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Toma de temperatura en la entrada de un centro comercial. WORD

China se asoma a su 'nueva normalidad'

Un salmantino residente en Pekín explica cómo ha cambiado el país después de dar por superada la pandemia

D. BAJO / WORD

Domingo, 27 de septiembre 2020, 17:18

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«En China llevamos más de un mes sin un solo contagio de transmisión local». Es la explicación que da un salmantino residente en Pekín de cómo están las cosas en el país que vio nacer al coronavirus. En enero todo el mundo miraba de reojo hacia el Este, preguntándose qué pasaba en China y por qué levantaban un hospital de la noche a la mañana. Han pasado unos cuantos meses, aunque hayan parecido años, y nadie habla ya de cómo están las cosas en China porque básicamente en China ya dan por superada la pandemia.

Escuchar el testimonio de este salmantino no deja en muy buen lugar a los gestores nacionales ni europeos, aunque hay que tener en cuenta que China es una dictadura y que la información oficial disponible está mucho más vigilada que en Occidente. Aún así, la situación allí parece más que controlada. «En Pekín llevamos más de dos meses sin un caso confirmado, desde un brote en un mercado que cerraron de inmediato». Las autoridades chinas temen que lleguen casos desde el extranjero, pero ponen todos los medios para evitarlo. Por ejemplo, hace unos días detectaron a dos inmigrantes ilegales en una ciudad fronteriza con Myanmar llamada Ruili. La respuesta de China fue «hacer test masivos a toda la población y controlar a los inmigrantes y a sus contactos». Ruili, según la Wikipedia, tiene 145.000 habitantes, más o menos como Salamanca capital.

Esta política se aplica en todo el país. Durante el último mes han hecho «test hipermasivos» en Hong Kong «porque había brotes, pero ya se ha dado por controlado y se han roto las vías de transmisión del virus».

Las autoridades chinas «están seguras de que con las medidas de control, el virus ya no fluctúa por el país y que sólo habrá casos importados desde el extranjero. A esa gente se le blinda y se le mete en un centro de cuarentena. Si detectan a un positivo se hacen pruebas masivas y se vigila. Yo me he sentido protegido. Se ve que las medidas funcionan y que la gente en cuarentena está rastreada continuamente. No pueden saltársela», aclara.

China «ha seguido con medidas muy estrictas de entradas y salidas» tanto de nacionales como de extranjeros, insiste, aunque con el inicio del curso académico han relajado un poco la presión sobre algunos colectivos. Los extranjeros con visas válidas por asuntos personales, estudios o trabajo pueden entrar en el país «si respetan los 14 días de cuarentena». Y si tienen permiso de residencia se les renueva la visa aunque esté caducada «porque al parecer hay déficit de profesores de inglés, de profesores nativos. Muchos colegios no los encontraban para reabrir el curso y han relajado un poco» las exigencias sanitarias.

Y ya hay planes para noviembre porque «se supone que ese mes empiezan con la vacunación masiva». Militares y personal diplomático en el extranjero ya se han inmunizado «y la vacunación masiva está planeada para ya».

Vida cotidiana

La vida diaria en Pekín es prácticamente normal. E insistimos en el 'prácticamente'.

«Los extranjeros estamos tranquilos. En mi trabajo la gente no usa mascarilla o la lleva retirada. La situación se ha relajado mucho. Los centros comerciales, tiendas, hoteles... están abiertos. Los cines también, pero con aforo limitado. La gente se mueve y tiene ganas de salir. Tienen cuidado, pero ya no se retiran unos de otros. En Pekín es como si no pasara nada, y en otras regiones van incluso sin mascarilla». En Pekín es obligatorio usar cubrebocas sólo en el interior de los edificios públicos. La excepción son los restaurantes «donde van sin mascarilla y está todo lleno. Y el metro está prácticamente atestado, casi al 100%».

Vecinos de Pekín en la calle y sin mascarilla. WORD

La medida de la confianza de los chinos en la situación sanitaria de su país la dará la fiesta nacional del 1 de octubre. «Mucha gente cogerá ocho días vacaciones y la pandemia se da por superada, porque el turismo doméstico se ha reavivado y la gente ha perdido el miedo a viajar».

Pero el diablo está en los detalles y el coronavirus ha cambiado algunas cosas que quizá nunca vuelvan ser iguales. La mascarilla no es obligatoria en la calle «pero casi todo el mundo la lleva», hay señales en el suelo para guardar la distancia de seguridad y hay controles de temperatura «por todas partes». Cada vez que un cliente entra en una tienda o un restaurante le toman la temperatura y le hacen rellenar un cuestionario por si hiciera falta llamarle o rastrearle. Y hasta las condiciones de trabajo han cambiado: algunos camareros llevan placas LED prendidas en la solapa que muestran en tiempo real la temperatura de su cuerpo «para que el cliente vea que no tienen fiebre y se tranquilicen. Es como la placa donde iría el nombre, pero llevan un LED con la temperatura corporal».

Camareros con placas LED. Qué época nos ha tocado vivir...

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