La fiesta de un partido en la cumbre, el Inglaterra-Alemania, que acabó con victoria de la selección anfitriona, coronó ayer una Eurocopa que ha confirmado la eclosión del fútbol femenino como un deporte competitivo capaz de atraer a un público masivo, tanto en los estadios como en las audiencias televisivas. El desarrollo del torneo ha sellado el salto, desde el lleno en unas gradas míticas como las de Wembley hasta el más de medio millón de espectadores registrados en el conjunto de duelos celebrados, con cien mil niñas y niños entre ellos, según los datos de la UEFA. Esta creciente pujanza está acabando felizmente con el estigma que pesó durante años sobre las menores que escogían jugar al fútbol en los patios de los colegios y subraya cómo los aficionados comulgan con los valores de esfuerzo, superación y brillantez que encarnan las nuevas estrellas femeninas del firmamento futbolístico. Unas profesionales que han de ir percibiendo los emolumentos acordes al estatus que vaya logrando la paulatina expansión y profesionalización de su trabajo. Aunque la inveterada imagen del fútbol como un coto masculino terminará de revertirse cuando mujeres lleguen a entrenar equipos de hombres en la élite como ocurre a la inversa.
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