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Ávila
Viernes, 2 de noviembre 2018, 13:57
Desde el 10 de agosto, hasta el pasado 22 de octubre, los viticultores de la Denominación de Origen Protegida Cebreros han protagonizado una vendimia larga en el tiempo, la segunda como DOP, y que a punto ha estado de duplicar el número de kilos recogidos en 2017. «La maduración de la garnacha se ha retrasado, ha sido lenta. Estamos ante un año diferente, con un grado alcohólico más bajo de lo habitual –en torno a los 14º ó 14,5º–, extraño porque en esta zona, debido a la altitud y a las temperaturas, ese grado suele dispararse», explica Marta Burgos, directora técnica de la DOP Cebreros.
Frente a los 630.000 kilos vendimiados el año pasado, la DOP Cebreros ha recogido 1.080.000 kilos entre las variedades garnacha –el 90% del total– y albillo real. La denominación también ha incrementado el número de hectáreas plantadas –de 120 en 2017 a 410 en 2018–, «algo vital porque lo más importante en una DOP es la superficie de viñedo, teniendo en cuenta que garantiza su supervivencia porque sin viñas no hay vino», y ha aumentado el número de bodegas: «Se han puesto en marcha dos proyectos nuevos; ahora, somos diez, pertenecientes a distintos municipios. De cara al futuro, está previsto el crecimiento en dos bodegas más», apunta Burgos.
Durante la vendimia, los viticultores han trabajado «mucho y bien, lo que estamos seguros que dará lugar a muy buenos vinos que podremos disfrutar de aquí a un tiempo».
En total, son 35 los municipios abulenses de la zona Cebreros-Pinares, Alberche y el Valle del Tiétar los que pueden acogerse a la DOP Cebreros, «una denominación especial por la orografía del terreno, con laderas de difícil acceso, en zonas que no son fáciles de trabajar, pero que cuenta con viñas viejas –una media de 80 años–, situadas en alturas que rondan entre los 800 y 1.200 metros de altitud, plantadas en terrenos graníticos, que no se dan en ningún otro lado del mundo».
Todas estas características edáficas, climatológicas, geológicas y vitícolas, unidas a la edad de las cepa, imprimen al vino un carácter diferenciador respecto a otros vinos, sin olvidar que esto asegura una baja productividad con una alta calidad de la uva. «Hablamos de que la densidad de producción que oscila en 1.600 cepas por hectárea».
Después de la vendimia, llega la hora de la elaboración de los vinos, de que las bodegas desarrollen sus líneas a seguir para conseguir el resultado óptimo que les permita obtener la máxima rentabilidad y el mejor producto, teniendo como base las variedades plantadas. «En líneas generales, los vinos de la DOP Cebreros resultantes de esta última vendimia tendrán un grado medio-alto, que compensan con una elevada acidez; serán vinos frescos y ligeros, tanto en el sabor como en su color, finos y muy vivos, además con una alta longevidad».
La principal variedad de la zona, la garnacha, absorbe perfectamente los aromas del medio natural en el que conviven, «y por ello se aprecian aromas herbáceos, de tomillo, y los vinos son muy florales. La verdad es que la garnacha es una variedad extraordinaria, que ha sido poco reconocida pero que tiene un gran potencial».
Las normas establecidas en el pliego de condiciones permiten la elaboración de blancos, rosados y tintos secos. «Nuestras bodegas elaboran, en su mayoría, estos últimos vinos, pero también contamos con rosados y blancos, gracias a la uva albillo real –constituye un 10% de la plantación total de la denominación–, una variedad diferente y muy interesante, que permite elaborar vinos con un grado alcohólico de entre 13,5º y 14º, con una acidez maravillosa y unos aromas a flores y a frutas maduras. Además, tienen mucho cuerpo en boca, ideales también para comidas más potentes».
En la DOP Cebreros son conscientes de la elevada competencia que existe –sobre todo en relación a los tintos–, «pero nuestro mercado es joven, con bodegas pequeñas, cuya producción se consume en la zona y fuera de nuestro país, donde cada vez somos más conocidos. De cara al futuro, intentaremos darnos a conocer más en España».
En ningún caso, comenta Marta Burgos, «deseamos contar con grandes bodegas; queremos que aumente el número de proyectos pequeños en la DOP, con gente joven al frente que garantice la fijación de población en la zona. De hecho, una de las últimas incorporaciones ha sido la de un viticultor de Burgohondo que ha querido continuar con los viñedos de sus antepasados. Actualmente, amparamos a 300 viticultores, que poseen, de media, menos de una hectárea cada uno. Para nosotros siempre lo más importante es la procedencia del vino», concluye.
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