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Gimnasia de trampolín

El juez de los saltos que rozan el cielo

Miguel Vicente Mariño, árbitro de gimnasia en trampolín y miembro del comité técnico internacional, es el impulsor de que esta modalidad haya elegido Valladolid para albergar dos Copas del Mundo y un Europeo

santiago hidalgo chacel

Sábado, 29 de abril 2017, 11:23

Puede ser «un defecto o una gran virtud», pero en todo lo que se mete Miguel Vicente Mariño (La Coruña, 6 de agosto de 1980) se involucra de tal manera que las continúa y perpetúa en el tiempo. Será que es gallego, pero gallego plural e internacional. Porque, sí, nació en La Coruña, pero con día y medio se fue (o le llevaron) a Pontevedra, que es el lugar que figura en su partida de nacimiento. Aunque él se sienta de Orense. Otra cosa es que acarree 16 años fuera de casa (ahora de profesor de la UVA entre Valladolid y Segovia), y que la morriña o el subconsciente le empujen algún día a volver. Y a ver de cerca el mar.

En Orense y en los años 70 había mucha tradición de gimnasia y de gimnasia en trampolín a través de las escuelas municipales. De allí salieron figuras importantes, sobre todo féminas como Inmaculada Pazos. Sin embargo, el poder centralizador de Madrid y un accidente traumático restó potencial a este movimiento, que se recupera en 1988. Miguel y muchos compañeros escolares llegaban a la gimnasia artística, rítmica o, como en su caso, al trampolín «más que nada por divertimento». Luego vino su pertenencia al Club Burgas, y como las termas de agua caliente, símbolo de la ciudad, el club fue entrando en efervescencia: «Con pocos medios técnicos, casi en precario, fuimos avanzando hasta situarnos entre los tres clubes mejores de España en Trampolín», relata. En categorías inferiores, Miguel Vicente sumó varias medallas y subcampeonatos en torneos nacionales. También formó parte de la selección nacional hasta los quince años. La escasez de infraestructuras y tal vez también de condiciones técnicas le llevó a no poder continuar, más aun cuando con el programa olímpico se creaba una concentración permanente con sede en Langreo y donde no se contó con los gallegos.

Para entonces, las miras de Miguel ya estaban en comenzar la carrera de Periodismo aunque también, «para seguir vinculado al deporte de la gimnasia de trampolín», se hizo juez. No le gustaba la faceta de entrenador por su exigencia diaria; sin embargo, puntuar siempre había sido lo suyo. Desde pequeño jugaba a ello mientras competía. Y era rápido.

En 2001 realiza los cursos internacionales, a la vez que va asumiendo cargos y responsabilidades. Ya en Barcelona, todo esto se mezcla con el último año de Periodismo y el comienzo de la Licenciatura en Sociología.

El 13 de noviembre de 2002 Miguel realizaba labores de juez internacional. Era el Campeonato de Europa júnior en San Petersburgo (Rusia) y su debut en este tipo de citas. Desde tierras gallegas llegaban las noticias del hundimiento de un petrolero de nombre Prestige. Fue una casualidad. Al volver a Barcelona, había decidido el tema de la tesis doctoral. «Me interesaba el Prestige por la percepción de cómo se gestiona una crisis, cómo el tema medioambiental era muy secundario en realidad, y cómo lo cubría la televisión». Este trabajo, que le salió del dolor interno y de la cercanía al mar y a la tierra de toda su familia, fue galardonado con el premio Congreso de los Diputados a la mejor tesis de ese año. A partir de ahí, a la gimnasia, al trampolín y a la investigación sobre las audiencias también unió la preocupación por el medioambiente. Para no desvincularse

En 2009, Miguel Vicente se convierte en juez internacional de máxima categoría (uno). En este «recorrido exigente» (de 400 jueces internacionales, solo 20 a nivel mundial lo son, y en España únicamente hay 2), ellos son los encargados de velar por un código de puntuación en el que prima sobre todo la seguridad y la ejecución: «El cómo se hace sobre el qué se hace, con normas estrictas para perseverar la seguridad de los gimnasta», manifiesta.

Esta acreditación le ha llevado a visitar 25 países entre competiciones y comités técnicos de organismos internacionales, y a puntuar (ser juez) en 8 o 9 Campeonatos del Mundo, 6 europeos, y entre 3 y 6 nacionales, estos últimos todos los años, además de estar presente en 3 Juegos Olímpicos: Pekín 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016. De todas estas citas, «un sueño», Miguel se queda con los primeros: «Pekín, un pabellón para 20.000 personas. Me llegó una carta oficial a mi buzón desde la Federación Internacional convocándome y fue una sorpresa».

El ciclo olímpico anterior fue el de los recortes en todas las federaciones y también en la de gimnasia. En este caso, el personal administrativo se redujo a la mitad y se prescindió del seleccionador de trampolín (ahora no hay). Existía además un centro de tecnificación ubicado en Albacete, pero también se lo llevó la crisis. Incluso, la referencia máxima de este deporte, sobre la que montar la piedra de los resultados del trampolín, el gimnasta Ángel Fernández, que en edad júnior había vencido al campeón de los JJ OO de Río, el bielorruso Hancharou, se nacionalizó colombiano.

Albacete, por medio de Vicente, había organizado tres Copas del Mundo de Gimnasia en Trampolín en 2008, 2010 y 2012, pero todo parecía que se caía y, sin embargo, surgió Valladolid. «Fernando Nieto, como vicepresidente de la Española y presidente de la regional, cuando le pinchas te lo devuelve con creces. Junto al presidente Jesús Carballo, han situado Guadalajara y Valladolid en el foco de la gimnasia. Son las dos ciudades más implicadas, han creído que se puede organizar competiciones y que son rentables», relata.

Así, el Pisuerga ha albergado, solo en gimnasia en trampolín, dos Copas del Mundo en 2013 y 2015 y un Campeonato de Europa en 2016, además de otra copa que vendrá en octubre . «No hay ningún deporte olímpico que haya traído estos eventos en este tiempo con la presencia de la élite», defiende Miguel, que aun así persigue que este deporte pueda verse en su versión espectáculo «como el que paga una entrada para ver el circo del Sol».

Por si fuera poco, la entrada de Jesús Carballo como miembro del Comité Ejecutivo de la Federación Internacional de Gimnasia, en Tokio, y el lobby que se generó en su momento posicionaron a España con Sergio García (aeróbic), Julio Marcos (artística) y el propio Miguel Vicente (trampolín) en los diferentes comités técnicos y creció su peso específico en el concierto internacional.

Las esperanzas en cuanto a la gimnasia en trampolín ahora están en las féminas, a la estela de Claudia Prat, y en generar una estructura de clubes fuerte debajo de la élite. Y, por supuesto, en el Polideportivo Pisuerga de Valladolid.

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