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Gustavo Martín Garzo. Antonio Quintero
Antonio Quintero

La magia de la palabra

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Gustavo Martín Garzo: «En los libros de Delibes –pienso sobre todo en 'El camino' y en 'Las ratas'– es puro disfrute, búsqueda del asombro. Eso fue lo que me cautivó de una obra que desde entonces no he dejado de amar, y lo único que modestamente sigo buscando como escritor»

Gustavo Martín Garzo

Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:44

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Delibes no formó parte de mis primeras lecturas. Hablo de mediados de los años sesenta cuando, al llegar a la universidad, empecé a leer compulsivamente. Fue un tiempo de descubrimientos, donde agobiados por la miseria moral y estética del franquismo, buscábamos referencias y textos acordes a nuestros deseos de libertad. Tal vez por eso, solo lo que venía de fuera –la música, las películas, los libros–, captaba nuestro interés. Franz Kafka, Witold Gombrowicz, Marcel Proust, Cesare Pavese, William Faulkner, fueron algunas de mis lecturas de entonces. Recuerdo que veía con desdén juvenil los libros que se estaban escribiendo aquí, y que tuvieron que pasar aún varios años para que empezara a leer a autores que luego serían tan esenciales para mí como Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, o mis admiradas Mercé Rodoreda y Ana María Matute. Fue precisamente esta última la responsable de que empezara a leer a Miguel Delibes. La culpa la tuvo un texto suyo en que hablaba de El Nini, el niño protagonista de 'Las ratas'. «El niño mágico», como ella le llamaba. Leí la novela y mi fascinación fue inmediata, una fascinación que luego se prolongaría con libros como 'El Camino', 'Diario de un cazador', o 'Viejas historias de Castilla la Vieja'. Y, un poco más tarde, con 'Los santos inocentes'.

Creo que la clave de esa fascinación está en el inesperado y misterioso lirismo de su prosa. Entiendo por lirismo una ceremonia mágica de la palabra. El principio poético devuelve a la palabra su gozo al romper con la economía de la producción de sentido. Al contrario que la mayor parte de la llamada literatura realista, que obliga al lenguaje a transmitir informaciones y producir sentido, la palabra en los libros de Delibes –pienso sobre todo en 'El camino' y en 'Las ratas'– es puro disfrute, búsqueda del asombro. Eso fue lo que me cautivó de una obra que desde entonces no he dejado de amar, y lo único que modestamente sigo buscando como escritor.

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