Confluencia vital
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Luciano G. Egido: «Las pocas veces que hablé con él, confirmé mi profunda confraternidad con su persona y lamenté no formar parte de sus amistades íntimas»Luciano G. Egido
Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:43
No pude ser su amigo, porque nos separaban muchas circunstancias, aunque nuestras afinidades eran múltiples y de mucho peso, nuestras vidas casi paralelas y nuestro código moral propiciaban nuestras relaciones y justificaba nuestra mutua confluencia vital. Las pocas veces que hablé con él, confirmé mi profunda confraternidad con su persona y lamenté no formar parte de sus amistades íntimas.
Él estaba en Valladolid, donde había nacido, y yo vivía en Madrid y había nacido en Salamanca, tan lejos de Valladolid como de las antípodas. Pero estas radicales contrariedades no impidieron que acabáramos encontrándonos, como dos hombres predestinados a hacerlo, a pesar de nuestras diferencias. Cuando en 1993, me concedieron el Premio Miguel Delibes, por mi primera novela, 'El cuarzo rojo de Salamanca', por el que me sentí muy honrado, fui invitado a Valladolid a recibir el premio, y él se mostró cordial y generoso e inmediatamente entró en las confidencias de la amistad, con grandes elogios para mi estreno literario, y lamentando el error de su primera obra, 'La sombra del ciprés es alargada', 1947, que consideraba prematura y fallida, por no haber esperado a los 60 años, como yo.
Llovía sobre mojado, porque, cuando escribí mi defensa de la descentralización cultural española, rompiendo el centralismo de Madrid y su casi exclusividad de la vida literaria nacional, y lo puse como ejemplo valioso de esta descentralización, que no había impedido la alta calidad de su obra, me mandó una carta de agradecimiento que me encantó y que me demostró, una vez más, nuestras confluencias en muchos aspectos. Sus grandes libros y su honestidad profesional se sumaban a mi deseo de ser su amigo y recibir, de primera mano, los estímulos de sus extraordinarios valores humanos. Pero no pudo ser.
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