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Darío Villanueva. Óscar Chamorro-Colpisa
El equilibrio del Universo

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Darío Villanueva: «Tuve la oportunidad de oro de convivir con el escritor durante varios días, en que lo acompañé en sucesivas conferencias que dimos también en Rotterdam y La Haya»

Darío Villanueva

Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:47

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El lunes 30 de marzo de 1981, todavía abochornado por el esperpento de Tejero, me encontré con Miguel Delibes en un hotel de Ámsterdam, adonde él había llegado en coche junto con su hija Elisa y su yerno, y yo en avión directamente desde Santiago de Compostela. Ya nos conocíamos previamente, y yo era un empedernido lector suyo, pero entonces tuve la oportunidad de oro de convivir con el escritor durante varios días, en que lo acompañé en sucesivas conferencias que dimos también en Rotterdam y La Haya. Como Delibes llevaba varios días fuera de casa y yo estaba recién llegado de España, lo primero que me preguntó, ansioso, fue: «¿Ha ganado el Valladolid?». De aquel para mí inolvidable periplo de una semana por los Países Bajos dejó testimonio en un libro titulado precisamente 'Dos viajes en automóvil', publicado al año siguiente.

Amén de recorrer en motora los canales de la Venecia del Zuiderzee y de visitar el prodigioso Rijksmuseum, la Embajada Española nos organizó una visita a los pólderes de Flevoland y las obras del dique entre Lelystand y Enkhuizen, diseñado para aislar y recuperar 70.000 hectáreas de mar. Miguel Delibes estaba sumamente interesado en estas actuaciones sobre el medio natural que justifican el dicho de que Dios creó el mundo, pero a Holanda la han hecho los holandeses. Admiraba el esfuerzo de ingeniería que ello representaba, pero le preocupaban los trastornos que semejante intervención, verdaderamente colosal, podía ocasionar en cuanto a la alteración del ecosistema, pues implicaba la sustitución de grandes superficies de agua salada por agua dulce. De todo ello trató cara a cara con un biólogo holandés, catedrático en Wageningen, Jan L. van Haaften, que consiguió serenar sus inquietudes con sólidos argumentos científicos.

Aquellos días con él, más allá de lo literario, me confirmaron en algo que está plasmado en numerosos personajes, situaciones y episodios de sus novelas, y en textos tan relevantes como su discurso de ingreso en la Real Academia Española, leído seis años antes: la armonía consustancial a la Naturaleza e imprescindible para la plena realización del ser humano. Idea en modo alguno novedosa en el Delibes de 1981. Tres decenios atrás la encontramos ya en palabras de un magnífico personaje femenino de su primera novela, la doña Sole de 'La sombra del ciprés es alargada': «Todo está regido por un perfecto equilibrio (…). La naturaleza, las plantas, los animales, el hombre, toman y dan con una armoniosa ponderación (…), ésta es la ley del contraste que rige el mundo. Pero al mismo tiempo es la razón de que todo, todo, tenga su sentido en el Universo».

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