Salvo los despistados, todos tenemos cuñados, ya sean reales, postizos, políticos, ficticios, anejos o imaginados; o concuñados, que también cuentan y abarcan categorías similares. ... Y es más: a veces pueden incluirse las parejas de nuestros amigos, que casi todo es legítimo cuando se trata de socializar.
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Hecha esta aclaración con amplitud de miras, he de decirles que cuñado viene de cuña. Al menos, así bromeaba mi padre, rico en cuñados y cuñadas de toda condición. Y quiero pensar que se refería a la pieza que se introduce en una ranura, como metáfora de quienes se cuelan en una familia; otras acepciones como la de sinónimo de orinal o de anuncio publicitario, no me cuadran y si lo hacen, no lo veo.
Venga de cuña o no, lo que sí es científico es la vuelta por Navidad. Como cuñados representamos el papel que en otros censuramos, igual que hacemos al ridiculizar a los visitantes de nuestra ciudad, sin reparar que cuando nosotros viajamos también nos convertimos en turistas. Porque al final todos somos cuñados y turistas.
Y en estas Navidades que se aproximan parece ya no molestarnos que el cuñado o la cuñada –que quienes utilizan el lenguaje inclusivo deberían estar también a las duras– ocupe un lugar en la mesa. Ahora queremos estar con él o con ella;y con los turistas, también. Cosas de estos tiempos raros en los que la Navidad bien vale un cuñado.
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