A favor de la vida terrenal

Celebramos el centenario del nacimiento de Miguel Delibes en estos tiempos tan extraños que nos está tocando vivir, cuando la mayor parte de las conversaciones giran alrededor de palabras relacionadas con la enfermedad y con una forma de vida sometida a las restricciones que la amenaza de la enfermedad ha dejado caer sobre nosotros: coronavirus, pandemia, confinamiento, mascarilla…

¿Qué pensaría Delibes de todo esto? Dadas las preocupaciones que nos transmiten sus obras, no puede caber duda al respecto: pensaría. No se mantendría al margen. Sus pensamientos encajarían en el discurso moral que edificó libro a libro, año tras año, hasta que sus fuerzas físicas le fallaron. El modo de sentir, de estar en la vida, según la obra de Delibes nos da constante testimonio, está profundamente ligado a la tierra, al mundo físico y material en el que estamos inmersos.

La naturaleza humana es, para Delibes, ante todo, Naturaleza. Con mayúsculas: Naturaleza. La mirada que Delibes lanza sobre el mundo parte de lo más profundo de la tierra, que es también el mar, el agua, el aire. En toda su obra está presente esta reivindicación que es, al mismo tiempo, una denuncia. Al separarse de la Naturaleza, al maltratarla, el ser humano se busca su propia destrucción. En su discurso de ingreso en la Real Academia Española, Delibes dio forma a sus preocupaciones e hizo un recuento de los peligros que la actual forma de entender el progreso ha ido dejando a su paso. Delibes pasó revista a todos esos problemas a los que ahora, una vez más, nos tenemos que enfrentar. Quizá sea ese su mensaje: cualquier respuesta que se dé a un problema ha de estar de acuerdo con el ritmo de la Naturaleza. La lectura de la obra de Delibes nos transmite ese respeto. Volver a sus libros desde este difícil presente puede proporcionarnos una gran ayuda, puede iluminar nuestra oscuridad.