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Puerta de acceso al hotel Victoria, en 1969 y en la actualidad. DE LA FUENTE / EL NORTE
Segovia

El encanto del viejo hotel Victoria

Su último regente, Nicolás Rascón, asiste con pesar a la ruina del inmueble, que aún exhibe la verja de forja del acceso, cual pecio de un barco sumergido en el océano

Carlos Álvaro

Segovia

Lunes, 25 de abril 2022

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Si el ferrocarril, que llegó a Segovia a finales del siglo XIX, se llevó por delante las viejas ventas de carretera y propició el declive de las posadas y mesones centenarios, también activó el primer turismo organizado, que encontró en el automóvil el espaldarazo definitivo. De ahí a la aparición de los hoteles no hubo más que un paso. En Segovia, los primeros nacieron con el siglo XX y alcanzaron su apogeo en la segunda década de la centuria. Uno de ellos fue el recordado Victoria, en el número 5 de la Plaza Mayor, que sigue muy presente en la memoria colectiva merced a los avatares urbanísticos que rodean el inmueble que lo albergó (o lo que queda de él).

Por José Tudela, amigo y cicerone de Antonio Machado en su aterrizaje en Segovia, sabemos que el hotel Victoria ya funcionaba a finales de 1919, pues ambos almorzaron en su comedor antes de la instalación definitiva del poeta en la ciudad. Dice Tudela que el hotel era entonces «más bien una fonda donde se conservaba la mesa redonda para los huéspedes permanentes y otras pequeñas para los eventuales», un alojamiento humilde, aunque «don Antonio aún lo quería de mayor modestia» porque sospechaba que los precios «de ese hotelero han de exceder algo a mis recursos», dice el poeta a Tudela en carta de 28 de noviembre de 1919. Al final, el amigo encontró lo que Machado quería en la calle de los Desamparados, «una pensión de cinco pesetas con habitación independiente, aunque modesta».

En los anuncios de la época, a comienzos de la década de 1920, el hotel Victoria proponía «cómodas e higiénicas habitaciones, luz eléctrica, precios muy económicos y coches a todos los trenes». Muy cerca estaban el hotel París-Fornos y el hotel Comercio Europeo, en las calles Infanta Isabel y Melitón Martín (hoy Herrería), respectivamente, y, por supuesto, el hotel Casas, de excelente y reconocida cocina, uno de los preferidos por las parejas de novios para celebrar el banquete de bodas, aunque todos los hoteles daban esta opción, amén de los bailes y de las fiestas de Nochevieja que convocaban a «las distinguidas familias de la buena sociedad segoviana». El paso del tiempo fue devastador con el París-Fornos, pero se portó mejor con el Comercio, el Casas y el Victoria, que llegaron a convivir con el Gran Hotel Las Sirenas, abierto en 1952, y el hotel Acueducto, inaugurado en 1964.

«El Sirenas y el Acueducto eran nuestra competencia, sobre todo en la contratación de bodas y banquetes. El Acueducto empezó muy fuerte y el Sirenas llevaba años en boga. Luego se les sumó Magullo. Nosotros aguantamos el tirón por el buen comer y el servicio que ofrecíamos», dice Nicolás Rascón, regente del Victoria durante sus últimos años de funcionamiento, entre 1969 y 1990. Rascón recuerda con nostalgia aquel hotelito de la Plaza Mayor que tantas alegrías le dio y asiste con pesar a la ruina del edificio, que aún exhibe la verja de forja del acceso como único elemento reconocible del establecimiento, cual si fuera el pecio de un barco sumergido en el océano. «Me enteré de que los dueños del Victoria querían dejarlo y traspasarlo, y allí nos fuimos, mis dos hermanos y yo, que teníamos muchas ganas de tener un negocio propio y salir adelante. Contábamos con unos ahorrillos, pero fue viable porque mi abuelo puso la firma y mi padre, Pedro Rascón Herranz, hipotecó un prado, amén de la ayuda de la Caja de Ahorros de Segovia, que confió en el proyecto. El negocio quedó a nombre de mi padre y el 1 de abril de 1969, Martes Santo, entramos en el hotel», rememora Nicolás.

