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Francisco Rico. Antonio de Torre

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Francisco Rico: «Hay multitud de voces cuyo uso se circunscribió o todavía se circunscribe a Castilla (...). Y sucede que centenares de ellas se dejan ver con realce en la obra de Delibes»

Francisco Rico

Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:46

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Quiero defender brevemente una hipótesis arriesgada: toda la obra de Miguel Delibes, ancha, larga y honda, está escrita en castellano.

Un viejo pero no envejecido ensayo de Amado Alonso recordaba años atrás que «en las ciudades españolas es más frecuente llamar a nuestro idioma español; en los campos, castellano». El corazón de Delibes estaba antes en estos que en aquellas, y nadie los ha pintado en nuestros días con mayor viveza. Ya por ahí podría apuntalarse mi razonamiento, pero no voy por ahí.

Desde siempre el dialecto propio de Castilla ha tenido rasgos distintivos frente a los otros romances peninsulares: de la fonética (como la efe inicial convertida en aspiración) al léxico (teso) y la sintaxis (si te se cae). Pero una buena parte de esos rasgos, en especial del vocabulario, se ha ido incorporando sin llamar la atención al idioma común.

El diccionario de la RAE no registra sino tres solitarias palabras con la marca diatópica de Castilla (en tanto incluye otras cuatro o cinco compartidas con León). La primera de ellas es berrete, y no hacen falta grandes conocimientos ni experiencias lingüísticas para constatar que actualmente la voz rebasa con mucho el dominio que la Academia le asigna. A berrete añade únicamente gallego (dicho de un viento) y sumarro. Según los expertos académicos, eso sería todo.

Pero no es así. A decir verdad, hay multitud de voces cuyo uso se circunscribió o todavía se circunscribe a Castilla y que por ello mismo pasaron sin trabas a los diccionarios del español general. Muchas sin embargo siguen arraigadas exclusivamente en la región y solo rara vez se emplean fuera, como regla por los acechadores de sinónimos en los repertorios. Y sucede que centenares de ellas se dejan ver con realce en la obra de Delibes.

Ninguna sorpresa. Las novelas y no pocos otros libros de nuestro fecundo vallisoletano tienen por escenario principal el antiguo Reino, con sus gentes y sus pasiones, con sus desencuentros de corte y aldea, siempre con presencia conspicua de la naturaleza. Enamorado de esta, Delibes la hace suya en el lenguaje: «lo único que pretendo –confesaba– es llamar a las cosas por su nombre y saber el nombre de las cosas». De ahí sale ese generoso caudal de dialectalismos castellanos que han documentado con largueza Luciano López y Jorge Urdiales, desde abrigaño (también obrigaño) hasta zurrido (de la perdiz).

Insisto: no por incorporadas sin marca al Diccionario de la Real Academia dejan de ser palabras y otras modalidades expresivas mayormente propias y aun privativas de Castilla. E insisto en mi arriesgada hipótesis: la obra de mi admirado paisano Miguel Delibes está escrita, mejor que en español, en castellano.

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