La celda de las emparedadas que se conserva en Astorga: un cubículo para morir en vida
En este pequeño cubículo situado entre la capilla de San Esteban y la iglesia de Santa Marta se recluían mujeres por voluntad propia hasta su muerte
Sandra Santos
León
Lunes, 9 de junio 2025, 10:45
Existe una gran variedad de versiones sobre el origen de esta técnica ancestral. Desde ser una forma de tortura a una penitencia voluntaria, pasando por un método de ejecución. Del Imperio Romano a la Edad Media, el emparedamiento fue, en definitiva, una forma de encarcelamiento de manera perpetua donde una persona era encerrada en un espacio completamente cerrado, sin salida y sin posibilidad de comunicación con el exterior.
Una muerte en vida que entre los siglos XII y XVI con el auge del fervor religioso se extendió por toda la península y de la que hoy en día aún quedan vestigios. Como el que se conserva en Astorga.
Allí, en pleno Camino de Santiago se encuentra la 'Celda de las Emparedadas' un pequeño cubículo en el que mujeres se encerraban voluntariamente para expiar sus pecados, aunque en la actualidad este concepto se pone en duda: «Ahora vende que si era gente que estaba castigada, pero esa idea es de la antigüedad. Era gente virtuosa», explica a Leonoticias José Miguel Alonso Gavela, presidente de la Hermandad de las Cinco Llagas a la que pertenece la celda, basándose en los estudios de Gregoria Cavero, profesora de Historia Medieval de la Universidad de León y en cuyo libro 'Inclusa intra parietes. La reclusión voluntaria en la España Medieval' analiza este fenómeno histórico. «No hay duda de que eran personas virtuosas que podemos equipararlas hoy a las monjas de clausura», comenta Alonso.
Así, arrastradas por una fe fuera de lo normal, mujeres de cualquier condición social elegían el camino de convivir con su tumba en vida, marginándose del mundo y sin ningún tipo de contacto con el exterior: «Ella entraba y después se tapiaba la puerta y lo que sabemos es que no se habría hasta que se moría. Luego se la enterraba y si había otra, entraba sin tener en cuenta condición social ni nada, nada más que se viera que era por virtud por lo que quería estar ahí», relata Alonso Gavela.
Se desconoce cuántas mujeres pudieron pasar por esta celda, pero lo que sí se tiene claro es que supusieron un reclamo para la ciudad tanto en la actualidad como en la Edad Media, tanto que, según el presidente de la Hermandad, la ciudad estaba muy pendiente de ella y le ofrecían limosnas a través de la ventana que da hacia el exterior. Además, explica, la emparedada colaboraba con sus rezos «e incluso para la iglesia hacía algún pequeño trabajo manual y lo hacía encantada».
Perteneciente a la Hermandad de las Cinco Llagas
La celda, situada entre la capilla de San Esteban y la iglesia de Santa Marta, comenta Alonso Gavela, era de lo más austera: «Por dentro la celda es de lo más sencillo. Hay un camastro que son unas maderas con unas pajas largas encima. Luego hay un cacharro con agua, otro para las necesidades y luego la ventana tapiada que comunicaba con la iglesia de Santa Marta».
Ahora, desde la Hermandad esperan que el ayuntamiento cumpla su promesa de instalar un código QR en el soporte metálico que ya está instalada en la entrada en el que, en español e inglés, se ofrezca información sobre esta celda para que todo el mundo que pase por delante pueda conocer quiénes fueron las emparedadas de Santa Marta y el mito crezca un poco mas.
Apreciadas por vecinos y peregrinos, las emparedadas fueron, ya fuese por castigo, penitencia o por voluntad propia, la imagen del aislamiento extremo para vivir su devoción al máximo y de la que Astorga sigue siendo testigo.
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