Segovia
Falele se jubila: San José despide a su panadero de toda la vidaEl barrio segoviano rendirá homenaje al día 28 de noviembre a Fernando Marín, que cede el testigo de la panadería del barrio a María, su hija
En el corazón del barrio de San José Obrero, en la calle Tomasa de la Iglesia, la panadería Marín se prepara para cerrar uno de los capítulos más longevos y queridos de la historia del comercio local. Fernando Marín, el popular Falele, se jubila el próximo 31 de diciembre, después de cincuenta y dos años atendiendo el negocio familiar que su padre abrió hace siete decenios. Nacido en 1960, Falele cumple sesenta y cinco años el 24 de noviembre. Para celebrar su cumpleaños y su inminente retiro, el barrio le rendirá un emotivo homenaje el día 28, a las seis y media de la tarde, en la plaza de San José. Habrá música, refrescos, bollos recién horneados y una cena comunitaria. El acto, promovido por la Asociación de Aguederas San José-Mirasierra, en colaboración con la Cofradía de Nuestra Señora de La Piedad y la Asociación de Vecinos de San José, cuenta con el apoyo entusiasta de todo el vecindario.
La panadería Marín ha sido punto de encuentro, refugio matutino y termómetro social del barrio. «Suelo abrir a las seis y media de la mañana, es mi costumbre, y tengo clientes desde esa hora. No son pocos los que vienen antes de ir a trabajar, no solo del barrio, sino de toda Segovia», cuenta Falele con la naturalidad de quien lleva medio siglo repitiendo la misma rutina. «Solo descanso diez días al año. Empecé con mi padre y he seguido igual».
«En pandemia, repartimos a domicilio por toda Segovia, a clientes y a quienes no lo eran», recuerda Fernando
La historia de Marín comenzó cinco años antes de que Falele naciera, pero en el barrio de Santa Eulalia, donde la familia tenía la tienda. «Aquel establecimiento, modesto pero bien surtido, vendía lo esencial en una época de escasez: pan, leche, bollos, poco más». Los Marín se trasladaron después al recién construido barrio de San José Obrero, y Fernando nació ya en la nueva casa, encima del actual establecimiento. «Aquí arriba», indica.
Falele entró en el negocio en 1973, con trece años. «Estaba haciendo el bachillerato; mi padre me dijo: por la mañana y por la tarde aquí, y por la noche, a estudiar». Y así, entre sacos de harina y cajas de leche, completó sus estudios. «Son muchos años ya», y la tienda ha sido testigo del desarrollo del barrio. «¡Claro que he conocido a los primeros vecinos de San José! ¡Tres generaciones han pasado por aquí: los padres que llegaron cuando se construyeron las viviendas, sus hijos y ahora los nietos. De los pioneros me acuerdo de todos».
«Mi padre deja una huella imborrable para todos, y eso debe ser el gran regalo que se lleve», afirma María Marín
Marín ha vendido productos, pero también ha sido un entrañable lugar de convivencia donde la vida de barrio ha fluido con plenitud. «Aquí se ha hablado de todo, de fútbol, de la vida, del barrio... Y hoy sigue siendo exactamente igual», apunta Fernando, que cederá el testigo a su hija, María. «Marín no ha sido solo un pequeño gran negocio, con muchísimo sacrificio, sino un lugar donde se ha hecho comunidad, donde se han entablado relaciones de amistad, donde la gente acudía, muchas veces, a por una sonrisa y un rato de charla. Mi padre deja una huella imborrable, y ese debe ser el gran regalo que se lleve. Se ha ganado el cariño de todos, sin excepción, por lo que es: una gran persona», interviene María.
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El comercio de proximidad está en crisis. O eso dicen. Unos cierran por falta de relevo generacional y otros, por la presión que ejercen las grandes superficies y la venta 'on-line'. Marín ha sobrevivido a base de adaptarse. Tampoco es lo mismo una panadería que una zapatería. «Al principio se vendía pan, leche, bollos… ahora es todo: alimentación completa, bebidas, productos frescos», explica Falele. «Hay que reciclarse; adaptarse a los tiempos». La crisis de 2008 se notó porque «la gente compraba menos, cosas más básicas», pero la pandemia fue distinta. Con la covid-19, la tienda emergió como servicio esencial. «Repartimos a domicilio por toda Segovia, a clientes y a quienes no lo eran. No dejamos de servir a nadie», recuerda con orgullo. Incluso las personas mayores recibieron su compra en casa.
El homenaje del 28 de noviembre es fruto del afecto acumulado, y Fernando se muestra abrumado pero agradecido: «Yo me iría de pasada, pero también gusta que te reconozcan. Estoy muy agradecido. Lo mejor que me llevo después de tantos años es el trato con la gente, con las personas», no duda en afirmar. Y sabe que se le echará de menos, pero... «tengo ganas de descansar».
Boutique de barrio
Al contrario de lo que ocurre con otros comercios, el futuro de Marín es prometedor. El cierre de la panadería tradicional no significa el fin del servicio. María Marín Molinera, que ya regenta el estanco familiar a pocos metros de la panadería, tomará el relevo en 2026. Tras una reforma mínima, el local se convertirá en un estanco «con tienda de conveniencia». Seguirá habiendo pan, leche, agua, bebidas, productos básicos e incluso servicio de fotocopias. «Intentaré continuar con la filosofía de mi padre: un lugar no solo de compra, sino de reunión. Será como una 'boutique de barrio': de aspecto moderno pero con alma», desvela María, que apunta a las familias jóvenes que llegan a los barrios de San José y de la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia: «El barrio está cambiando, creciendo; queremos cubrir nuevas necesidades y crear otras».
El día 28, San José celebrará la memoria viva de un barrio. Falele representa la última generación de comerciantes que abrían a las seis de la mañana, que conocían a sus clientes por su nombre, que repartían en pandemia, que escuchaban penas y alegrías tras el mostrador. «Me quedo con las personas», repite. Y el barrio, con él.
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