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Ignacio Elguero. Gabriel Villamil

De Blyton a Delibes

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Ignacio Elguero: «He disfrutado casi siempre con intensidad de la calidad de sus escritos, pero la profunda huella que dejó tanto en mí como en parte de mi generación la lectura de 'El camino' aún perdura»

Ignacio Elguero

Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:43

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Mi paso de la adolescencia a la madurez literaria se produjo tras la lectura de 'El Jarama', de Rafael Sánchez Ferlosio, y 'El camino', de Miguel Delibes. Ambas eran lecturas del BUP, no recuerdo bien si se trataba de textos obligatorios o recomendados, pero lo que sí que es seguro es que fueron dos novelas que introdujeron a los chicos y chicas del 'baby boom' en la literatura 'seria'.

La nuestra fue una generación que alargó en exceso la infancia, motivado por el tiempo histórico que nos tocó vivir, y que jugueteaba a hacer de detectives y a vivir aventuras en las historias de Enid Blyton, saltando de 'Los Cinco' a 'Los Siete Secretos', y del 'Santa Clara' de las mellizas O'Sullivan al internado de 'Torres de Mallory'.

Evoco con claridad el mapa de sensaciones que me produjo la lectura de 'El camino' por vez primera. Recuerdo con precisión que bebía de los paisajes del pueblo que describía el escritor, notaba el mismo pálpito que Daniel, el Mochuelo, cuando se situaba frente a la Mica. Vibré con las aventuras de Daniel junto a sus amigos Roque, el Moñigo, y Germán, el Tiñoso. Lloré la muerte de este último como si fuera la de mi mejor amigo. Su muerte literaria fue tan real y creíble que me tintó durante un tiempo de ciertos miedos. Me dejé seducir por todos los personajes de la novela, desde las Guindillas a Mariuca Uca-Uca. La nostalgia y la tristeza del protagonista por abandonar el pueblo eran las mismas que me cercaban a mí cada verano, cuando dejabas atrás la libertad del tiempo de estío y el aroma de lo rural. Luego, con los años y las relecturas, fui apreciando las cualidades literarias de la obra.

A partir de aquel encuentro con Delibesbusqué por las estanterías de la biblioteca de la casa de mis padres sus publicaciones en la editorial Destino, tras descubrir que mi madre era fiel lectora de su obra. He disfrutado casi siempre con intensidad de la calidad de sus escritos, pero la profunda huella que dejó tanto en mí como en parte de mi generación la lectura de 'El camino' aún perdura.

Atrás quedaban los chicos y chicas de los pastelitos de jengibre, que también hicieron su papel como iniciadores de pequeños lectores. Pero esa es otra historia.

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