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Juan Carlos, delante de su establecimiento de la Calle Real. Antonio de Torre

La joyería Bayón cuenta las horas para echar el cierre

La edad de jubilación y la falta de relevo generacional empujan a Juan Carlos Martín a poner fin al negocio que su abuelo Timoteo fundara hace cien años

Carlos Álvaro

Segovia

Viernes, 24 de octubre 2025, 23:31

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Juan Carlos cuenta las horas para bajar la persiana definitivamente. Cuando esto se produzca, a finales de noviembre, la emblemática joyería Bayón entrará, por méritos propios, en la pequeña gran historia del comercio local. Con ella se irán casi cien años de vida segoviana, a pie de la siempre efervescente Calle Real.

Un gran cartel anuncia la liquidación en la fachada de este ilustre establecimiento literalmente incrustado en la roca caliza que sustenta la muralla de Segovia. Su propietario, Juan Carlos Martín, tercera generación al frente del negocio, cumplirá sesenta y cinco años el 17 de noviembre, y ya tiene decidido el cierre, aunque aún no sabe si se jubilará del todo porque acaricia la idea de abordar algún que otro proyecto. «Un negocio es algo muy esclavo, y estoy cansado. Me temo que hasta aquí hemos llegado», anuncia.

La joyería Bayón hunde sus orígenes en los albores del siglo XX, cuando Timoteo Martín Bayón, abuelo de Juan Carlos, comenzó su andadura como relojero. Natural de Torreiglesias, Timoteo no era un simple artesano: su oficio le permitió recorrer el mundo. Durante la Primera Guerra Mundial, arregló relojes en Alsacia, y más tarde cruzó el Atlántico rumbo a Nueva York, siempre con las herramientas que le permitían el sustento en la mano. «Era un trabajador artesanal y no le faltó trabajo», recuerda su nieto con indisimulado orgullo. En los años veinte, Timoteo abrió un humilde taller de relojería en Segovia, en una tiendecita que alquiló en la Calle Real, varios números por debajo de la actual. Allí nació su hijo, Jesús, padre de Juan Carlos. Tiempo después, en plena República, la familia dio el paso decisivo cuando construyó el edificio que desde entonces ha albergado la joyería, un inmueble muy singular apostado en la mismísima muralla medieval que abraza la ciudad vieja. «Está adherido a la piedra y es muy pequeño, más de lo que parece. En la tienda lograron ganar espacio picando la roca caliza», cuenta Juan Carlos.

Testigo

Estos dieciocho metros cuadrados han sido testigo mudo de casi un siglo de transformaciones, tanto en el devenir del comercio como en la propia ciudad. En sus comienzos, Bayón era exclusivamente una relojería, la especialidad de Timoteo, pero el negocio evolucionó con el tiempo. Ya en los años sesenta, cuando los padres de Juan Carlos estaban al frente, el establecimiento se había tornado en joyería. «Fue una época de bonanza económica en España, y la venta de oro y joyas nos convirtió en un referente para segovianos y turistas». Los visitantes extranjeros, con un elevado poder adquisitivo, no dudaban en llevarse una alhaja como recuerdo de su paso por Segovia. Los jueves, día de mercado, cuando la provincia entera se volcaba en la ciudad, eran especialmente frenéticos. «No teníamos tiempo ni para comer, estábamos todo el día con clientes».

La joyeria, en 1954. Foto Río

El local de los Bayón es un ejemplo de cómo el ingenio puede transformar un espacio reducido en un lugar lleno de vida. Sus escaparates, siempre cuidados, y su trato cercano han sido la clave de su longevidad. «Si estás en este mundo, tienes que emplearte a fondo», afirma Juan Carlos, que comenzó a trabajar en la tienda cuando tenía diecisiete años, junto a sus padres. La Calle Real era entonces la arteria comercial de Segovia, lugar de tránsito constante donde los comercios familiares marcaban el pulso de la vida local, y aunque parezca que no, porque el tipo de negocios ha cambiado, así sigue siendo. «Físicamente es la misma Calle Real de siempre; los comercios no». La irrupción de las franquicias y de las tiendas enfocadas exclusivamente a un turista que ahora visita Segovia a diario han transformado el paisaje de la calle, pero la esencia de la vida de barrio persiste, en opinión de Juan Carlos. «Es que al final haces vida de vecino. Da igual que el comercio de al lado se dedique a una cosa o a otra. En el día a día, recoges un paquete, das un cambio... Franquicias o no, no dejan de ser comercios de proximidad».

La falta de relevo generacional hace inviable la persistencia de Bayón. «Mis hijos han seguido sus propios caminos, no quieren saber nada de esto». El cambio en los hábitos de consumo, la competencia de internet y otras cuestiones también subyacen en el fondo de la decisión, de manera que la joyería es estos días lugar para las despedidas. Clientes habituales y turistas se acercan para adquirir alguna pieza a mejor precio y decir adiós a un establecimiento que forma parte de la identidad de Segovia. «Estoy sacando género de antaño. Hay que intentar vender todo lo posible». El cierre está previsto para finales de noviembre porque Juan Carlos quiere pasar las Navidades fuera, sin trabajar: «No sé lo que es eso».

El nombre de Bayón, tomado del segundo apellido del abuelo Timoteo, desaparecerá de la Calle Real, pero el local seguirá ahí, apoyado en la roca de la muralla, como recordatorio silencioso de una época pretérita, cuando los comercios familiares eran el alma de la ciudad vieja.

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