Borrar
César Pérez Gellida, apoyado en la pared grafiteada de un viejo establecimiento de Las Moreras. G. VILLAMIL
Gellida, al otro lado del muro

Gellida, al otro lado del muro

El escritor vallisoletano viaja al Berlín de 1980, en plena Guerra Fría, para ambientar 'Todo lo mejor', su noveno libro, en el que combina novela negra y espionaje

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Domingo, 11 de noviembre 2018, 12:00

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Siglo V antes de Cristo, el Imperio chino levanta una muralla de más de veinte mil kilómetros para proteger su territorio de las invasiones de Manchuria y Mongolia. Más cerca y más reciente. Ávila, finales del siglo XI. Se inicia, a instancias del rey Alfonso VI de León, la construcción de una gran barrera pétrea. Su razón de ser, la amenaza musulmana, pero también la inestabilidad entre los reinos de Castilla y de León, amén de su exigencia como elemento indispensable a la hora de obtener el estatus de ciudad.

Más reciente aún. Año 2017, Donald Trump alcanza la Presidencia de los EE UU con un programa que incluye la consolidación del muro fronterizo con México. Su objetivo es impedir la inmigración ilegal, si bien su construcción se había iniciado en 1994, en el Gobierno de Bill Clinton.

Y más cerca todavía. El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, anunció hace un mes que el Gobierno trabaja entre tres alternativas a las concertinas de las vallas en las fronteras de Ceuta y Melilla con Marruecos. Se trata de poner fin al uso de esos alambres con cuchillas cortantes que coronan las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla desde 2005, bajo el mandato de Zapatero, aunque dos años después el mismo Gobierno ordenó retirarlas de parte del vallado melillense. En 2013 el Ejecutivo de Rajoy decidió colocar más concertinas, no solo en el perímetro, también a pie de alambrada y en el intervallado.

La Historia muestra que los muros fueron, son y no van a dejar de ser un recurso mediante el que acallar nuestro miedo al otro –por más fuerte, por más pobre, por diferente– y, de paso, poner en evidencia el fracaso de los pueblos para convivir en paz.

Agosto de 1961. La maltrecha economía soviética y la floreciente prosperidad del Berlín occidental habían provocado que, hasta ese año, casi tres millones de personas dejaran atrás la Alemania Oriental para abrazar el capitalismo. Para detener la sangría (especialmente de altos perfiles profesionales), la RDA, Estado satélite de la URSS, decidió levantar un muro provisional para disuadir a los desertores.

Guerra Fría y Telón de Acero. Es el escenario escogido por César Pérez Gellida (Valladolid, 1974) para ambientar 'Todo lo mejor', su novena novela en apenas seis años, una obra de 600 páginas en la que el último pregonero de las fiestas de Valladolid se estrena en terrenos del espionaje, sin por ello faltar a su apuesta decidida por la novela negra narrada en ritmo cinematográfico, al más puro estilo 'gellidista'.

Portada del libro 'Todo lo mejor', de César Pérez Gellida.
Imagen - Portada del libro 'Todo lo mejor', de César Pérez Gellida.

¿Y qué se encuentra el lector en 'Todo lo mejor'? Trate de tener presentes en la memoria películas como 'Cortina rasgada' (Alfred Hitchcock, 1966, con Paul Newman y Julie Andrews), o las más recientes 'La vida de los otros' (2006, de Florian Henckel von Donnersmarck) y 'El puente de los espías' (Steven Spielberg, 2015, con Tom Hanks), o series como 'The Americans' (de Joe Weisberg, con 75 episodios repartidos en seis temporadas emitidas desde 2013). Con esas coordenadas, le será muy fácil acompañar a los personajes escogidos por Pérez Gellida –algunos de ellos históricos– en su deambular por el tablero de una ciudad dividida, en la que cualquier victoria sobre el enemigo por pírrica que parezca justifica el sacrificio de los peones, donde las apariencias están ahí para engañar y donde nadie puede confiar en nadie.

«Me interesa el Berlín de esa época como me interesan los momentos claves de la Historia y este siempre me lo ha parecido», explica Pérez Gellida –licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valladolid–, quien si bien admite que en el convulso episodio de la Guerra Fría el momento de mayor tensión para el planeta por el riesgo de un desenlace atómico fue el de la crisis de los misiles de octubre de 1962 entre Kennedy y Kruschev, 1980, el año en que se desarrolla su novela, también estuvo cargado de peligro para la humanidad con un bloque del Este que si bien empezaba a entender que perdía la batalla frente al capitalismo, no parecía dispuesto a aceptar la derrota.

