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La columna fue llevada hasta el Cerro Gallinero con una yunta de bueyes. Word

La fascinación por los estilitas y las columnas

Cerro Gallinero ·

El artista Domingo Sánchez Blanco da por concluida una de sus obras con su colocación en este Centro de Arte y Naturaleza de Ávila

María JesÚs Gutiérrez

Salamanca

Lunes, 14 de junio 2021, 10:22

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Concluir una obra y dar por finalizado un proceso es una de las obsesiones del artista Domingo Sánchez Blanco, creador del cementerio de arte de Morille. Y eso es lo que ha ocurrido hace unos días con la colocación en el Centro de Arte y Naturaleza 'Cerro Gallinero', en Ávila, impulsado por Carlos de Gredos en 2010, de una de sus columnas -por las que parece que siente una fascinación si se sigue su trayectoria- creada para una exposición de Segovia.

Una columna que tiene una gran historia tras de si, y que no es la primera que realiza este artista, muy conocido por sus intervenciones fuera de lo común.

La primera de ellas llegaría por su fascinación por los estilitas, que le llevaron a crear en 2004 una acción titulada 'Estilita taconeador', en la que él mismo se subía a lo alto de una columna para marcarse un zapateado flamenco. Para ello construyó una pilastra de madera de tres metros, sobre cuyo fuste inscribió la frase del Génesis 'Haya firmamento en medio de las aguas que separe unas de otras' y durante la perfomance que realizó cargó con su columna como Cristo camino del Calvario. Tras realizar esta acción, Sánchez Blanco consideró que la obra no estaba acabada, pues necesitaba un lugar donde quedara para la posterioridad, arrojándola al mar, en la desembocadura del Tajo en Lisboa, en el año 2005.

Su siguiente obra ligada a las columnas llegaría con un proyecto público para Alcobendas en 2006, para el que el artista realizó dos grandes columnas de granito de los canteros de Los Santos, «de estilo indefinido y fuste acanalado, que reproducían exactamente la forma y las dimensiones de la columna utilizada por Buñuel en la película 'Simón del desierto'. Una de las columnas alcanzaba los ocho metros de altura, y otra más bajita, a la que se adosó un tobogán infantil, alcanzaba tan sólo los tres metros», según explica el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid Miguel Cereceda.

Pasaron casi 10 años hasta que el artista se vio embarcado en otro proyecto ligado a las columnas, en esta ocasión en Salamanca, provincia en la que vive, y concretamente en Morille, donde se realizó una especie de homenaje a los motoristas fallecidos en accidente de carretera, que fue a la vez un acto de protesta por el peligro que suponen los llamados quitamiedos, de ahí que fueron precisamente estos elementos los elegidos para crear la obra 'La verdad está a sus pies'.

Imagen principal - La fascinación por los estilitas y las columnas
Imagen secundaria 1 - La fascinación por los estilitas y las columnas
Imagen secundaria 2 - La fascinación por los estilitas y las columnas

Una obra similar fue la que en 2019 formó parte de la exposición 'Reconsiderando el monumento' de Miguel Cereceda en el Palacio Quintanar de Segovia. Para ella, Sánchez Blanco realizó una nueva columna con quitamiedos pero colocó en lo alto de su capitel un par de zapatos rojos en homenaje al artista conquense Julián Pacheco, que en los años sesenta se marchó primero a Barcelona y luego a París huyendo del franquismo y se gastó un dinero reunido por sus compañeros para una causa política en unos zapatos rojos de charol. Un gesto que para Domingo Sánchez caracterizaba al artista por «su capacidad de hacer cosas extraordinarias en medio de un mundo ordinario», considerándolo una especie de nuevo estilita («un personaje que, a pesar de su apartamiento del mundo, convoca a su alrededor una energía inquietante y seductora», explica). Esta nueva obra llevó por título 'El nuevo fundador de las columnas de los estilitas'.

Tras finalizar la exposición, Cereceda y Sánchez Blanco decidieron donar la obra al Ayuntamiento de Cuenca, localidad del homenajeado, sin éxito. Después llegó la pandemia, tiempo en el que la obra estuvo en un almacén segoviano, mientras los artistas se dedicaron a buscar un espacio donde colocar la pieza y dar por concluido un proceso y ese ha sido el Cerro Gallinero, un lugar donde volver a erigir la columna en homenaje a Julián Pacheco en plena naturaleza.

Una yunta de bueyes fue necesaria para llevar la columna de casi cinco metros hasta lo alto del cerro, y desde allí la obra «está compitiendo con la propia naturaleza humana», afirma Domingo Sánchez, quien añade que «en este caso, estilitas somos todos, que tratamos de comunicarnos con los demás» y en esta obra «la columna se convierte en altavoz» de una situación que el artista quiere denunciar, como ha sido la dificultad para encontrar un lugar donde ubicar su obra.

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