sátrapa que no cuente con una guarida secreta en su residencia oficial. El palacio de La Moncloa alberga un búnker de 7.000 metros cuadrados que mandó construir Felipe González en los años 80 y en el que llegado el caso podrían buscar cobijo la Familia Real y las más altas instituciones del Estado. Se construyó en secreto, camuflando las obras con el falso proyecto de un aparcamiento, y no se supo de su existencia hasta 2004. Aseguran que hay otro, más antiguo, bajo el Teatro Real, al que se accede por la red de pasadizos que lo conectan con el Palacio de Oriente.
La Casa Blanca, el Elíseo o el Kremlin también tienen el suyo. El dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, goza de una residencia y un puesto de mando en el interior del monte sagrado de Baekdusan, cerca de la frontera china. Y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se ha hecho un refugio nuclear bajo el inmenso complejo de Aksanay, el palacio presidencial más grande del mundo, que no pudo probar durante el golpe de estado porque le pilló de vacaciones. Nicolai Ceaucescu ya mandó construir casi una ciudad subterránea bajo las calles de Bucarest cuando gobernaba con mano de hierro Rumanía y Hitler se pegó un tiro en el que es quizá el búnker más famoso de la historia, el último refugio de la camarilla nazi mientras las tropas soviéticas entraban en Berlín.
El más grande de España está en la base militar de Torrejón de Ardoz (Madrid), dispone de 10.000 metros cuadrados y ha sido preparado para albergar a 600 personas sin suministros del exterior durante 8 días. Pero lo que nació como una infraestructura militar para protegerse de los bombardeos, ha ido evolucionando hasta convertirse en un lugar seguro para los civiles en caso de amenaza. En Suiza hay una red de refugios que permitiría acoger al cien por cien de la población, y en países como Suecia, Noruega o Dinamarca la cobertura pública alcanza niveles del 80%. En Estados Unidos, la mayoría están en manos privadas, pero se calcula que el país tiene capacidad para dar cobijo en caso de cataclismo a 100 millones de ciudadanos.
Sarcófagos de lujo
Hay búnkeres que son auténticas mansiones subterráneas, preparados no solo para resistir, sino para mantener la calidad de vida de sus inquilinos. Es el caso de Survival Condo, una urbanización subterránea ubicada en un antiguo silo de misiles del ejército americano en algún lugar de Kansas que la empresa se resiste a desvelar por razones de seguridad. Tiene toda la infraestructura necesaria para resistir sin contacto con el exterior durante un máximo de 5 años: desde cultivos hidropónicos a una escuela o un pequeño hospital con quirófano. Pero también con comodidades propias de un hotel de lujo como spa, gimnasio, sala de cine o un parque para mascotas, todo ello cubierto por una cúpula monolítica de hormigón armado de siete metros de grosor. Unos falsos ventanales crean la sensación de luz natural y ayudan a sobrellevar la claustrofobia de vivir en un sarcófago. El apartamento más barato tiene 85 metros cuadrados y cuesta 1,5 millones de euros. Una planta completa del complejo sale por 2,7 millones y un duplex puede alcanzar los 4,5. No admiten financiación. «Por las características del proyecto los bancos no te concederían crédito, debes tener líquido si quieres ser propietario», advierte su director, Larry Hall. En cambio, ofrecen descuentos a los clientes con las habilidades necesarias para sobrevivir en una situación límite. Médicos, ingenieros o educadores son bienvenidos, ya que una vez dentro los inquilinos tendrán que organizarse en comunidad para hacerse cargo del mantenimiento, el cuidado sanitario o la producción de alimentos.
En un antigua fortaleza subterránea de la Alemania del Este, en la bucólica Rothenstein, donde apenas viven mil personas, se ubica otro de estos macrobúnkeres. Más de 21.000 metros cuadrados excavados en la roca con una estructura modular que permite ubicar en su interior viviendas de diferentes tamaños, además de unas zonas comunes que incluyen restaurante, piscina o incluso una capilla. El apartamento tipo cuesta 2,7 millones de euros, pero puede llegar hasta los 5 en función de las comodidades que se incorporen. La empresa que lo gestiona tiene el revelador nombre de Vivos. Cuenta con un centro similar en Indiana y planea abrir dos más en Estados Unidos, uno en Sudamérica, otro en Australia y otro en los Pirineos. Su director general, Robert Vicino, asegura que la demanda se ha multiplicado por cinco en el último año. El negocio se alimenta del miedo, algo que cotiza al alza en el panorama mundial de 2016. Por si las noticias sobre ataques terroristas masivos del denominado Estado Islámico, conflictos armados o epidemias sin tratamiento conocido no fueran suficiente para amedrentar a la población, la web de la empresa apela a profecías de Nostradamus, al tercer secreto de Fátima y hasta a los indios Hopi de Arizona para convencer a sus potenciales clientes.
Hiroshima a 300 metros
«Estamos en el momento más peligroso para la Humanidad desde 1957, cuando la URSS desarrolló la bomba de hidrógeno», sostiene Antonio Alcahud. Este ingeniero de 69 años que vive en Igualada pasa por ser uno de los mayores expertos en refugios antiatómicos de todo el país. Construyó el primero en 1980, a las afueras de Barcelona, para la familia de un industrial. Y más tarde otro en un hotel de Talavera de la Reina que ahora se usa como aparcamiento. Desde entonces ha trabajado para «banqueros, políticos, joyeros...». Llegó a presentar un proyecto a Felipe González y Alfonso Guerra para edificar el búnker de La Moncloa, pero no le hicieron caso. Cuando años después se enteró de que finalmente se había ejecutado, les denunció por violar la patente. «Tras una década de batalla judicial, me dicen que el tema ha prescrito», se queja.
Ha proyectado cerca de 400 refugios antiatómicos a lo largo de las últimas cuatro décadas, la mayoría en el entorno de Madrid, Barcelona y la Costa del Sol. Asegura que son capaces de resistir una bomba como la de Hiroshima que estalle a 300 metros o una de hidrógeno a 1.200, un terremoto de grado 12 en la escala Richter que no se ha producido nunca, un incendio o una inundación. Ahora mismo tiene entre manos uno en Levante que flotaría en caso de tsunami. También son útiles como cámara acorazada o en caso de atraco y su precio es bastante más discreto que el de los americanos: unos 45.000 euros el proyecto y alrededor de 120.000 la obra. «Pero no hay conciencia del peligro y la gente no se prepara como en otros países», lamenta. Será porque el instinto de supervivencia se despierta básicamente en las situaciones límite, no parece que haya mucha gente dispuesta a invertir en algo que no desearía utilizar jamás.
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