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Alumnas participantes en el proyecto preparan la tierra. MANUEL BRÁGIMO

El huerto en las aulas de La Yutera

Alumnos de la Facultad de Educación se sensibilizan desde un punto de vista ecológico que les sirva para enseñar Lengua, Música o Matemáticas

LAURA LINACERO

Palencia

Jueves, 24 de febrero 2022, 08:43

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Aulas con Sabor a Tierra. Así se llama el proyecto que se inició ayer para el alumnado de los grados de Educación Infantil, Primaria y Social de la Facultad de Educación de Palencia y que utiliza el tratamiento del huerto como recurso para las distintas disciplinas. Desde un punto de vista ecológico, el proyecto pretende sensibilizar y formar a los participantes con una metodología vivencial que podrán emplear en la parte práctica de su currículum. «Queremos que vean el huerto como un elemento pedagógico tanto a nivel escolar como social para tratar ámbitos externos», comenta Sonia Ortega Gaite, coordinadora del proyecto en el aspecto pedagógico.

Un hilo conductor sostenible que tendrá lugar todos los miércoles hasta el 11 de mayo en el campus de La Yutera y que ha acogido a 18 alumnos de los distintos grados de educación. «En principio el máximo era quince, pero la participación es tan alta que hemos aceptado tres inscripciones más», apunta Sonia Ortega. Una actividad con una gran aceptación dentro de los estudiantes que, además, resulta muy enriquecedor para su formación. «Es un proyecto que cambia a los participantes tanto de forma personal como académica: por un lado, aprenden a valorar las cosas y, por otro, obtienen una mirada pedagógica de aspectos externos», subraya Sandra Heredero Muñoz, coordinadora de esta iniciativa desde el punto de vista agrícola.

Una combinación de dos ámbitos a priori ajenos entre sí, pero que, como explica Sonia Ortega, confluyen a la perfección en un proyecto común, «introducir el tema educativo en el aspecto ambiental». Con esta idea llevan ya cuatro ediciones y el resultado es motivacional para continuar experimentando dinámicas sensoriales. «Se pueden tratar muchos temas transversales a través del huerto y trabajar el compañerismo, la tolerancia al fracaso o la autoayuda de forma más dinámica», apunta Cristina Merino, estudiante de Educación Social.

Así se unen la parte más agrícola desde la ONG Ingeniería Sin Fronteras Castilla y León junto con el aspecto educativo por parte de la Liga Española de la Educación y la Cultura Popular. «Después de cuatro años, hemos conseguido retroalimentarnos de los conocimientos del otro y es realmente mágico ver cómo funciona esa unión», señala Sandra Heredero.

El objetivo principal de esta iniciativa es conseguir adaptar este recurso dentro de un proceso educativo y abandonar la idea de que sea una actividad puntual. «Queremos que los futuros profesores y educadores sociales comprendan que el huerto puede ser una herramienta muy potente para un uso continuado», añade Sonia Ortega. Una herramienta que daría pie, según explica la coordinadora agrícola, a «tratar asignaturas como lengua, música o matemáticas teniendo el huerto como punto de referencia». Con esa intención ha iniciado el curso Elena Díaz, estudiante del último curso de Educación Social. «A través de este proyecto aprendemos los beneficios de la tierra y así sabremos cómo enfocar la gestión de emociones o la autoestima en un contexto que pueda llamar la atención de los distintos colectivos», explica.

Una herramienta verdaderamente útil que ya se está empezando a emplear de forma generalizada en distintos centros y que podrán poner en práctica en distintos centros educativos y en el centro penitenciario de La Moraleja. Verónica Tamayo, que lleva catorce años trabajando con personas drogodependientes y matriculada en Educación Social, comprende este proyecto como una «metodología muy útil desde el punto de vista de la reinserción que ayuda a los participantes a tomar conciencia sobre el tiempo, aprenden un oficio y sobre todo adquieren cierta autonomía al dotarles de responsabilidad».

Aunque está destinado a una respuesta más profesional, también hay quien se ve motivada por una razón personal. «Yo me he apuntado porque estoy haciendo un doctorado sobre la agricultura urbana, y toco el tema; pero, sobre todo, reflexiono sobre la educación actual», apunta Ana Bartolomé, que ve en la escolarización de su hija pequeña una ausencia de recursos naturales que «hacen que se aprenda de muchos aspectos casi sin querer».

La experiencia es tal que muchos son los alumnos que, tras haber realizado el proyecto, deciden seguir vinculados a la actividad. «Las referencias de los antiguos alumnos son muy positivas, de hecho 32 personas han querido seguir unidas a esta idea y nosotros les dejamos la puerta abierta para colaborar siempre que quieran», apunta Sonia Ortega. Tal es así, que la mayoría de los alumnos que participan vienen recomendados por compañeros. «En clase me lo habían aconsejado y estaba deseando de venir hoy a la primera sesión», apunta Cristina Merino.

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