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Teófanes Egido. Henar Sastre

'El hereje' de Delibes, por Ávila

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Teófanes Egido: «La historia puede resultar una buena ayuda para disfrutar de la fantasía, sobre todo cuando se trata de una novela singular que, como 'El hereje' de Delibes, se afirma en lo realmente acontecido»

Teófanes Egido

Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:43

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La historia puede resultar una buena ayuda para disfrutar de la fantasía, sobre todo cuando se trata de una novela singular que, como 'El hereje' de Delibes, se afirma en lo realmente acontecido. Entre los sucesos que salen al paso en su lectura están los intentos de proselitismo de aquel grupo de 'luteranos' de Valladolid tan interesados en luteranizar a los de Ávila, ciudad hacia la que miró desde sus tiempos y escritos de juventud Miguel Delibes.

Allí llegaron los predicadores del 'evangelio', y cayeron en una casa distinguida, la de doña Isabel de Pantoja. Era un cenáculo de conversadores sobre cosas de religión, que era el tema inevitable entonces en aquellas tertulias precoces. Entre los presentes, y animando todo, se encontraba don Juan de Acuña, que había participado en las guerras de Alemania con el ejército imperial y que, como Agustín de Cazalla, había oído las ideas de los 'luteranos', que expresaba con tanto calor que alarmó a Cipriano Salcedo y compañeros llegados de Valladolid. Y más aún a los dos jesuitas inevitables, que obligarían al inocente predicador a delatarse a la Inquisición, que, aunque extrañe, se mostró comprensiva, y cuyos documentos permiten rehacer aquellos acontecimientos recreados por Delibes. Eso sí: el novelista se tomó la licencia inteligente de situar el episodio no en Ávila sino en Aldea del Palo (San Miguel de la Ribera), que era de tierra de Toro, tan activa en aquellos proselitismos.

En Ávila sitúa otra de las actuaciones apetecidas por Cipriano: la tenida en la casa de doña Guiomar de Ulloa, lugar, dice Delibes, de encuentros de altura. De hecho, allí paraba siempre fray Pedro de Alcántara, pasaba largas temporadas la amiga íntima doña Teresa de Cepeda. Y «también pasó por aquí», decía satisfecha doña Guiomar, el doctor Cazalla. Al final Cipriano salió decepcionado. Y el motivo nos lo aclara la documentación, que ha trasmitido aquel intento de los 'luteranos' de Valladolid por la versión (muy otra a la de 'El hereje') trasmitida por Ana de Jesús, natural de Medina del Campo, en su declaración en el proceso de beatificación de su Madre fundadora. El testimonio, algo tardío, es posible que fuese, también, imaginado para probar lo que a Ana la importaba: la libertad para elegir confesores, pero es interesante a más no poder y por ello lo transcribimos a continuación.

«Nos contaba (la Madre Teresa) que en Ávila, cuando las herejías de Cazalla y sus secuaces, a doña Guiomar de Ulloa y a otras señoras viudas y religiosas habían querido hablar estos herejes, y que yéndolas a visitar y sabiendo se confesaban con más de un confesor, y que trataban las cosas de sus almas con personas de diferentes órdenes, habían dicho que no querían ellos entrar en casas de tantas puertas, y con esto se libraron de saber nada de ellos. Luego los prendieron y buscaban a cuantos habían hablado, y así vieron les había valido esto para que no las hubiesen osado ellos decir cosa. Y a la misma Madre (Teresa) también la codiciaban hablar antes que supiesen trataba con tantos, que claro se veía la enseñaba el Espíritu Santo lo que convenía».

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