Mujeres de fuste

En la galería de personajes de 'Todo lo mejor' cobran especial protagonismo las mujeres, las del lado oscuro y las del de los buenos, tanto las de la trama de crímenes en serie como las de la historia de espías, argumentos ambos que cohabitan en paralelo a lo largo de las más de seiscientas páginas de libro. «Y, sin embargo, no son pocas las lectoras que en sus comentarios en las redes sociales me reclaman que para cuándo una novela en la que la protagonista sea una mujer», afirma Pérez Gellida, para a continuación defender que desde su punto de vista, el mayor o menor protagonismo de un personaje no viene marcado por el peso de su presencia o de sus parlamentos en las novelas, sino por lo decisivas que sean sus acciones o sus reflexiones en el desarrollo de la trama. En este sentido y sin desvelar claves de 'Todo lo mejor' que destrocen su lectura, las heroínas de la novela exhiben valentía, ingenio, resolución y capacidad para provocar sorpresas.

Pero además de mujeres con peso decisivo y de personajes históricos fichados para la trama como Erich Mielke y Markus Wolff, la cúpula del Ministerio para la Seguridad del Estado –la implacable Stasi–, hay un personaje latente en toda la obra cuya esencia el escritor ha sabido captar para garantizarse la credibilidad de toda su propuesta y ese no es otro que la Berlín del final de las dos Alemanias, la que empieza a sacudirse el acartonamiento comunista a base de actitudes más próximas al punk y al trazo grafitero que a las marchas militares por el bulevar de Karl Marx Allee y al inconformismo racional pictórico.

El 18 de agosto, comienza la construcción del Muro / En1961 el soldado Hans Conrad Schumann salta al otro lado / «Sr. Gorbachov, derribe ese Muro», exhorta Reagan en 1985. EPA / P. LEIBING / M. PROBOST
Imagen principal - El 18 de agosto, comienza la construcción del Muro / En1961 el soldado Hans Conrad Schumann salta al otro lado / «Sr. Gorbachov, derribe ese Muro», exhorta Reagan en 1985.
Imagen secundaria 1 - El 18 de agosto, comienza la construcción del Muro / En1961 el soldado Hans Conrad Schumann salta al otro lado / «Sr. Gorbachov, derribe ese Muro», exhorta Reagan en 1985.
Imagen secundaria 2 - El 18 de agosto, comienza la construcción del Muro / En1961 el soldado Hans Conrad Schumann salta al otro lado / «Sr. Gorbachov, derribe ese Muro», exhorta Reagan en 1985.

«La dificultad en este caso procedía de la imposibilidad de contar con testimonios reales de gente que hubiera vivido ese ambiente y ese tiempo. Aquí es donde el autor tiene que suplir la ausencia de datos con su intuición y su capacidad para imaginar cómo era la vida en ese lado», explica Pérez Gellida. Prueba superada, la novela capta ese punto bohemio que se atribuye al trozo de Berlín que se quedaron los comunistas y que había albergado, antes de la irrupción del nazismo, la ruta de los cabarés, la ciudad canalla, a la que los del lado de la RFA seguían acudiendo –la prohibición de pasar de un lado al otro solo regía para los de la RDA– con sus marcos fuertes en busca de diversión barata.

Es el hábitat de los coches Trabant, conocidos por su diminutivo, Traby, –como el de la archifamosa pintada del Muro que ilustra este texto– o del más pretencioso pero igualmente anodino Wartburg; el de los ciclomotores apepinados Schwalbe, el de las furgonetas policiales Barkas, el de los bloques de viviendas de forjado prefabricado Platzenbauten y, cómo no, el de los Ampelmannchen, los muñecos luminosos con sombreros que indican cuándo el peatón debe detenerse y cuándo puede cruzar. Un universo donde resulta imposible no caer en la 'ostalgie', nombre con el que se conoce la nostalgia por ese edén cotidiano comunista que con tantísimo acierto describe la película 'Goodbye Lenin' (2003, de Wolfgang Becker, con Daniel Brühl).

El 'Traby', el popular coche de la RDA, salta el Muro.
El 'Traby', el popular coche de la RDA, salta el Muro.

Un escenario histórico, en fin, de recreación tan lograda, que hubiera dado pena no aprovecharlo para contar otra historia. Dicho y hecho. Pérez Gellida, nueve libros en seis años, un promedio de gestación de ocho meses por tomo –¡no lo intenten en sus casas!–, trabaja ya en 'Todo lo peor', que se desarrollará en el periodo inmediatamente posterior al de esta novela, con tramas que han quedado sin cerrar y otras nuevas. Bendito insomnio de autor para una legión de gellidistas.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios