Volcanes en Segovia, una realidad hace millones de años
El segoviano Andrés Díez repasa la repercusión que han tenido a lo largo de la historia, con al menos dos erupciones en la provincia
Por increíble y raro que parezca, el territorio que hoy conforma la provincia de Segovia ha albergado volcanes a lo largo de la historia de la Tierra. Así lo asegura tajantemente el geólogo segoviano Andrés Díez, investigador del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), en la web de la Asociación Geología de Segovia, desde donde esta entidad difunde materiales divulgativos con el fin de llevar los conocimientos geológicos a la ciudadanía. En uno de sus artículos más recientes, el experto afirma que «al menos en dos momentos de la crónica geológica de los últimos 600 millones de años hemos tenido volcanes en Segovia».
El primero de esos momentos data de hace unos 490 millones de años, entre el periodo Cámbrico y el Ordovícico, cuando esta provincia se situaba en el fondo del mar. Como explica el autor, una cadena de volcanes próxima a la costa (parecida al actual archipiélago de Japón) empezó a expulsar en un momento dado «coladas de lava y cenizas que, millones de años después, sufrieron el metamorfismo y se transformaron en gneises (piedra centenera)».
Esos gneises, llamados 'fémicos' por su color oscuro, no son rocas volcánicas sino rocas metamórficas formadas por el aplastamiento y calentamiento de ceniza volcánica. Hoy en día forman parte de la Sierra de Guadarrama y se sitúan, por ejemplo, debajo de los barrios segovianos de San José, La Albuera o El Salvador, entre otros. Son especialmente reconocibles en lugares como Los Calocos en Vegas de Matute o Revenga, e incluso en las rocas oscuras de la entrada al aparcamiento del centro comercial Luz de Castilla, en la capital. «Detrás del panel publicitario, se ven fenomenal», asegura Díez.
El segundo momento de erupción se produjo hace 240 millones de años. De esta época datan los únicos restos de rocas volcánicas en la provincia de Segovia, que se encuentran en la ladera septentrional de la Sierra de Pradales, en localidades como Aldeanueva de la Serrezuela. Según el experto, en la época de la posguerra, cuando se araban los campos de cultivo de esta zona los labradores ponían estas rocas en las lindes (conocidas en Segovia como majanos), porque eran muy duras «y estorbaban a los agricultores».
En su artículo, el profesor Díez habla también sobre los efectos que han provocado en Segovia las erupciones volcánicas históricas acontecidas en territorios lejanos. Por ejemplo, a inicios del año 1600 se produjo en Perú la erupción del volcán Huaynaputina, que arrojó a la atmósfera una enorme cantidad de cenizas y gases que se expandieron por todo el planeta y cubrieron el cielo de prácticamente todo el globo. «Tal fue la cantidad de cenizas en la atmósfera que obstaculizaron la entrada de rayos solares, hasta el punto que el año 1601 se ha venido a denominar 'el año sin verano'», asevera Díez, quien apunta que esta oscuridad afectó negativamente a las cosechas, al clima y al crecimiento de la vegetación, sobre todo la arbórea.
En Segovia, concretamente los pinares de Valsaín y Navafría notaron un crecimiento menor. «Los arboles pudieron hacer menos la fotosíntesis y produjeron menos madera», dice, por lo que desarrollaron un anillo de crecimiento más estrecho de lo habitual. «Ese año, la línea fue extraordinariamente delgada», señala. Este indicador sirvió después para datar maderas como las del entarimado del canal de Herrera en la Real Casa de Moneda de Segovia, que justamente pertenecen a ese año. «Cogimos las maderas, contamos los anillos, los medimos y los comparamos con la secuencia de los pinos de Valsaín», relata Díez, quien subraya que gracias al conocimiento de este hecho se pudo datar «con mucha precisión» el entarimado.
Ya en el siglo XIX, las consecuencias de las explosiones del volcán Tambora en 1815 y el volcán Krakatoa en 1883 (ambos en Indonesia) también se percibieron en Segovia. Como indica el geólogo, el primero de ellos provocó que en la zona de Guadarrama cayera una nieve ligeramente rosada, que suscitó todo tipo de leyendas y mitos durante los años posteriores, pero que en realidad se debió a la ceniza volcánica del aire. Los copos de nieve atravesaban la atmósfera y arrastraban las partículas procedentes del volcán que allí se encontraban, convirtiéndose en «nieva sucia», describe Díez, y aclara que el color anaranjado se debe a los óxidos de hierro que contienen esas partículas, que están formadas por cristales de minerales como cuarzos, feldespatos, anfíboles o piroxenos.
De cara al futuro
«En la provincia de Segovia no es posible que haya vulcanismo en los próximos millones de años», afirma convencido el geólogo Andrés Díez. La explicación es que esta comarca está situada en una posición conocida como intraplaca (en medio de la llamada microplaca Ibérica, que equivale aproximadamente la Península Ibérica) y «el 90% de las erupciones volcánicas se producen en los límites de las placas». «Cuando unas placas interactúan con otras, ahí es donde están los volcanes», declara el experto.
Díez no niega que pueda haber volcanes dentro de una microplaca, como en el caso de del Campo de Calatrava, en Ciudad Real: «Son volcanes de hace unos cientos de miles de años». No obstante, insiste en que para que se produzcan esos volcanes en medio de una placa «tiene que haber fracturas profundas que permitan salir al magma al exterior, y en la provincia de Segovia no hay esas fracturas». Aclara, además, que en los próximos millones de años el movimiento de la microplaca tampoco va a producir esas fracturas profundas, por lo que quedan descartadas las erupciones en esta zona.
Lo que sí que puede ocurrir es que se produzcan erupciones en otros lugares cuyos efectos se dejen sentir, como en ocasiones anteriores, en territorio segoviano. El geólogo alerta de que lo que sucedió en Islandia en 2010 (la erupción de un volcán detuvo el tráfico aéreo de gran parte de Europa durante una semana) podría volver a pasar. En aquella ocasión, «la situación metrológica desvió las cenizas a la zona de Francia y Alemania, pero si la situación atmosférica es anticiclónica, pueden llegar las cenizas a Segovia perfectamente», lo que puede obstaculizar todas las calefacciones o sistemas de filtrado de aire. Asimismo, los volcanes de las Azores o Madeira, que son también islas volcánicas y se sitúan al oeste de la Península Ibérica, «nos podrían afectar y podrían producir graves daños», como la pérdida de cosechas. «No es descartable», zanja.
Un libro recogerá los desastres naturales de Segovia
Todas estas evidencias de la actividad volcánica en Segovia, junto con las de otros fenómenos naturales como terremotos históricos, inundaciones, sequías o plagas de langosta, se han recogido en el libro 'Los desastres naturales en la cultura tradicional segoviana', que aún no ha visto la luz. Los autores de la publicación son Alberto Díez Herrero (biólogo), Guadalupe de Marcelo Rodao (historiadora), Adrián Escobar Burgueño (meteorólogo) y el propio Andrés Díez Herrero, que han contado con la ayuda de la Diputación de Segovia y confían en que pronto se pueda publicar.
El geólogo cuenta que este grupo de investigadores ha estado trabajando durante 2019 y 2020, y en julio del año pasado le entregaron el material a la Diputación para su publicación. «Estuvimos recuperando por toda la provincia manifestaciones culturales de desastres», recuerda. Ahora solo queda esperar y, aunque desconocen la fecha, desean que libro pueda estar disponible para el público cuanto antes.
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