Martín Miguel: Cardar la lana junto a la ciudad

Martín Miguel debe su topónimo –más exacto, su antropónimo–, como ocurre con tantos otros pueblos castellanos, a quien lideró su repoblación. Tal y como se reconquistaba un territorio a los musulmanes, el conquistador se quedaba con las tierras y nada más propio que bautizar el lugar con su nombre.

Ya a finales del siglo XIII se llamaba como hoy. Luego su evolución económica y social, como en la actualidad, ha estado muy vinculada a la capital segoviana de la que solo dista 15 kilómetros.En el momento más álgido del negocio de los paños y la lana en Segovia, Martín Miguel se convirtió en una suerte de polígono empresarial de la época, con artesanos de los oficios de cardar la lana que iba a las fábricas de la ciudad. Hoy quienes van son las personas –cada vez menos jóvenes quedan en el pueblo– y no los productos, para trabajar en la vecina Segovia y la industrial Valverde del Majano.

Sin embargo, ese pasado de actividad económica no impide que Martín Miguel cuente con un buen patrimonio histórico y artístico. En ese catálogo destaca la iglesia parroquial, dedicada a San Bartolomé. Se trata de un edificio gótico de tres naves con torre y ábside de tres paños en la cabecera. El templo tuvo tres puertas de acceso, aunque hoy solo existen dos a ambos lados de las naves; la capilla mayor se cubre con bóveda de crucería, mientras que las naves lo hacen con cubiertas de madera, entre las que sobresale por su belleza la de la nave central, que es un artesonado mudéjar de par y nudillo con dobles tirantes. También en el interior, destaca el retablo mayor que es un ejemplo del churrigueresco segoviano; otros dos retablos en las naves laterales completan el ornato.

El otro edificio religioso es la ermita del Santo Cristo del Humilladero. Y en arquitectura civil destaca la Casa del Pósito, donde se almacenaba el grano, que es la muestra del pasado económico del pueblo.