Protagonista en las dos orillas
Santi Cuesta, un asturiano de Valladolid que jugó en CeutaLa hostelería le ha ocupado tras dejar el fútbol. Internacional en todas las categorías hasta la Sub-21, jugó una temporada en el Ceuta y tres en Pucela, antes de ser traspasado al Espanyol
José Anselmo Moreno
Jueves, 14 de agosto 2025, 07:36
Santi Cuesta empezó a darse cuenta en el Ceuta de que los años no pasan en balde. Comenzó muy joven, comiéndose la banda izquierda, fue internacional en todas las categorías de la selección hasta la Sub 21 y hay jugadores que si empiezan pronto, se apagan pronto. Dice que poco antes de su retirada, cuando subía la banda, ponía uno de sus centros en carrera y miraba para atrás... el terreno que le quedaba hasta retroceder empezó a parecerle más grande de lo habitual.
Santiago Cuesta Díaz (Avilés, 1971) es uno de esos amigos que te deja la profesión de periodista. Era cuando podíamos interactuar con los jugadores. Otros tiempos. Lo conocí con 18 años y me lo presentó una compañera de trabajo que hacía las prácticas de periodista. Acabaría siendo su mujer, se casaron en Barcelona cuando Santi fichó por el Espanyol.
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Tres temporadas vistió la camiseta del primer equipo blanquivioleta en Primera. Hizo buenas inversiones inmobiliarias en La Victoria, algunas a medias con su cuñado Víctor Ferreras y su compañero en el Espanyol Jordi Lardín. Tras retirarse, montó un negocio de hostelería de mucho éxito, El Truébano, y más tarde tendría otro local en Parquesol, El Encuentro, junto a varios excompañeros. También vivió los años de Estación Gourmet. Vi de cerca su ilusión en la inauguración de todos esos lugares así como sus decepciones en la etapa de futbolista. Entonces nos desahogábamos de nuestras respectivas profesiones, solo que lo suyo era noticia y yo me comprometía a no contarlo.
Aunque muy asturiano y muy de la sidra, solo una vez le escuché hablar con acento de la tierra. Amigo de su paisano Luis Enrique, con quien coincidió en los años de selección, asegura que «el Pucela es el equipo de mi ciudad porque aunque soy asturiano me considero también vallisoletano y no me cuesta ponerme en la piel de esos chicos que aspiran ahora a subir al primer equipo, fui uno de ellos».
«Cuando yo debuté acababa de cumplir 19 años y entonces no era tan habitual que debutaran chavales tan jóvenes. Mis mejores años fueron en el juvenil y el sub 19, me llevé muchas amistades de entonces y guardo un gran recuerdo de Endériz que fue mi primer entrenador», asegura un futbolista que vivió su eclosión aquel año tan mediático de los colombianos en Pucela.
Tras retirarse pasó de correr la banda a correr la barra, del bar. Aunque también corría, y mucho, en las pistas de pádel, deporte en el que era una bestia. «Cuando dejas la élite, quieres seguir compitiendo y lo fácil es el pádel. El campo es pequeño y tampoco hay que correr mucho», comenta.
Dice que él no pasó la depresión esa tan manida que algunos futbolistas tienen tras el fútbol. Asegura que conoce a jugadores que después de retirarse estuvieron mal pero eso «no me sucedió a mí». Internacional hasta la Sub 21, a punto estuvo de ser campeón olímpico. Fue uno de los últimos descartes de Miera para Barcelona'92.
Tras dejar Valladolid y hacer buenas temporadas en el Toledo y, sobre todo, en el Castellón, empezó a diluirse precisamente en el Ceuta y se retiró en el Cacereño al darse cuenta de que ya no era el mismo. «Cuando subía la banda, me daba la vuelta y miraba todo lo que me quedaba para volver a mi puesto. Ya era demasiado para mí, no sentía que fuera el de antes y en eso momento me dije: 'a otra cosa'. Recuerda el día de su debut con la blanquivioleta con muchos nervios y se muestra encantado de haber jugado en el Real Valladolid. «Pucela me lo ha dado todo y seguiré siendo del Pucela toda la vida».
Sus centros en carrera eran espectaculares, por eso Marcos Fernández, muy amante de su juego, lo repescó casi a título individual en su segunda etapa en Valladolid, en la que no tuvo suerte. Perdonó dinero al Espanyol y se arriesgó a firmar solo un año aquí, pero en ese «cara o cruz» la moneda le jugó una mala pasada. Fue la temporada de Espárrago y tres entrenadores más después del uruguayo. En esa etapa siguió viviendo en su piso de La Victoria, justo encima de su negocio de hostelería. Venía entonces de no jugar con Camacho en ese histórico Espanyol, aunque paradójicamente el técnico murciano le ponía de ejemplo ante el lateral titular. Durante los entrenamientos, el de Cieza pretendía mejorar la calidad de los centros de Torres Mestre y ponía a centrar a Santi para que el dueño de esa demarcación se fijara en cómo lo hacía el asturiano. Surrealista.
En Valladolid fue Pacho Maturana el que realmente empezó a confiar en él. Quitó el puesto a Lemos y al término de esa temporada fue traspasado al Espanyol por algo más de cien millones de pesetas junto a Goyo Fonseca, aunque en operaciones independientes. Realmente el mejor Santi Cuesta apareció el año que el Pucela disputó la liga Sub 19. En ese equipo, junto a sus amigos Garrido, Mata, Ferreras, Chuchi Macón etc parecía que iba para jugador grande. Su privilegiado tobillo, sus centros que solo había que empujar... Ya para entonces le había hecho debutar en Primera Fernando Redondo, aunque previamente había sido convocado por Cantatore para un partido oficial.
A nuestro rival de este viernes, el Ceuta, llegó con 29 años a petición del primer técnico ceutí de esa temporada, Crispi. El equipo militaba en Segunda B y aspiraba al ascenso. Crispi, un entrenador muy recordado en Palencia, fue destituido y acabó la temporada el paraguayo Cayetano Ré. El Ceuta de entonces era un equipo puntero en la categoría y pagaba bien, lo que decantaba la balanza para que algunos jugadores abandonaran la península. Pelearon esa campaña por el ascenso pero acabaron sextos. Santi dice que ya era consciente de que «apuraba» sus últimos años y su cabeza estaba puesta en regresar a Pucela. Así lo hizo meses después y aquí sigue.
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