Un mundo personal e insobornable

Cuando en 1993 me concedieron el Premio Miguel Delibes por 'Las visiones de Lucrecia', sentí una enorme satisfacción al honrarme con su nombre. Ya desde el Bachillerato, en que descubrí 'El camino', Daniel el Mochuelo permanece en la galería de mis personajes inolvidables. Fui leyendo luego otros libros del maestro, admirando su capacidad de manejar la trama, el ámbito espacial y temporal, los sentimientos, con una mirada que no oculta un humor casi impalpable. El propio Miguel Delibes ha señalado, en un lejano prólogo al primer tomo de sus 'Obras Completas' (1964), deliciosamente autocrítico, que «el artista que lo es de verdad dispone de un mundo personal e insobornable». En su caso, lo insobornable estuvo también en la manera como fue evolucionando, desde sus obras iniciales, hacia una mayor conciencia social, ofreciendo siempre personajes complejos, sin preferencia de género ni de clase, alejados del tópico y sin embargo perfectamente reconocibles en lo cotidiano, y tanto en sus novelas como en sus cuentos. En cierta antología de cuentos españoles yo recogí 'En una noche así', que es acaso el cuento de Navidad más hermoso y conmovedor de cuantos he leído en la vida. Y es que, en lo tocante a la elaboración de sentimientos y de conductas, es decir, de personajes esclarecedores de la realidad –lo sustantivo de la narrativa, pese a las modas– Miguel Delibes es uno de los grandes escritores españoles, y esto lo irá corroborando el tiempo, con sus implacables ajustes de cuentas.

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