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Ramón Martínez y Santi Llorente posan al cumplirse cincuenta años de su entrada en el Real Valladolid en la cafetería que sirvió para dar a conocer la segunda equipación de esta temporada. En detalle, una imagen de hace cincuenta años. José C. Castillo
50 años de su llegada al Pucela

El verano de los canteros en el Real Valladolid

Ramón Martínez formó hace medio siglo, junto a Santi Llorente, el primer juvenil nacional del club blanquivioleta. En su primera etapa debutaron 41 canteranos con el primer equipo

J. C. Cristóbal

Domingo, 10 de agosto 2025, 12:20

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La historia de los clubes la escriben los futbolistas; en ocasiones, los entrenadores; y alguna que otra vez, los presidentes. Si el relato va en papel blanco y violeta, habrá que añadir una figura más, la del director deportivo, y colgar en la pared del futuro museo del Real Valladolid el retrato de Ramón Martínez, quien hace cincuenta años, en el verano de 1975, entró en la sala de máquinas del viejo José Zorrilla para sentar las bases de una revolución que parece reverdecer estos días, la de la cantera pucelana.

Hace medio siglo pasó un tren por la ciudad, y el Real Valladolid no se quedó en el andén a verlo pasar, sino que se subió a él. «Pablo Porta, a poco de entrar como presidente de la Española, decidió crear una liga nacional juvenil para la temporada 76-77 en la que deberían estar todos los equipos de Primera y Segunda; Fernando Alonso, que era el presidente del Real Valladolid se asustó del ridículo que podría hacer el club en el campeonato, pensaba que si con el Asklepios [el equipo vallisoletano que entrenaba Martínez] le habíamos ganado 3-0, qué resultados podrían caerle contra el Real Madrid o el Atlético», recuerda Ramón Martínez, que acababa de hacer campeón regional de la categoría al Asklepios.

El encargo de Alonso fue claro: «tú que conoces bien la categoría, tienes un año para formar una plantilla competitiva». Y a ello se puso. «Fernando Alonso era un presidente que creía en la cantera, pero que para esa temporada fichó jugadores a base de dinero como Antón y Aníbal [del Valencia]. A mí me ficha para seleccionar a los mejores jugadores juveniles de Valladolid, entrenar con ellos martes y jueves, jugar juntos algún partidillo, y que el domingo jugasen con sus equipos, con el San José, el Zorrilla, el Cristo Rey o el San Carlos. A la vez, ese mismo año le hacía informes al entrenador del primer equipo, Héctor Núñez, y al año siguiente me ofreció la secretaría técnica, salieron varios nombres para dirigir a ese primer Real Valladolid juvenil, le dije a Fernando Alonso que conocía a uno que seguro iba a funcionar bien, y ese nombre era Santiago Llorente, que dirigía al Zorrilla».

Inicios

«Le dije a Fernando Alonso que conocía a alguien que seguro iba a funcionar bien, y ese nombre era Santiago Llorente, que dirigía al Zorrilla»

Ramón Martínez

Exsecretrio técnico del Real Valladolid

Llorente cita la plantilla de ese juvenil 76-77 como si fuera un viejo profesor recordando a sus primeros alumnos, desde el portero Bernabé al extremo Aragón, con nombres ilustres en medio de la lista como Gail y Borja, y otros que todavía resuenan en la memoria de los aficionados más veteranos, como Pascualete, Poveda, Poncela o Conde. «Se nos escapó Sánchez Vallés, que entonces jugaba de delantero en el Cristo Rey, y era un fenómeno, pero prefirió marcharse al Real Madrid. Me sentó muy mal», se lamenta Martínez.

