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Carlos Martínez, durante la rueda de prensa posterior a presentar su precandidatura. EFE
Carlos Martínez y la alternancia en la nueva Atenas
Óxidos y Vallisoletanías

Carlos Martínez y la alternancia en la nueva Atenas

El PSOE de Castilla y León comienza una nueva etapa con Carlos Martínez. Por el bien de todos, le deseo suerte. La apuesta parece, a priori, inteligente

José F. Peláez

Valladolid

Viernes, 10 de enero 2025, 06:43

La democracia liberal, hoy tan denostada, se sostiene, entre otras cosas, en el concepto de alternancia. Si se diera un supuesto en el que, respetando todas las reglas, el mismo partido gobernara una y otra vez porque así lo decidiera el pueblo, sería legítimo y democrático. Pero indeseable. En primer lugar, porque la alternancia es la base de la pluralidad política y la garantía de que ninguna fuerza se perpetúe indefinidamente en el poder, previniendo, de paso, la deriva hacia el autoritarismo que todo partido lleva en su ADN como un pecado original. Pero no solo por eso: la alternancia favorece la renovación de ideas, de políticas, de enfoques y de personas, evitando el estancamiento, el nepotismo y la corrupción en las que suele derivar, inevitablemente, una excesiva permanencia en el poder.

En Castilla y León tuvimos la oportunidad de ver esa alternancia en las autonómicas de 2019, cuando PSOE y Ciudadanos recibieron el apoyo de una amplia mayoría. Era aquel un cambio históricamente conveniente, por higiene democrática. Si damos por hecho que la alternancia es deseable, que cuarenta años son muchos -van a superar a Franco- y que en aquella ocasión el PSOE ganó claramente, la oportunidad era perfecta. Lamentablemente, Ciudadanos nunca fue un proyecto serio sino el juguete cesarista de un chaval con escasas lecturas y todavía menos luces. Rivera no permitió a Igea pactar con Tudanca y el resto ya lo saben. Rivera tampoco pactó con el PSOE a nivel nacional, malgastando la oportunidad de llevar a cabo las reformas que este país necesita desde la centralidad y sin la perniciosa participación de la extrema izquierda y del nacionalismo. Echó así al PSOE en manos de sus socios actuales, algo que ha llevado a España a una situación política sin precedentes y al PSOE a la marginalidad y al desprestigio. En honor a la verdad hemos de decir que a Sánchez su propia gente –igual de poco leída y desde luego, lejos también de ser superdotada– le exigió en Ferraz que «con Rivera, no», por lo que, la culpa ha de ser repartida. En este punto hemos de recordar algo que parece haberse borrado de la memoria colectiva: la moción de censura que acabó con el gobierno de Rajoy fue la respuesta de la izquierda al anuncio de Rivera de su propia moción de censura. Es decir, la izquierda temió verse obligada a votar a favor de una moción de censura contra Rajoy que llevara a Rivera al poder. Ese escenario era tan poco deseable que precipitó una moción alternativa liderada por Iglesias, a quien Sánchez debe todo. En resumen, Ciudadanos logró el efecto contrario al pretendido: dejó apuntalada a la izquierda en el poder, impidió el cambio político en los territorios, consiguió el mayor poder jamás soñado para los nacionalismos que vino a combatir, negó su pretendido carácter de bisagra pactando solo a su derecha y, de paso, abrió el camino a Vox legitimando el populismo español anti-autonomista y de banderita en la muñeca. Un genio, el tal Rivera.

El PSOE de Castilla y León comienza una nueva etapa con Carlos Martínez. Por el bien de todos, le deseo suerte. La apuesta parece, a priori, inteligente. No solo porque cierra el paso a todas esas opciones mediocres de las que se ha venido hablando, sino por pura estrategia. Recordemos que si en las últimas elecciones el PSOE no ha sido el partido más votado, se debe solamente a los resultados de Soria. La diferencia total entre PP y PSOE no llega a 16.000 votos. Y Soria Ya! obtuvo más de 18.000. Estratégicamente, la apuesta tiene sentido. Solo recuperando esos votos en Soria –y poco más– le podría valer para ser el partido más votado de nuevo. Quizá no le valga para gobernar, pero, desde luego, descartado ya cualquier pacto de gobierno entre PP y Vox –gracias a Dios–, ser el partido más votado es importante. Porque Vox resulta imprevisible, no se siente obligado a dar su voto al PP y, por ello, antes o después los veremos facilitando con su abstención un gobierno de izquierdas, como ha hecho Le Pen en Francia.

Más allá de ello, que Castilla y León necesita un cambio resulta evidente. La propia lógica de la perpetuación del mismo partido en el poder durante tanto tiempo lleva a la inacción, a la repetición de modelos, de esquemas, de planteamientos y de rostros. Y todo ello trae consigo el desgaste, el inmovilismo, la inacción, la falta de ideas y, lo peor de todo, una carencia de ambición alarmante. Pero que haga falta un cambio no implica que el PSOE pueda darlo. Ese es el problema de Castilla y León: que el votante no se ilusiona con lo que hay, pero que, cuando mira al otro lado, acaba corriendo a votar con la papeleta del PP en una mano y una pinza en la otra. Es complicado votar al partido sanchista para alguien no fanatizado. Uno piensa en Demetrio Madrid, en Quijano, en Bolaños o en Ángel Velasco, luego ve lo que hay y se le ponen los pelos para colgar cuadros. El sanchismo es una máquina de crear votos a la derecha, una apisonadora de ilusiones, una bomba lapa en las expectativas de alternancia. Más allá de la pulsión antidemocrática y autocrática de su caudillo, de su desprecio por la separación de poderes, de su cruzada contra el Poder Judicial y de colonización de las instituciones; más allá de su querencia a la mentira, al engaño y al bulo; más allá de su defensa a ultranza de una financiación singular para Cataluña que condenará a esta tierra a unos servicios públicos deficientes; más allá de todo ello, no conocemos más plan del PSOE para Castilla y León que partirla en dos y ponerla al servicio del proyecto personal de Sánchez.

Pero hay algo peor. En las primeras palabras de Martínez se cuela ya ese tufillo anti-Valladolid que intenta ser un guiño a la gente de Sumar, Podemos, Por Ávila, Soria Ya, UPL, Vamos Palencia y cualquiera de esos partidos que deberían acudir en coalición bajo la marca 'Puta Pucela', para abreviar. Les guste o no, el avance de esta comunidad pasa por la apuesta por su capital. Que, por cierto, no es Villa y Corte, como dice Martínez. Corte sí, lo fue, pero villa no: somos ciudad desde 1596. Maltratar Valladolid no es la solución para gobernar. Aunque quizá no se trate de eso sino solamente de afianzar su liderazgo interno en las otras ocho provincias, aunque sea a costa de no gobernar. Si con lo que el PSOE tiene enfrente -y después de cuarenta años- sigue priorizando las luchas internas a la conformación de una alternativa, podemos llegar a la conclusión de que el PSOE no es quien lidera la alternancia que necesitamos, sino quien la imposibilita. Y si el PP, con lo que tiene enfrente, no es capaz ni siquiera de ganar claramente, yo me lo haría mirar. Todo en orden en la nueva Atenas.

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