La escalera, antes y ahora. DE LA FUENTE / EL NORTE

Los nuevos dueños se encontraron con un alojamiento emblemático que funcionaba bien y un plantel integrado por un cocinero y dos pinches, un camarero jefe y dos ayudantes, un botones y cinco camareras, tres de ellas con servicio en el hotel desde los tiempos de la Guerra Civil, «mayores pero conocedoras del funcionamiento interno del hotel». Nicolás y sus hermanos, Pedro y Gabriel, fueron introduciendo mejoras para adaptar el establecimiento a los nuevos tiempos. «Aprovechamos la fama de su cocina, aunque mejoramos el servicio, lo profesionalizamos. Nunca escatimamos nada y dimos buen género. Fue la clave», señala.

El hotel contaba con dos comedores abajo, uno para 150 comensales y otro para 60, y otro arriba, decorado con una cenefa de Lope Tablada. Cuando había bodas, o comuniones, utilizábamos los tres salones e incluso alguna habitación, de la que se retiraban las camas». Bar no tenía, pero los nuevos regentes lo instalaron aprovechando parte del vestíbulo. «Hicimos un bar que fue el primero en servir el vino en copa y a cinco pesetas. También innovamos con el vaso 'on the rock' para servir el güisqui. Eran años de mucha creatividad». La hostelería florecía y vivió momentos de esplendor en los años setenta y ochenta. «Mi hermano Pedro era un profesional de la barra, había trabajado en los mejores sitios de Madrid, y sabía lo que se hacía. Iniciativa suya fue el pub Oasis, en la calle Isabel la Católica, negocio que abrimos en aquella época y atendimos junto al hotel», cuenta Nicolás.

La reforma también afectó al alojamiento. «Cambiamos los colchones, reformamos las habitaciones, pusimos baños y muebles nuevos, y decoramos los salones y el vestíbulo, que quizá sea lo que más recuerde la gente, con su escalera enmoquetada, la lámpara de varios brazos y la piedra de Sepúlveda con que recubrimos las paredes. La verja de forja blanca en la que puede leerse el nombre ya estaba, pero la pulimos y adecentamos. Era un hotel con solera, en el que se alojaban personas de Segovia ya mayores, con cierto poder adquisitivo, que decidían pasar sus últimos años de vida en un hotel. También eran huéspedes habituales los viajantes del comercio y la farmacia, turistas de todo tipo, equipos de fútbol que venían a Segovia a jugar algún partido, los toreros, los actores y actrices del Juan Bravo...».

'La prima Angélica'

El Victoria ha quedado inmortalizado gracias al cine. En 1973, Carlos Saura rodó en él escenas de 'La prima Angélica', con José Luis López Vázquez. El protagonista regresa a Segovia, ciudad en la que había pasado la Guerra Civil siendo niño, para dar sepultura a los restos de su madre, y se aloja circunstancialmente en el hotel de la Plaza Mayor. Los planos que la película ofrece del establecimiento contribuyen a perpetuarlo en la memoria. «Estuvieron varios días rodando. Incluso López Vázquez se alojó en el hotel. La habitación que sale en la película era la mía, en la que dormíamos mi mujer y yo, que vivíamos allí prácticamente. También grabaron en los tejados algunas escenas», desvela Rascón. La película, estrenada en 1974, todavía bajo la dictadura, levantó ampollas. Saura se había atrevido a revisar lo ocurrido en la Guerra Civil a través de la memoria del hijo de un 'rojo' y reivindicar con ello la necesidad de una reconciliación de los españoles con su pasado más reciente.

Inauguración del bar del hotel en 1969. DE LA FUENTE

En la pequeña historia del hotel Victoria, que llegó a tener dieciocho trabajadores fijos y treinta extras en los momentos de máximo apogeo, también quedarán los campeonatos de mus que Nicolás alentó durante años por Navidad, al hilo de los triunfos internacionales de Juan Herrero, el popular Juanito el de la Taurina, y Antonio Lafuente, pareja campeona del mundo en 1974.

«Teníamos un contrato para veinte años y en 1989 expiró. Negociamos con los herederos de los propietarios y la vinculación se extendió un año más. Pero no hubo entendimiento y lo tuvimos que dejar. No quedó más remedio. Ahora leo la prensa o paso por allí y me apena. En el Victoria se quedó una parte importante de mi vida, mi juventud (porque tenía veinticuatro años cuando entramos), la infancia de mis hijos, el trato con los clientes... ¡Tantas cosas, tantos recuerdos!», rememora Nicolás.

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