El equipo empezó la liga con timidez, con muchos empates, llegó la única derrota en la vieja Ciudad Deportiva de la Castellana [3-0 contra el Real Madrid, que no pasó del 2-2 en la vuelta en Zorrilla, donde se hicieron dos millones de taquilla y el club merengue anotó en su agenda el nombre de Borja, que ese día jugó de líbero] y luego cogió carrerilla con un montón de goleadas. Los dos recuerdan como una fecha clave la victoria por 1-0 contra el Atlético, que iba líder. «Como sabes, muchos partidos se jugaban antes que los del primer equipo [otros partidos se jugaron en el campo del San Pedro Regalado]; era Reyes, cuando empezamos no había casi nadie, pero la gente fue llenando las gradas poco a poco y en los últimos minutos el Zorrilla estaba casi lleno, todos pendientes de nosotros; cuando marcamos en el último minuto, Aragón en plancha de cabeza, eso fue un clamor, la afición de volcó con el equipo y empezó a conocernos, a tenernos en cuenta».

Primeros entrenamientos

«No pudimos empezar a entrenar hasta enero, porque no había sitio. Al menos conseguimos que nos instalaran una torre con luz»

Santi Llorente

Exsecretario técnico del Real Valladolid

Por aquel entonces el Real Valladolid se estaba marcando un Zaragoza, la 76-77 era la decimotercera temporada consecutiva fuera de Primera División, todavía había que esperar tres más para el retorno, pero la base de la cantera ya estaba en pie para ser una parte protagonista del cambio. «Cuando entramos nosotros el Real Valladolid tenía el primer equipo, en filial, uno aficionado y el juvenil; creamos equipos en todas las categorías y la evolución fue más natural». También había que tener en cuenta el nivel de las instalaciones, que se limitaban al campo de tierra de la Federación [anejo al Zorrilla], que no siempre estaba disponible, y había que conformarse con el solar que había entre el campo y las instalaciones de la Hípica, o en la trasera que había entre el estadio y el Puente Colgante. «No pudimos empezar a entrenar hasta enero, porque no había sitio. Al menos conseguimos que nos instalaran una torre con luz», recuerdan los dos.

Por tradición, la cantera del Real Valladolid era pura piedra, sin apenas frutos; más por necesidad que por fe, el año de Tercera, el filial que llevaba el nombre de Europa Delicias elevó nombres como Cardeñosa, Lorenzo, De la Cruz o Melo, que tuvieron amplia carrera en Primera; después aparecieron con cuentagotas los Landaburu, Javi Díez y Toño, pero sin que fueran el resultado de una política de club. A esa primera hornada de los Borja y Gail se fueron uniendo los que Ramírez y Llorente pescaron en los equipos de Castilla y León, como el segoviano Minguela y el leonés Jorge, y más tarde, la continuidad de los Eusebio, Juan Carlos, Fonseca y Onésimo. «En mi primera etapa en el club, hasta 1988, llegaron a debutar con el primer equipo 41 canteranos, algunos de ellos llegaron a ser internacionales y muchos dejaron un buen dinero en caja con sus traspasos. En el primer año con Cantatore, de 23 jugadores en la plantilla, 14 eran de la cantera; y tengo fotos en que, del once titular, hay ocho y hasta nueve jugadores de casa», afirma con orgullo Martínez.

Jugadores de la casa

«En el primer año con Cantatore en el banquillo, de 23 jugadores en la plantilla, 14 eran de la cantera»

Ramón Martínez

Exsecretario técnico del Real Valladolid

Fernando Alonso fichó, quizá por pura casualidad, a dos entrenadores con gusto por la cantera: Luis Aloy, que llegaba del Barcelona Atlético y, aunque fracasó, arrancó la era del 'Barçadolid' con los Moré, Rusky, Estella, Serrat, Mir, Botella o Calderé; y, sobre todo, Paquito, que desde el primer momento apostó por los jóvenes. Ya en el año del primer juvenil 76-77 debutaron con los mayores Borja, Pascualete y Bernabé, y cuando se instauró la obligación de alineas a dos jugadores sub 20 en el once titular, en 1979, al Real Valladolid le dio la risa porque ya utilizaba a sus canteranos sin necesidad de ampararse en un reglamento. En ese sentido, el Pucela del ansiado ascenso a Primera tenía como titulares indiscutibles a Gail, Jorge y Sánchez Vallés, y Borja y Minguela no lo fueron por sus lesiones; la justicia poética del fútbol quiso que el último gol del viejo Zorrilla fuera de uno de ellos [Gail] y el primero del nuevo Zorrilla de otro [Jorge].

