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Alaska, divina con un vestido ceñido al máximo, en uno de sus primeros temas.
Fangoria vuelve a reinventarse por enésima vez

Fangoria vuelve a reinventarse por enésima vez

Cecilia Hernández

Jueves, 8 de septiembre 2016, 13:20

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Hay ganas de fiesta. De cerveza de caseta. De algodón de azúcar. De paseo cervantino y hasta de coche de choque. Pero, sobre todo, de roce y saltos en la Plaza. De bailes hasta la madrugada. De revisitar clásicos como los que ayer dejó Fangoria a miles de seguidores de todas las edades, en un aperitivo memorable que deja el listón muy alto para el resto de menú que perfila el programa musical este año.

Alaska y Nacho Canut fueron fieles a su sello, coherentes con su trayectoria y sobre todo, especialmente ella, ceñidos a un tipo de música que ha reclutado miles de fans a lo largo y ancho de su discografía. Embutida en un vestido negro divine, y acompañada por dos bailarines ataviados en color dorado, Alaska no pudo empezar de mejor manera el primero de los conciertos de las fiestas. Atacó a su legión de seguidores donde más les alivia, con dos temas Dinarama que ejerció el efecto muelle esperado. Mi novio es un zombi y ¿Cómo pudiste hacerme esto a mi? convirtieron la Plaza en una pequeña gran Bola de Cristal.en la que el que más y el que menos se acordó de Mario Vaquerizo. ¿Alguien es capaz de reinventarse tantas veces como Fangoria? Hablamos de Fangoria, pero también de Dinarama y de Kaka Deluxe. Todos estuvieron ayer sobre el escenario.

No tardó en calentarse el público -que abarrotó la Plaza Mayor como si de la Nochevieja Universitaria se tratara-, que se metió en el papel desde el primer tema y que solo dejó de botar para abuchear sus primeras palabras, en las que además de señalar su satisfacción por actuar en tamaña Plaza, recordó el vibrante concierto fechas atrás en la Plaza Mayor de Valladolid.

Un desliz inocente -alguien le debió advertir de la absurda rivalidad- que enmendó rápidamente Alaska recurriendo a un repertorio más fangoriano. Con ¡Qué desfachatez!, Quiero ser santa y Fiesta en el infierno, la Plaza contuvo el aliento para aguantar durante casi dos horas de un concierto que no dejó indiferente a nadie. Alaska en estado puro; Canut camaleónico. Y Fangoria infinita, retorciendo palabras de amor para hacer vibrar a los presentes a ritmo de clásicos eternos como Perlas ensangrentadas, Mil campanas o A quién le importa.

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