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Una formación habitual del Real Valladolid en la temporada 1949-50. En la parte superior, Saso, Lesmes I, Babot, Lesmes II, Ortega y Lasala; en la inferior, Revuelta, Coque, Vaquero, Aldecoa y Juanco. Salvo éste último, sustituido por Rafa, fueron los que golearon en Zorrilla al Español.
Doble varapalo al Español

Doble varapalo al Español

El Real Valladolid le ganó por 4-0, tanto en Zorrilla como en Sarriá, en la temporada 1949-50

José Miguel ORtega

Valladolid

Sábado, 28 de septiembre 2019, 17:55

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Pese a haber salvado la categoría, con bastantes apuros, por cierto, el Valladolid era un novato en Primera, mientras que el Español había estado entre los grandes desde que se fundó el campeonato de Liga, en 1928.

Era, pues, un rival temido el conjunto catalán cuando visitó Zorrilla el 16 de octubre de 1949, en la séptima jornada liguera, aunque los blanquivioletas habían disputado un partido menos, pues tuvieron que aplazar el choque inaugural como consecuencia del accidente en el que varios jugadores resultaron heridos al ser alcanzado el autocar en que viajaban por un tren, en un paso a nivel.

Antonio Barrios, que reemplazó a Helenio Herrera en el banquillo vallisoletano, le dio al equipo un aire mucho más ofensivo que el de su antecesor, consiguiendo doce goles en los cinco partidos disputados, un serio aviso que el técnico españolista tomó en serio, presentando una alineación claramente defensiva, que renunció al ataque desde el principio.

A los catalanes, la táctica de amontonar hombres en su campo solo les sirvió para aguantar el 0-0 durante media hora. A los 32 minutos abrió el marcador Aldecoa haciendo justicia al claro dominio vallisoletano y haciendo ver al adversario que tendría que cambiar de actitud tras el descanso.

Pero ni siquiera cuando a los tres minutos de la continuación marcó Rafa el segundo tanto local, se apeó el Español de su planteamiento conservador, mientras que el Valladolid siguió a lo suyo, consiguiendo dos nuevos goles en el tramo final, uno de Casas en propia puerta y otro, magnífico, de Coque, que fue la figura del encuentro.

Un dato que reforzaba los méritos vallisoletanos para conseguir tan holgada victoria lo tenemos en que el meta Valero fue, pese al 4-0, el elemento más destacado en las filas españolistas.

La capacidad ofensiva del Pucela se convirtió en una de las grandes atracciones de la Liga –al Celta le metió otros cuatro, y seis al Ath. de Bilbao–, de modo que cuando en la segunda vuelta viajó a Barcelona para devolver visita al Español, los pericos afrontaron el choque con especiales ganas de tomarse la revancha.

A diferencia del disputado en Zorrilla, en este partido el conjunto españolista salió con otra actitud, no permitiendo que el Valladolid tuviera el mando del juego. Caicedo, su entrenador, había previsto un plan para ponerse por delante y conservar después la ventaja, pero un gol de Vaquero a los tres minutos echó abajo demasiado pronto su castillo de naipes.

Quien aplicó esa táctica fue Barrios y, mientras los catalanes ponían mucho corazón y poca cabeza en su empeño, el contragolpe castellano hacía estragos, con dos nuevos goles, ambos de Tatono, antes de llegar al descanso. En el minuto 54, Revuelta conseguía el cuarto y, con todo resuelto, ambos equipos dejaron pasar el tiempo sin otras novedades.

Entonces no era habitual que los aficionados acompañaran al equipo en desplazamientos tan largos y tampoco se transmitían los partidos, ni había carruseles, ni transistores, de modo que quienes asistían al partido final de la Copa de Aficionados que en Zorrilla disputaban el Arces y el Miguel de Prado, se enteraron del 0-4 de Sarriá por una pizarra que se paseó por el campo cuando el delegado llamó desde Barcelona para dar la buena nueva.

El más destacado de aquel segundo encuentro liguero contra los blanquiazules fue, por sus dos goles, el tinerfeño Tatono, que en realidad se llamaba Germán Montañés, y había llegado al Valladolid esa temporada aunque, pese a aquel día feliz, no consiguió ser titular. De hecho, en las dos campañas en que vistió la camisa blanquivioleta, solo consiguió tres goles, aquellos dos de Sarriá y otro en San Mamés al Ath. de Bilbao, durante las dos temporadas que estuvo en la capital del Pisuerga.

Su buena actuación en aquel triunfo sobre el Español no le sirvió a Tatono para ganarse un puesto en el equipo y, en cambio, los ocho goles que encajó en los dos partidos frente a los blanquivioletas, no fueron un obstáculo para que el portero españolista Valero fichara por el Valladolid a la temporada siguiente.

La verdad es que fue una sorpresa aquel fichaje, pues José Valero era ya un veterano que había vivido un largo periplo profesional en el Zaragoza, Barcelona, Tarragona, Granada y Español y cuando le llamó el Valladolid tenía 33 años y esa losa de los ocho goles que le marcaron sus nuevos compañeros. En la 1950-51 empezó jugando Saso, pero al final le llegó a Valero su oportunidad y disputó 17 partidos de Liga y otros dos de Copa en una temporada en la que el Pucela, con Ipiña en el banquillo, terminó en una magnifica sexta posición en la tabla.

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