Cazador de palabras

Descubrí a Miguel Delibes en un viaje en tren, en una tarde de ferragosto, cuando en la librería de ferrocarriles de Valladolid me hice con 'Diario de un cazador'. Me encantaban las chiribitas, pero no sabía así llamarlas. Distinguía un ulmus de otros árboles, sabía que era planta dioica, pero no distinguía un olmo de una olma. Quizá no, sin duda fueron esas palabras y otras similares las que me engancharon a la lectura de Miguel, y más tarde, al conocernos personalmente, a una impagable amistad.

Con tanta admiración humana y literaria. Como homenaje al formidable cazador de palabras de la naturaleza le desafío (es un decir: a sus actuales lectores) a dar con el significado de estas palabras terracampinas, versificadas partes del arado de aquel tiempo: «Jabarda, corregüela, zarandillo, añacal, bocarón, pelujo, duela, cuezo, hornija, herrín y viscantillo».

Ya arcaísmos, no todas figuran en el diccionario de la Real Academia Española, y las que están lo hacen con otras acepciones.

Agradeciéndole a Miguel Delibestanta sensibilidad acumulada.