La memoria, el placer y la palabra
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Jaime Alejandre: «Con Delibes aprendí los tesoros de nuestro idioma, como la palabra tamo. Mi pasión por la literatura nació de mi estupefacción ante la posibilidad de definir con un solo vocablo algo tan concreto como la pelusilla que se cría debajo de las camas»Jaime Alejandre
Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:41
Pienso en Miguel Delibes y pienso en la memoria. La memoria individual, la de mi abuelo Clemencio, compañero suyo en cacerías de liebres y perdices por los paisajes de Santa María del Campo (Burgos), a quien el cinegético escritor vallisoletano citó en sus libros. La memoria colectiva, sostenida sobre el impresionante conocimiento de la lengua castellana de don Miguel, solo comparable al de ese portento que fue Max Aub.
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Sí, con Delibes aprendí los tesoros de nuestro idioma, como la palabra tamo. Mi pasión por la literatura nació de mi estupefacción ante la posibilidad de definir con un solo vocablo algo tan concreto como la pelusilla que se cría debajo de las camas y otros muebles. Asombrosa capacidad la humana de designar con certeza y concisión todo lo que circunda nuestra realidad. Y nuestra imaginación.
Pienso en Miguel Delibes y pienso en el placer. El placer puro y absoluto que alguien como yo, que jamás ha fumado, sentí el día que leí un cuento suyo ('El primer pitillo', en 'La partida') en el que un fumador, tras una autoimpuesta cuarentena de abstención de tabaco, se entrega al ritual gozoso de encender un nuevo cigarro. Han transcurrido 44 años de aquella adolescente lectura mía. Y aún puedo saborear la turbación hedonista que me causó. También el deseo arrebatado de, asimismo, convertirme un día en escritor.
De modo que así se cierra este virtuoso círculo: pienso en Miguel Delibes y pienso en la memoria, en el placer. En la palabra humana.
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