Al César lo que es del César
Libre directo ·
Aunque reconoce que no es de su agrado, el autor valora el sello que ha logrado imprimir el técnico al Real Valladolid, incómodo para todos sus rivalesalberto cuesta
Valladolid
Lunes, 15 de junio 2020, 22:04
Con aficionados virtuales mal hechos y sonidos enlatados que no se cree nadie el nuevo fútbol ha llegado. Bueno, nuevo según para quien porque si ... nos dicen que el partido ante el Leganés se jugó en marzo estoy seguro de que nadie se llevaría las manos a la cabeza. El desarrollo del encuentro fue tal y como el entrenador había soñado desde que se supo que se reanudaba la competición. Nuevo fútbol, pero mismo Valladolid de siempre.
Del Pucela podemos debatir largo y tendido, pero si hay algo sobre lo que no cabe duda es que es un equipo con sello. Luego ya es cuestión de gustos. A unos les gustará más y a otros menos, algunos darán más importancia a los resultados que al estilo y otros preferirían ganar jugando de otra manera. Personalmente, reconozco que el estilo no me agrada. Es monótono y poco vistoso, con un guión establecido que impide a determinados jugadores demostrar todo su potencial, hay exceso de conformismo, nula autocrítica, muchas excusas y, en ocasiones, falta de ambición, aunque, eso sí, tácticamente es indiscutible. El equipo juega de memoria y eso tiene un valor incalculable sobre todo después de un parón tan largo.
Pese a las críticas y a las diferencias quiero ser justo. Sergio llegó con las ideas muy claras y desde el primer día el equipo ha jugado siempre igual, y no solo es que funcione, si no que algunas tendencias han cambiado. Somos muchos los aficionados que solo hemos conocido, salvo excepciones muy contadas, un Real Valladolid siempre timorato fuera de casa. Un equipo amigo para el rival de turno. Sin embargo, ahora es diferente. Somos un rival incómodo contra el que nadie quiere jugar. Estilos y gustos a parte, eso es mérito del entrenador. Además, desde que llegó, casi siempre hemos ganado los partidos que había que ganar. Entonces, para qué cambiar pensará el míster. Y qué demonios, tiene toda la razón.
Que el juego aburre no creo que sea muy discutible. Desde la perspectiva de algunos aficionados, un espectador neutral o de quien sólo conciba el fútbol como un mero espectáculo se puede interpretar como algo negativo, pero en realidad es nuestra mejor arma. Cansar al rival, desquiciarlo, hacerlo sentir incómodo y anular sus virtudes. En definitiva, sacrificar la estética por el trabajo «sucio''. Que los resultados acompañan es una obviedad, ahora bien, si de verdad queremos crecer, ¿será suficiente?
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