Gorros que destapan la alegría
En la actualidad hay 26 delegaciones repartidas por España, con 36 delegadas que llegan a cubrir 46 hospitales
E. MARTÍN / ICAL
Lunes, 14 de septiembre 2015, 12:40
«Ver como la autoestima de un niño con cáncer aumenta por el simple hecho de mejorar su aspecto, me hace sentir muy bien». Lo dice Leticia Falagán, psicóloga y, desde hace cinco meses, delegada de Kimo Kap en Salamanca. Confiesa que también ha vivido momentos duros, pero la satisfacción que recibes pensando que ellos se van a sentir mejor, «no tiene precio».
Kimo Kap es una iniciativa solidaria que consiste en la elaboración de gorros-bandanas para los niños que están enfermos de cáncer. Actualmente hay 26 delegaciones repartidas por España, con 36 delegadas que llegan a cubrir 46 hospitales. Leti se unió al proyecto después de trabajar como voluntaria con ASION, la asociación que lleva el ocio en los hospitales de Madrid, junto a Jeanne DeMontluzin de la que solo tienen palabras de agradecimiento y admiración y a la que asegura «todos deberían conocer».
Kimo Kap tuvo su origen en Madrid, cuando en marzo de 2014 Jeanne DeMontluzin, una americana de Nueva Orleans que volvió a nacer tras superar un cáncer hace 13 años, trabajaba como voluntaria de ASION en el Hospital de La Paz.
Cuando llegó la primavera y pudo comprobar que los niños tratados de cáncer se quitaban ya sus gorros de lana dejando al descubierto sus cabezas pelonas, se dio cuenta que tenía que hacer algo. Por eso, empezó a darle vueltas a la idea de crear algo que sirviera para cubrirse la cabeza cuando apretara el calor, y que fuera alegre, gracioso, animado y divertido. Habló con los oncólogos y enfermeras para ceñirse a las necesidades de los críos, e inició el proyecto Kimo Kap, inspirado en las palabras Quimo Cap, «gorro de quimio» en inglés. A raíz de la aceptación que tuvo en Madrid, el proyecto se fue extendiendo por todo el país.
La cabeza de un enfermo con cáncer es extremadamente sensible. No le puede dar la luz del sol y cualquier roce sobre el cuero cabelludo le supone dolor. Aunque muchos deciden ponerse una gorra, la parte trasera del cuello suele quedar al descubierto. Por eso, los Kimo Kap están diseñados teniendo en cuenta una serie de características especiales. No tienen costuras, de manera que no rozan la piel tan sensible del cuero cabelludo de un niño enfermo. Tienen una extensión trasera para tapar el cuello, y son reversibles, con un diseño alegre y estampado y otro más discreto, para que dependiendo del estado de ánimo que tenga el niño ese día, se lo coloque según le parezca.
La solidaridad como principio
Kimo Kap es un proyecto solidario en el que todas las personas que colaboran lo hacen de manera totalmente altruista. No tienen sede, ni cuentan con ayudas económicas, y se nutren de los voluntarios que donan telas, las costureras que cosen los Kimo Kap de manera particular, y las tiendas que hacen talleres para ello. Todo aquel que quiera colaborar con esta causa, lo puede hacer de cualquiera de estas maneras. La difusión del proyecto es otra de las mejores ayudas con las que puede contar Kimo Kap, «sobre todo a través de páginas web o redes sociales», nos explica Leti.
Las telas con las que se elaboran los Kimo Kap reúnen ciertas características que habrá que tener en cuenta si se quiere colaborar con el proyecto. Son 100 por 100 de algodón, ya que la sensibilidad de las cabezas pelonas es extrema y este material es el más indicado. Además, los estampados irán acordes con la edad. «No podemos darle un Kimo estampado con ositos a un chico de 15 años «porque nos dice que te lo pongas tú».
Teniendo esto en cuenta, se elaboran tres tallas, la S de cero a tres años años, la M de cuatro a ocho años y la L de ocho en adelante. Los Kimos no se venden, sino que se reparten por los hospitales cada cierto tiempo de manera que siempre tengan una remesa de la que «poder tirar».
Cada Kimo va envuelto junto con una tarjeta dibujada por otros niños en las que les infunden mensajes de ánimo y buenos deseos para superar los difíciles momentos, «algo que los pelones reciben con una inmensa ilusión porque ven que otros niños se acuerdan de ellos». Aunque las tasas de supervivencia en el cáncer infantil aumentan de manera significativa, cada año 1.100 niños son diagnosticados de cáncer en España.