Entre el escritor y el personaje
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Luis Díaz Viana: «Vale la pena seguir luchando por muchos de los principios que Delibes defendía. Y confieso que quizá no me vería ahora escribiendo en este 'su' periódico o en su memoria sin las palabras alentadores que él anotaba para el indómito joven que fui»En realidad, no conocí a Delibes. Solo tuve ocasión de coincidir, en algunas etapas de mi vida, con el escritor que respondía a ese nombre. Un personaje que encarnaba una serie de valores, los cuales –a grandes rasgos– podrían identificarse con los de cierta burguesía vallisoletana, conservadora pero liberal, que en mi rebelde despertar a la literatura nada más muy levemente yo creía compartir. Eran, sin embargo, unas señas en las que sí se reconocía buena parte de mi familia, cuyos vástagos –no por casualidad– habían ido a estudiar al mismo colegio de religiosos que él. Y en la que no dejarían de provocar conmoción los avatares de la accidentada trayectoria de Delibes en El Norte de Castilla, con rifirrafes constantes frente a la censura franquista hasta verse apartado de la dirección de dicho diario. Hecho que, entre la gente de derechas pero no partidaria del régimen, fue interpretado como una inequívoca señal de que el franquismo «no tenía remedio» y sus años de pervivencia –como los del dictador– estaban contados.
Aunque no fue hasta publicar en 1971 mi primer libro de poemas que me relacioné directamente con el escritor. Yo se lo había hecho llegar y, entonces, Delibes me envió en un tarjetón unas líneas de elogio escritas con rotulador verde. La inconsciencia de la juventud hizo que me tomara como la cosa más natural del mundo algo que no lo era tanto. Durante el tiempo que estuve colaborando con el desaparecido 'Diario Regional', Delibes continuó esa comunicación de breves misivas conmigo, en que me felicitaba por algún artículo o animaba a seguir escribiendo. Después, a lo largo de los años siguientes, nos vimos en varios actos públicos y la última vez que conversamos fue cuando –en el Paraninfo de la Universidad de Valladolid– pronunció una conferencia tras recibir el premio Cervantes. Hoy, considero que vale la pena seguir luchando por muchos de los principios que Delibes defendía. Y confieso que, a pesar de no haber sido consciente de ello, quizá no me vería ahora escribiendo en este 'su' periódico o en su memoria sin las palabras alentadores que él anotaba para el indómito joven que fui.
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