Delibes en la RAE

En un mundo globalizado, que sufre una de sus peores crisis, leer a Delibes nos dignifica como seres humanos. Y no me refiero solo a su creación literaria, sino al discurso de ingreso en la Real Academia Española sobre 'El sentido del progreso desde mi obra' (1975), reeditado como 'Un mundo que agoniza'. Las palabras perdidas por el éxodo rural a las ciudades componían un paisaje lleno de historias a punto de desaparecer. De ahí que, desde 'El camino', su autor tratara de recuperar la armonía del hombre con la Naturaleza, distanciándose del clásico menosprecio de corte y alabanza de aldea para denunciar la explotación del hombre y la destrucción del campo en aras de un falso progreso. Además de defender a las Humanidades, pues «un pueblo sin literatura es un pueblo mudo», Delibes vio cuanto supondría archivar en una caja de cerillas millones de datos que no cabrían en una catedral. Y no se olvidó de la publicidad subliminal, el lavado de cerebro y la manipulación de la tecnología, augurados por Huxley en la distopía de 'Un mundo feliz' y por Orwell con el ojo vigilante del Gran Hermano en la novela '1984'.

A Delibes le dolía tanto la extinción de la perdiz roja orillas del Duero como la de la ballena. La España vacía o, mejor dicho, despoblada se vislumbró en su discurso hasta en las tildes, extendida a un acuciante problema planetario. Por ello, frente a la destrucción de la Naturaleza y a la injusticia, había que ensanchar la conciencia moral, racionalizar la técnica y denunciar las desigualdades. Delibes fue mucho más que un escritor «regional», como dijo Julián Marías. Desde la provincia, se podía contar historias únicas y crear personajes paradigmáticos. Algo muy clásico y cervantino, que el escritor vallisoletano logró plenamente con sentido premonitorio y proyección universal.