

Secciones
Servicios
Destacamos
En el fútbol sala moderno, un portero suplente ya no puede pasarse el partido comiendo pipas. Álvaro Carrión es el tercer meta de ElPozo de Murcia, pero la llamada puede llegar en cualquier momento: su juego de pies es una variante táctica más en un deporte lleno de ellas. Así que está atento a cualquier mirada y controla su gesto. «Hoy en día, puede haber cambios en cualquier momento, tienes que estar activo en el banquillo y no puedes ponerte nervioso, estás jugando en Primera División y te huelen el miedo». Esa es la odisea de este segoviano para hacerse un hueco, currando cada día a la espera de que el entrenador use su comodín.
Álvaro, de 23 años, es de Nava de la Asunción y compartió generación con jugadores que ahora militan en Asobal como Pablo Herranz u Óscar Marugán, pero el balonmano nunca fue una opción. Su padre participó en la creación de una sección de fútbol sala en el Sporting Nava para benjamines y prebenjamines. «Fue allí donde empezamos». Consolidó su flechazo en un campamento de porteros con Christian y César Arcones. Como alevín, jugaba a fútbol siete, pero cuando tocó cambiar de portería a la de fútbol 11 dijo que eso no era para él. «Yo me veía muy pequeño». Eligió la pista y entró en la cantera del Segovia Futsal como infantil. De portero, pero siempre manejando los pies, la clave de su potencial frente a otros metas más clásicos. «Es una posición que tiene mucha responsabilidad, para mí es el 60 o el 70% del equipo. Hay que saber vivir con esa presión, pero a mí me gusta saber que el equipo depende de mí».
Como juvenil de primer año ya entrenó con los mayores en el año del descenso y desaparición del Segovia Futsal, con Thiago Soares y Mordi de porteros del primer equipo y Cárdaba como tercero. Se juntaron los astros en una semana en la que casi le da un infarto, pues se quedó entrenando él solo para preparar la visita del Barça. «No podía ni dormir, cagado, hablando con mis padres». Al final, Mordi no entrenó en toda la semana, pero jugó, mientras Cárdaba se recuperó de un virus para completar convocatoria. Aquel vestuario, con un ambiente viciado con los impagos, tenía otras prioridades. «No notas a lo mejor el cariño de cuando eres joven y subes, pero es lógico, yo lo entendía».
Tras el fin del club, se reenganchó al Segosala, aunque le tocara bajar una categoría al juvenil de Regional, y se ganó el fichaje por el Real Betis, con Daniel Ibañes como valedor. Había dos opciones: el senior del Segosala en Segunda B y estudiar fisioterapia en Madrid o marcharse a Sevilla y estudiar enfermería. Ventajas de sacar un 12,6 en selectividad. Se lo resolvió una frase de su padre: «Si no te vas al Betis, te vas a arrepentir toda tu vida». Y el chaval de 18 años puso rumbo al sur para vivir solo en plena pandemia, con los viajes justos. «Era vida universitaria más vida deportiva, compaginarlo era muy complicado, pero lo fue gestionando bien».
Volvió con el Betis a la División de Honor Juvenil, un vestuario en el que era el único de fuera y del que salió con amigos para toda la vida. El equipo fue por primera vez campeón andaluz y cayó en cuartos del Campeonato de España contra el Inter de su paisano Eloy de Pablos. Ya senior, saltó al filial, que acababa de ascender a Segunda. Recibió la llamada de Diego Gacimartín en Leganés, pero tenía allí la carrera. «Tenía que priorizar los estudios». Hubo un cambio de entrenador de última hora y se pasó el año en blanco. A la siguiente —nuevo banquillo— ya jugó dos tercios de temporada y fue el mejor filial de España. No llegó a un acuerdo para renovar y se marchó a Alcalá de Guadaira, de Segunda B: allí acabó su grado y compartió portería con Cidao.
El título disipó las fronteras y aceptó sin obstáculos a Murcia. «Ya no estamos hablando de compaginar, sino dedicarte en cuerpo y alma al fútbol sala. Si te llama ElPozo, no puedes rechazarlo». Además, su convenio con la UCAM le permite estudiar un máster 'on-line'. Su primer reto, con el filial, es subir a Segunda; el más ambicioso, postularse en el primer equipo, con porteros de talla mundial como Juanjo o Edu. «Estás ahí de tercer portero y si se daba la oportunidad, tener algún minuto en Primera División, pero debutar, para mí, era todavía impensable». Su primera convocatoria fue ante Ribera Navarra en la segunda jornada por un golpe de Juanjo. Lo jugó todo Edu, pero el primer paso estaba dado.
La invitación a la pista se la dieron los resultados. «No se estaban dando como queríamos y Dani Martínez apostó por mí, a lo mejor por el juego de pies que Juanjo y Edu no tienen». Entró en convocatorias sin que mediaran bajas: tres porteros. «No quiero que se lesionen, mi oportunidad me la gané yo». El 21 de diciembre ante Peñíscola, la solución cuando el cuadro castellonense se puso 3-4. Su equipo dominó con su juego de pies, pero no pudo alterar el marcador. «La verdad es que salió bastante bien; no pudimos remontar, pero lo tuvimos ahí. Muy feliz de debutar en Primera División. Y con ElPozo, imagínate».
Repitió en el derbi murciano ante Cartagena. «Con el Palacio lleno… estaba flipando. Íbamos por detrás y tuve la oportunidad de salir, nada, dos o tres minutos». Después, fue convocado a la Supercopa de España: cayeron en semis contra Betis, pero no jugó. Su tercer partido fue ante Inter. «Estuvimos haciendo Edu y yo el cambio todo el partido. Salía con el pie para sorprender porque estábamos un poco corto de jugadores». Fue también a la Copa de España, aunque tampoco tuvo minutos. «Para alguien que ha mamado el fútbol sala en Segovia, vivirlo dentro… fue una experiencia brutal». Trabaja día a día para repetirla: las mañanas con el primer equipo y las tardes con el filial. Esperando la llamada, con los pies listos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
J. Gómez Peña y Gonzalo de las Heras (gráfico)
Sara I. Belled y Jorge Marzo
Melchor Sáiz-Pardo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.