Antonio Calvo, el primer cañonero del fútbol vallisoletano
Conocido como el 'rey del shoot', un disparo suyo rompió la red de la portería
José Miguel Ortega
Viernes, 22 de agosto 2025, 07:46
Uno ha tenido la fortuna de encontrarse con excelentes maestros en su trayectoria periodística, entre ellos Luis Calabia, que despertó en mí el interés por el tiempo pasado, la pasión por recuperar aspectos perdidos de la historia de la ciudad, de las cosas y las gentes del Valladolid de antaño.
Y también del deporte, cuando se llamaba sport y apenas tenía reflejo en las páginas de los periódicos, sobre todo el fútbol que habíamos importado de la Gran Bretaña con su nombre originario –'foot ball'– tratando de castellanizarle con un palabro –balompié– que se inventó sin mucho éxito el ilustre periodista Mariano de Cavia.
Con Calabia tuve la fortuna de escribir unos cuadernillos titulados 'Apuntes para una historia del fútbol vallisoletano' y de conocer a algunos de los protagonistas de aquellos primeros tiempos, sobre todo jugadores y directivos, que me pusieron al corriente de cómo era el fútbol local de principios del siglo XIX, alimentando mi pasión por desempolvar nombres, gestas y anécdotas de aquel juego pretérito.
Uno de los nombres con que me encontré en aquellas charlas fue el de Antonio Calvo, fallecido hacía mucho tiempo, pero entusiásticamente recordado tanto por los de su equipo –el C.D. Español– como por los del bando rival –los Luises– precisamente pos dos conjuntos que al fusionarse dieron origen al actual Real Valladolid.
No escuché a nadie de quienes le conocieron hablar mal del que unánimemente fue considerado como el mejor futbolista de su tiempo, la primera gran figura del fútbol vallisoletano.
Victoriano Vázquez de Prada metió en la directiva al hermano de Antonio y al padre de su novia para que le convencieran de fichar
Antonio Calvo Criado había nacido en Villalón, pero como jugador comenzó a dar las primeras patadas en Deusto, en cuya Universidad estudiaba, aprovechando los fines de semana para pasar el rato con sus compañeros corriendo detrás de un balón y poniendo de manifiesto no solo sus habilidades en el regate, sino también de la potencia extraordinaria de sus disparos.
Tal fue la fama adquirida que llegó a Valladolid donde sus paisanos se interesaron por las hazañas del joven delantero, entre ellos el presidente del Club Deportivo Español, don Victoriano Vázquez de Prada, que tenía mucha amistad con un hermano del futbolista, Melanio Calvo Criado, titular de una farmacia en la calle Regalado, a escasos metros del comercio de telas de Juan García, que era padre de la novia de Antonio.
El propio Vázquez de Prada me contó en una inolvidable tarde que le visité en su casa de la calle María de Molina, que metió en la directiva del Español tanto al hermano del jugador como al padre de la novia, con la sana intención de que convencieran a Antonio Calvo para que regresara a Valladolid y fichase por el Español. El astuto plan del presidente españolista alcanzó sus objetivos y los seguidores del conjunto rojillo pasaron de doscientos a mil seiscientos en unos pocos meses, tanto por el hecho de haber construido un campo propio en el barrio de la Victoria como por los goles de su flamante delantero centro.
Por aquellos tiempos gozó de mucha fama otro delantero que militaba en el F.C. Barcelona, Paulino Alcántara, nacido en Filipinas pero español a todos los efectos, pues su padre era médico militar en las islas cuando éstas estaban todavía bajo la soberanía de nuestro país. Alcántara fue un goleador excepcional –395 goles en 399 partidos con la camiseta azulgrana– un récord que muchos años después solo logró batir Leo Messi.
Pero independientemente de esos datos, Paulino Alcántara entró en la historia porque en un partido con la selección española en Burdeos, un balón rematado por él entró como un obús en la portería francesa atravesando la red ante el asombro del público que asistía a aquel encuentro.
Cuando Español y Real Unión se fusionaron, él no entró porque no le gustaba el fútbol profesional
Antonio Calvo, me contaba el presidente del club, tenía una potencia de disparo similar al del delantero hispano-filipino, pero además estaba en posesión de una calidad técnica muy por encima de la mayoría de los futbolistas de aquellos tiempos. Habilidoso en el regate, era rápido y vertical en sus aproximaciones al área rival, además de generoso en el pase a algún compañero bien situado en posiciones de ataque. Y sobre todo era una amenaza permanente para los porteros rivales con sus disparos tan certeros como potentes.
Me sorprendió don Victoriano con la definición de las cualidades de los antiguos jugadores españolistas: «Araoz no remataba de cabeza porque tenía el frontal de platino, pero era muy hábil con los pies. Stampa era un extremo rapidísimo, Gichi y Ontañón eran dos defensas muy sólidos y el portero García era imbatible cuando le remataban desde cerca y no tanto cuando el balón venía desde lejos porque era corto de vista. Y por encima de todos ellos, Antonio Calvo, cuyo disparo hacía temblar a los porteros. En un encuentro que jugamos en Zamora metió al portero rival hasta el fondo de la portería y en otra ocasión, durante el peloteo previo al comienzo del partido soltó tal trallazo que traspasó la red y se llevó de paso el sombrero de paja de un espectador que estaba detrás de la portería».
Sus fulminantes disparos y aquel lance ocurrido en el campo de la Sociedad Taurina en 1924 convirtieron a Antonio Calvo en el 'rey del shoot' que era la palabra inglesa utilizada en la jerga futbolística para definir el tiro a puerta. Poco después los españoles la bautizamos con el nombre de 'chut'.
Cuando la Real Unión Deportiva (los Luises, para entendernos) y el Club Deportivo Español decidieron enterrar sus diferencias para fundar el Real Valladolid Deportivo, muchos de los jugadores de ambos equipos pasaron a integrar la primera plantilla del nuevo club, en la que no estaba Antonio Calvo porque no le gustaba el fútbol profesional y además porque su salud se vio quebrantada falleciendo muy joven, en Salamanca.
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