El alma de Lantadilla en el interior de su iglesia

La localidad tierracampiña palentina de Lantadilla atesora una de las estructuras religiosas más singulares y monumentales de la región: la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Más allá de su imponente silueta exterior, es en el interior del templo donde se despliega un universo de arte, historia y espiritualidad que sorprende por su riqueza y variedad.

La historia sitúa el origen del primer templo en torno al año 440, atribuyéndolo al rey visigodo Theodoredo. Sin embargo, la estructura actual responde a una profunda reedificación acometida en 1570 por orden del emperador Carlos V, quien encomendó su custodia a nobles ascendientes del Conde de Villariezo. Esta intervención sentó las bases de la iglesia que hoy conocemos, una construcción del siglo XVI que se alza como exponente del gótico rural con influencias renacentistas, especialmente evidentes en su elegante pórtico herreriano, presidido por una escultura pétrea de la Asunción datada en 1646.

La iglesia presenta una planta de tres naves de 40 metros de largo por 25 de ancho, separadas por seis columnas de estilos diferentes. La nave central, más elevada y de doble anchura que las laterales, se cubre, al igual que el resto del templo, por un sistema de trece bóvedas también distintas entre sí. Este recurso arquitectónico, que dota al edificio de un dinamismo visual único, convierte a la iglesia de Lantadilla en un caso excepcional dentro del panorama eclesiástico castellano.

Nada más cruzar el umbral, el visitante es recibido por dos pilas de agua bendita de piedra del siglo XVI, adornadas con curiosos estípites antropomorfos. Este primer detalle anticipa la variedad artística que guarda el templo. Las bóvedas estrelladas y los numerosos elementos barrocos envuelven el espacio de una atmósfera sagrada y suntuosa, entre las que destaca una escultura de Santa Águeda realizada por Alejo de Bahía.

Uno de los elementos más sobresalientes del templo es su retablo mayor, cuya construcción se inició en 1696. Esta imponente obra barroca, realizada en madera dorada y policromada, ocupa por completo el testero del presbiterio y se organiza en varios cuerpos articulados por columnas salomónicas. En el banco destacan dos bellos relieves que representan la Adoración de los pastores y la Epifanía. En el primer cuerpo, flanqueando el sagrario, se encuentran las esculturas de San Pedro y San Pablo. Sobre ellos, en el segundo cuerpo, preside la imagen titular de Nuestra Señora de la Asunción, escoltada por San José y San Isidro. El ático lo ocupa un Cristo resucitado entre Santo Tomás y San Buenaventura, coronado por la imagen del Padre Eterno.

El recorrido por las naves laterales revela nuevos tesoros. En la nave de la Epístola se conservan dos altares de gran interés: uno barroco del siglo XVIII dedicado a Nuestra Señora del Rosario y otro gótico, único en la provincia, elaborado en piedra labrada en el siglo XV, dedicado a San Lorenzo. Este último alberga esculturas bajo doseletes góticos de San Gregorio, San Lorenzo y Santa Águeda, junto a una emotiva imagen de la Piedad del siglo XVI y una escultura de Santa Ana.

La nave del Evangelio, por su parte, acoge el retablo barroco del Santo Cristo, fechado en el primer cuarto del siglo XVIII, y un impresionante Calvario gótico de tamaño natural del siglo XIV, que posiblemente formó parte de un retablo anterior perteneciente a la primitiva iglesia.

La sacristía también merece una mención especial por contener una delicada talla románica en madera policromada de la Virgen con el Niño, de apenas 32 cm de altura, datada en el siglo XIII. Además, conserva una sobria y elegante cajonería de nogal realizada en 1791 por Francisco Javier Quijada, que refuerza el valor patrimonial del conjunto.

Aunque el templo perdió en 1971 su antiguo coro, donde se hallaba un órgano barroco de 1762 obra de Francisco de Toledo, que a su vez reemplazaba a otro de 1583, el interior conserva su esencia monumental, testigo de siglos de historia.

Además de su iglesia, Lantadilla cuenta con otro elemento patrimonial de gran valor: su puente sobre el río Pisuerga. De origen medieval y modificado en siglos posteriores, el puente destaca por sus sólidos arcos de medio punto y por haber sido un paso estratégico en la ruta que conectaba Castilla con la montaña palentina. Durante siglos, facilitó el comercio, el tránsito de ganados y la comunicación entre comarcas, convirtiéndose en un símbolo del vínculo entre el pueblo y su entorno fluvial. Hoy sigue en uso y conserva su trazado tradicional, integrándose con naturalidad en el paisaje que rodea al núcleo urbano.

Por último, dentro de las actividades y fiestas que se organizan a lo largo del año, mención especial merece la Batalla de Llantada, que se celebra el domingo anterior a Nuestra Señora de la Asunción. En esta cita se conmemora la batalla en la que El Cid Campeador luchó en las huestes de Sancho II con el propósito de unificar los reinos de Castilla y de León. La jornada se festeja con la misa en la ermita, feria de alimentos y artesanía o la recreación histórica de los hechos.

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