Ramón Martínez y Santi Llorente, que añadió al cargo de entrenador juvenil el de segundo del primer equipo, recibieron con Gonzalo Alonso la continuidad que se ganaron con Fernando Alonso. Fue una de las épocas doradas del Real Valladolid, con la serie más larga de doce temporadas en Primera, el título de la Copa de la Liga y el, debut en Europa; la cantera era uno de los mejores patrimonios del club, la delantera Onésimo-Pereira-Bernal mantuvo el pie por unos meses las tribunas del estadio del Paseo de Zorrilla y la agenda de Ramón Martínez ya no era el papel en blanco que se llevó desde el Asklepios, ahora estaba cargada de teléfonos, de nombres, de contactos, los necesarios para fichar a leyendas como el Pato Yáñez, el Loco Fenoy [gracias al 'robo' del teléfono de una agenda ajena] o Vicente Cantatore. «Entonces apenas veíamos a los jugadores, teníamos, eso sí, todas las revistas de fútbol de Sudamérica y estábamos al tanto; Yáñez vino a probar con el Barça, que entonces tenía a Schuster y Maradona, preguntamos por él y nos pedían una millonada, hasta que le dijeron que le hacían ficha del filial, él se negó, y vimos una oportunidad. Firmamos el papel sobre una caja de botellas de cerveza». El caso de Cantatore fue más rocambolesco. «Queríamos a Osvaldo Zubeldía, que hizo campeón del mundo a Estudiantes, estaba en Colombia y se murió de un infarto en enero; el siguiente en la lista era Carlos Bilardo, pero le llamó la selección de Argentina, en desagravio vino a jugar un partido en Valladolid; entonces nos dieron el nombre de un tal Cantatore, que lo estaba haciendo bien en Chile. Cogimos el avión, nos conocimos, y estuvo un tiempo en Valladolid viendo al equipo; aceptó con una condición, que se siguiera en Primera». Y el Pucela se salvó en la última jornada en el Sánchez Pizjuán.

Residencia de Jugadores

«Marcos Fernández [padre] hubiera podido crear lo que es ahora un Villarreal»

Santi Llorente

Exsecretario técnico del Real Valladolid

En su segunda etapa, ya con un bagaje en el Barça, y con contrato con el Real Madrid [no conectó con Capello], Ramón Martínez aceptó la oferta de Marcos Fernández –«padre», recalca–, con el que trabó una gran amistad hasta el mismo día de la muerte del presidente. Con el contrato ya firmado, Fernández le reconoció a Martínez, «sabes lo que te digo, ahora que ya has firmado, te hubiera dado el doble», y éste redobló el envite, «sabes lo que te digo, que al Valladolid hubiera ido de balde». Son las armas de un director deportivo de entonces: pasión por el fútbol –«si no te gusta esto, es imposible, es muy duro coger un coche y marcharte a Linares, por ejemplo, a ver a un jugador»–, instinto para echarle el ojo a un futbolista en apenas unos minutos, decisión para subirte a un avión o dar un telefonazo de madrugada, disimular como un jugador de mus para no descubrir tus cartas y desviar la atención, horas y horas de fútbol, desde los campos de tierra del Pinar, del Seminario o del Sotillo, a los céspedes del Bernabéu y del Camp Nou. Ramón y Santi recuerdan cómo nació el proyecto de la Residencia de Jugadores, unos planes de futuro que se quedaron a medias, «Marcos hubiera podido crear lo que es ahora un Villarreal», sentencia Llorente.

Ya fuera del fútbol profesional, cuando Ronaldo Nazário le pidió consejo a Ramón Martínez al entrar en el Real Valladolid, éste le dijo que controlara Castilla y León, que tuviera controlados a todos los chicos que pudieran salir de Salamanca, de León, de Burgos, de Palencia. «Me miró como si pensara que le estaba tomando el pelo, como si fuera un lunático». Y al Apolo se hubiera subido Ramón Martínez de saber que en el lado oscuro de la Luna había un jugador interesante para el Real Valladolid; otros se quedan mirando el dedo que la señala.

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