Don Miguel, epifanía

'El camino' cayó providencialmente en mis manos en diciembre de 1960. Recuerdo bien la fecha porque acaba de cumplir trece, y aún no me había repuesto del atracón que supuso la lectura consecutiva de 'Sinuhé el egipcio' y 'Al este del edén', siempre bajo el amparo nocturno de una linterna y la sábana por toldo para no importunar a mi hermano Juan Víctor. Ya por entonces yo quería ser escritor, yo quería ser escritor, yo quería ser escritor. Y tal anhelo se vio ratificado tras la lectura, deslumbrante y reposada, de esta pieza magistral que también sesteaba en la biblioteca familiar.

Recuerdo el severo disgusto que me llevé al comprobar que era el único volumen que teníamos en casa de su obra. Yo quería ser escritor, y contar como hacía mi recién estrenado maestro las andanzas de Daniel el Mochuelo y Roque el Moñigo, sus ecos acompañándome todos los días al colegio.

«Amigo Soler, enhorabuena por su novela 'El grito', que tan amablemente me envió y he leído con mucha atención. Siga escribiendo así, con total libertad», correspondió generosamente don Miguel a mi primer asalto a su buzón. Después hubo más, siempre atendidos en tarjetones blancos con palabras de orientación y ánimo. Corría el año de gracia de 1980. Todo estaba aún por venir y esa mañana, con las palabras y el abrazo de don Miguel Delibes en el bolsillo, por primera vez me sentí escritor.

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