
Han pasado casi años desde que el de agosto de 1984, Francisco Javier de Santos y su mujer, Sote, se pusieron al frente de El ... Blasón, un bar mesón que abrieron en Coca con toda la ilusión del mundo, la que han mantenido hasta hoy, 22 de diciembre de 2022, día en el que echarán la persiana de un negocio en el que, junto a clientes, amigos y proveedores, han construido una auténtica familia.
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El pasado viernes ya hicieron una pequeña despedida, que continuó el lunes, día de mercado en Coca, con el adiós de todos los que durante años han acudido hasta el bar a tomar el primer café de la mañana antes de montar su puesto, o se han acercado a tomar algo a lo largo de toda la jornada. Y así ha sido también el martes y el miércoles, cuando multitud de vecinos se han acercado hasta El Blasón para despedirse de Javi y Sote. Muchos lo harán también hoy, último día de apertura de un establecimiento que ha formado parte de la historia de la localidad.
«Ya todos los días viene gente que se despide, son muchos años, toda la vida y muchas historias», apunta el responsable, mientras su mujer, Sote, recuerda que ahora al bar van hijos de los que estaban, «que ya no están; nietos de los que estaban, que ya no están». Y es que, por el Blasón, han pasado generaciones de vecinos. Cuando abrieron, al bar iba el que hoy es abuelo, luego su hijo y ahora su nieto.
Aseguran que les da pena dejar el negocio, pero para Francisco Javier ha llegado el momento de la jubilación, tras muchos años de trabajo, ya que comenzó tras una barra a los doce años. Con El Blasón llevan ya 38 años y medio, y, aunque desde la pandemia abren solo a diario, para estar más tranquilos, al final la gente también acude de lunes a viernes, de 10:00 a cierre, o más bien «hasta que se va la gente, no echamos a nadie. Comemos a turnos, y así todos los días».
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Una vida muy sacrificada que no comenzó por casualidad, pues fue una elección. Javier trabajaba en otro bar de Coca y surgió la posibilidad de comprar la bodega de la antigua casa parroquial, a través de una subasta que realizaron los sacerdotes. «La idea era montar un bar, se compró para eso y así fue». El nombre también llegó de la mano del edificio, puesto que en la fachada hay un gran escudo.
Un bar que poco a poco fue creciendo, pues el año siguiente de su apertura, en 1985, se aprovechó la parte superior del inmueble para un nuevo negocio, un restaurante, que el matrimonio mantuvo hasta el año 2001. Por entonces trabajaban con ellos varios familiares, que se marcharon, y, ante la dificultad de encontrar personal, ya que se escogían otros sectores que no tuvieran que trabajar los fines de semana, optaron por quedarse solo con el bar. También posteriormente abrieron los apartamentos 'Las casitas de El Blasón', que Sote seguirá regentando.
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Para Francisco Javier y Sote, El Blasón «lo ha supuesto todo, toda nuestra vida», afirman emocionados, apuntando que sienten por un lado pena por cerrarlo, y por otro satisfacción, porque ha llegado el momento de dejarlo. «Esto es una familia entera, todo el pueblo somos una familia», aseguran, ahondando en todo lo que el bar les ha dado, «amigos, familia, muchos conocidos de los pueblos limítrofes, incluso del extranjero». Y es que Coca es parte del camino de Santiago de Madrid, por lo que muchos peregrinos también han pasado por el lugar, dejando tras de sí multitud de historias y amigos, algunos de los cuales incluso escribían postales desde el extranjero, «en alemán», recuerdan.
La bodega de la antigua casa del cura, convertida en El Blasón, tiene cientos de años, y «cada piedra es una historia», señala Sote, que asegura que van a conservarla, no se plantean alquilarlo, ya que «esto hay que mimarlo».
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Tras años de cenar «a la carrera» en Nochebuena, tras cerrar el bar, para volver a abrirlo, y comerse las uvas a toda prisa, esta Navidad, el matrimonio podrá disfrutar de su familia, especialmente de sus hijos, «que no hemos disfrutado antes, y de nuestro nieto, de dos años y medio». Aunque Sote seguirá con Las Casitas de El Blasón, «también vamos a divertirnos un poco».
Todo ello lo harán a partir de mañana, no sin antes agradecer la confianza, durante décadas, a todos sus clientes, familiares, amigos, proveedores, repartidores y comerciales, entre otros, «que al final son amigos todos, nos han dejado muchas vivencias». Las puertas de El Blasón se cierran llenas de recuerdos, de forma especial «a los que nos han dejado, que han sido muchos».
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