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Carlos Amigo, arzobispo de Sevilla, fue en su juventud un forofo del portero Goicolea. En detalle, una imagen de Goicolea. Emilio Morenatti-Efe
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Monseñor Amigo, hincha de Goicolea

De como Enrique Valdivieso, fallecido hace unos días, pidió al autor del artículo una foto del portero del Real Valladolid para entregársela al arzobispo de Sevilla

José Miguel Ortega

Sábado, 15 de febrero 2025, 17:21

La noticia de la muerte reciente de Enrique Valdivieso me ha hecho recordar la curiosa historia de cómo le conocí y el favor que me pidió encarecidamente para el entonces arzobispo de Sevilla y futuro cardenal, Monseñor Amigo.

La amistad con Carlos Valdivieso tuvo su comienzo a finales de la década de los ochenta gracias a su hermana Clara, a quien yo conocía desde los tiempos en que trabajaba en la emisora 'La Voz de Valladolid'. Gracias a ella, su hermano y yo nos vimos en el bar San Pablo, creo recordar, en donde estuvimos un par de horas hablando de fútbol, del Real Valladolid, porque él era un ferviente hincha blanquivioleta a pesar de la distancia que existe entre la capital del Pisuerga, en donde nació, y la del Guadalquivir, en cuya Universidad era catedrático de Historia del Arte.

Valdivieso hablaba y hablaba de sus tiempos jóvenes y de las íntima amistad que tuvo con Zaldúa, cuando en 1959 el navarro fichó por el Valladolid, jugando primero en el equipo juvenil, después en el Europa Delicias y finalmente en el conjunto blanquivioleta en primera división, alternando el fútbol con los estudios de bachillerato en el Centro Cultural, cerca del viejo estadio Zorrilla, para que el tiempo entre las clases y los entrenamientos fuera lo más breve posible.

Enrique tenía muy buena memoria y recordaba alineaciones de los equipos de su infancia y juventud, pidiéndome opinión sobre los jugadores de entonces, de los ídolos de su juventud y de la mía. Hablaba del Pucela con una pasión que me sorprendía, teniendo en cuenta su condición de catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla y de experto de fama en la pintura española y europea en el Siglo de Oro. Vamos, que ponía la misma emoción al hablar de un gol de Coque que al describir un cuadro de Murillo.

Nos veíamos desde entonces casi siempre que él venía a Valladolid y en uno de esos viajes me sorprendió con una petición. «Supongo que en tu archivo de jugadores del Real Valladolid, tendrás alguna foto de Goicolea y me gustaría que se la hicieras llegar a nuestro paisano Carlos Amigo, actual arzobispo de Sevilla y, como sabrás, nacido en Medina de Rioseco, a quien me une una gran amistad. En Sevilla nos vemos con cierta frecuencia y hablamos de muchas cosas, también de fútbol, pues era en su juventud muy aficionado del Valladolid, y en especial de este jugador, Goicolea, que fue portero en los años cincuenta. Sería un magnífico regalo si le mandas la foto».

Le contesté que sí tenía la foto y que se la entregaría a él para que se la llevara al futuro cardenal –fue nombrado en el año 2000 por el entonces Papa, Juan Pablo II– pero me contestó que sería mejor que se la enviara yo y así podría agradecérmelo personalmente. Enrique me facilitó la dirección del arzobispado de Sevilla y le envié la foto de su viejo ídolo por correo certificado para asegurarme de que le llegaría sin problemas.

En efecto, el señor arzobispo recibió la carta y me contestó poco después con una tarjeta en la que me agradecía encarecidamente aquella foto que, según sus palabras, le quitaba muchos años y le trasladaba a los lejanos tiempos de juventud en que era un seguidor fiel del Real Valladolid y, en especial, de su guardameta.

Francisco Javier Goicolea Areitio había nacido en Durango en 1926 y tras jugar en el equipo de su pueblo y en el Baracaldo, estuvo a punto de fichar por el Valladolid en la temporada 1948-49, la del estreno en primera división, con Helenio Herrera de entrenador. Al técnico argentino le hablaron muy bien de este joven portero vizcaíno que –esto lo sabe poca gente– estuvo en Valladolid unos días pero fue detenido por la Policía Militar por haberse ausentado sin permiso del cuartel en el que hacía la mili.

El fichaje por los de Zorrilla tuvo que retrasarse tres años, hasta 1951, cuando ya contaba con 25 años y podía disputar la titularidad a Saso, hasta entonces indiscutible en el marco blanquivioleta. En la primera campaña, 51-52, con Ipiña de entrenador, 'Pachi' Goicolea jugó 27 partidos y Saso 11, y en la segunda, 52-53, con Iraragorri en el banquillo, Goicolea 26 y Saso 7, lo que le valió al durangués para fichar por el Barcelona, en cuyas filas estuvo cuatro temporadas jugando solo 5 partidos porque Ramallets era mucho Ramallets. En cambio sí fue titular en el Condal, donde jugó como cedido e intervino en 27 partidos durante la 1956-57, única campaña en que este equipo estuvo en primera división. El Condal, con Goicolea en la portería, jugó en Zorrilla el 28 de octubre de 1956 y perdió por 3-0, con dos goles de Badenes y uno de Murillo. Esta fue la última vez que el portero vasco pisó el césped del feudo vallisoletano. Tras su retirada se quedó a vivir en Cataluña, falleciendo en Hospitalet de Llobregat en el año 2.000, cuando contaba con 74 años de edad.

Entonces, monseñor Carlos Amigo fue nombrado cardenal, mientras que Enrique Valdivieso había publicado ya un libro: 'Los cromos de fútbol del Real Valladolid. La época dorada (1948-1964)' con la editorial Maxtor, que yo le recomendé, y en el que además de refrescar la memoria de los aficionados dejaba una prueba inequívoca de su vallisoletanismo, igual que en otro libro, 'Memoria del viejo y desaparecido Portugalete vallisoletano', donde plasmaba muchos de los recuerdos de su infancia y juventud en su ciudad, mi ciudad, en la que yo sigo al pié del cañón, volviendo la vista atrás para contar estas historias a mis paisanos.

La visita del Sevilla C.F. al nuevo estadio José Zorrilla sirve para compartir la curiosa y entrañable anécdota de la foto de Goicolea que mi amigo Enrique Valdivieso me pidió para el entonces arzobispo de la capital andaluza, Carlos Amigo. Una historia con la vertiente triste de que ninguno de los tres protagonistas está entre nosotros, con el dolor añadido de la muerte del profesor Valdivieso, vallisoletano adorado por los sevillanos, entrañable amigo al que quiero homenajear con este artículo que seguramente le arrancará una sonrisa allá donde esté.

Yo pediré un par de vinos en el San Pablo para recordar viejos tiempos.

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