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José Anselmo Moreno
Miércoles, 7 de mayo 2025, 19:46
Con Manzano el Pucela atesora la mejor clasificación del siglo (octavo empatado con el séptimo) y el Mallorca, una Copa del Rey. Entrenador serio, sin estridencias, salvo la noche que el Real Unión ganó en Zorrilla, su carrera empezó a germinar en Jaén y Toledo y ha culminado en China. Nunca fue futbolista pero, como decía Sacchi, para ser jinete no hay que haber sido caballo. A esa frase, él añade una de Ronaldo, a su juicio «gran jugador y peor presidente», cuando dijo que para tocar bien el piano «no hay que correr alrededor del piano». Manzano se quedó a vivir en Parquesol y dice que si le hubieran ofrecido esta temporada entrenar aquí habría exigido que la situación «se controlara» porque «en Pucela no puedo fracasar».
Y es que Manzano, de viaje por Andalucía y cerca de su mar de olivos durante esta conversación, no está retirado aunque se haya alejado de los focos. Hablar de él en Valladolid es remontarse a Shoji Jo, a aquel García Calvo que jugaba de todo (era su jugador fetiche) o al último triunfo en el Bernabéu (25 años ya). No siguió, la llegada de Lewin exigía más «glamour» y vino Ferraro. Mientras el técnico jiennense iba a salvar al Rayo del descenso, con seis victorias seguidas, y Cruyff decía que Goyo era «un ejemplo a seguir», aquí empezó a estimarse su figura. Fue algo parecido al cambio de Del Bosque por Queiroz en el Madrid, con idénticas consecuencias.
Manzano no era mediático ni tenía frases de esas que te dejan media hora pensando pero, desde lo simple, equilibraba a sus equipos con lo mucho o poco que tenía. Hay que recordar que vivió dos etapas en el Atlético y entrenó también al Sevilla. Como colchonero, fue el último entrenador antes de la todavía vigente era Simeone. En el Mallorca, por cierto, tuvo a Pezzolano, un jugador «técnicamente correcto pero que no encajaba en aquel equipo, donde yo tenía a Borja Valero e Ibagaza en su posición, fue un fichaje de la propiedad que hubo que aceptar aunque su papel fue secundario».
En la isla, tras ganar la Copa, se vio sin equipo al acabar la temporada por un cambio de propiedad. No se querían comprometer decisiones futuras cuando vendió la familia Asensio y él fichó por el Atlético. Dice que a veces le tocó «bailar con la más fea» porque también un cambio de propiedad influyó en que no siguiera aquí, cuando después de su «puñetazo en la mesa» tras caer en la Copa y el respaldo de los Fernández, se puso a ganar sin parar. Recuerda, no obstante, que aquella temporada empezó con problemas: «no querían que jugara Peternac, Torres se lesionó, Rodrigo y Arilson vinieron el último día, César se iba al Madrid y después se quedó, Harold en la Copa América y más cosas, hasta que solidificamos todo no arrancamos».
Cuenta que se puso delante de los jugadores el primer día y les dijo. «No vengo de la elite, como ustedes, así que llego aquí a comerme el mundo y espero que me ayuden en eso». En este contexto encaja una frase que le dijo Eusebio: «Tuve muchos entrenadores, pero de usted me llamó la atención que siempre hacía cambios para ganar». Y Manzano respondió: «Yo venía del barro y llegué a la elite por ganar mucho, no tenía currículo, así que solo ganando mucho pude estar 14 años seguidos en Primera».
Le volvieron a llamar de Mallorca para una segunda etapa tras aquella histórica temporada en que encadenó 7 victorias seguidas y ganó la Copa. «El equipo estaba mal y les dije: no me hagáis esto, yo he salido de aquí por la puerta grande». Al final aceptó, logró la permanencia y estuvo cinco temporadas más. Lógicamente allí se le valora porque es el entrenador con más partidos y en Valladolid, con el tiempo, también se le valoró. Su clasificación daba para jugar la Intertoto, a lo que el club renunció «inexplicablemente». Afirma que la ambición «se debe contagiar al campo desde arriba».
Tal vez el éxito de Manzano radique en su sencillez y en aspectos que solo contempla alguien que no fue futbolista profesional. Y digo tal vez porque ni Mourinho ni Sacchi lo fueron, pero sus veredas no son las mismas. Si el portugués empezó de traductor y el italiano fue vendedor de zapatos, Manzano ejercía de profesor de instituto y de psicólogo aunque ya compaginaba esa faceta con la de entrenador en equipos modestos y, al menos, la docencia y la psicología ayudan a llevar un grupo. Ese pluriempleo le exigió «convivir» con la carretera y la distancia, pero para viaje el que hizo a China. En 2014 firmó por el Beijing Guoan y al año siguiente, por el Shanghái Shenhua. Tras un paréntesis, el Guizhou Hengfeng fue su destino en 2017 y durante tres temporadas. En la Súper Liga china, elegido mejor entrenador, fue un pionero que abrió camino al resto de españoles.
Sigue viendo fútbol desde su casa en Valladolid y, a veces, viajando. Es feliz aquí, donde decidió permanecer porque estaba «a gusto», muy cerca de Madrid y de sus primeros destinos tras dejar el Pucela, como Racing y Rayo. «Después me fui al Mallorca y, con la familia hecha a la ciudad, decidimos quedarnos».
Los últimos años ha habido contactos para entrenar a algún equipo de Primera con la temporada en marcha, a la selección de Ecuador, en Estados Unidos o al Universidad Católica de Chile pero no cuajaron. También ha comentado partidos para televisión y hace tiempo compartimos un Real Madrid-Ajax. En la charla posterior a ese partido, me hizo reflexionar al decir que la sencillez del fútbol «hay que respetarla porque es lo que le hace universal y accesible». Otros entrenadores, más célebres, se empeñan en complicarlo hasta que parece otro deporte.
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