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Portadas de los libros de la semana. El Norte

El viaje al horror ucraniano de Héctor Abad Faciolince y Pío Baroja, investigador en El Retiro

Las propuestas literarias de la semana incluyen una novela negra ambientada en el Madrid de principios del siglo XX, una historia de secretos familiares y un relato sobre los crímenes de guerra cometidos por Putin

Víctor Vela

Valladolid

Sábado, 7 de junio 2025, 09:03

Las tres propuestas literarias de esta semana caminan entre la novela negra, los secretos familiares que cuenta Berna González Harbour y una crónica del horror, en la que el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince cuenta cómo la muerte se sentó a su lado en una pizzería de Ucrania.

'Ahora y en la hora', Héctor Abad Faciolince

«El peor mal no es la propia muerte; el peor mal es la muerte de los seres queridos» (188)

  • 'Ahora y en la hora' Héctor Abad Faciolince

  • Alfaguara 224 páginas. 19,90 euros.

Hay unas frases preciosas que Héctor Abad Faciolince ha elegido para dar la bienvenida a los lectores de su última criatura, 'Ahora y en la hora'. Dicen:«Las historias deben salvarse como sea, saltar de un cuerpo casi muerto a otro cuerpo vivo. Es su última oportunidad». Esta cita procede de 'Un hogar para Dom', una novela publicada en castellano por la editorial Avizor, obra de la escritora ucraniana Victoria Amélina. Amélina, de 37 años, fue una de las trece personas que murieron después de que un misil Iskander ruso «de alta precisión, con seiscientos kilos de explosivos adentro», explotara el 27 de junio de 2023, a las 19:28 horas de la tarde, en una pizzeria de Kramatorsk, a 21,6 kilómetros del frente de guerra de la Ucrania libre y la ocupada por el ejército ruso. Allí, junto a Victoria, a su lado, en esa misma mesa, se encontraba Héctor Abad Faciolince. El escritor colombiano utiliza la escritura como recuerdo y conjuro ante el horror de esta guerra y se pregunta sobre qué papel tiene el testimonio, el relato de quien estuvo a unos centímetros de la muerte, del infierno, y pudo regresar para contarlo. ¿De qué sirve contar, si es que sirve para algo?¿Por qué es importante explicar lo que se vio, cuando tan cerca se estuvo del mal?

'Ahora y en la hora' es un texto que repasa ese viaje que Abad Faciolince (el autor de 'El olvido que seremos') hizo a Ucrania, después de que el país ya hubiera sufrido la invasión de Rusia.Una pequeña editorial ucraniana había traducido su obra e invitado al escritor a participar en una feria del libro en Kiev. Allí, le tentaron para acercarse al frente, para comprobar en persona las heridas de la guerra y alertar de la situación ante la opinión internacional. Abad Faciolince aceptó la invitación (el reto). Entre otras personas, con él viajaba Victoria Amélina, una escritora ucraniana que había dejado de lado la ficción «para dedicarse a documentar y denunciar los crímenes de guerra cometidos en Ucrania por los rusos» (69). Las primeras páginas de 'Ahora y en la hora' nos presentan a Amélina y a los otros compañeros de viaje. Nos desvelan también las dudas del narrador para embarcarse en esa excursión al horror. «Yo solo soy escritor, no soy reportero de guerra», dice en un intento vano por evitar el viaje. Al final comprende que ese trayecto no era tanto una cuestión de valor como de compromiso. Así que visita edificios destrozados y hogares rotos, escuelas mutiladas y hospitales abarrotados hasta que la muerte se sienta a su lado en una pizzería. Mueren trece personas y él está a punto de perder la vida. A partir de que ese crimen contado en el libro, las páginas que siguen(las mejores)se reservan para expresar la fortuna del superviviente, el valor de la vida y de los cariños compartidos y cómo la guerra no es el mal en abstracto, sino la manifestación de las acciones que llevan a cabo (incitan e imponen) personas concretas.

'Los crímenes del Retiro', Pedro Herrasti

«Sólo hay dos tipos de libros. Están los que nos hacen olvidar la dura realidad para sumergirnos en un letargo. Ësa es la literatura de evasión. La otra es la que nos despierta. La que dice »así estamos y esto no puede ser«. Esa es la que cambia el mundo» (114)

  • 'Los crímenes del Retiro'. Pedro Herrasti

  • Salamandra 352 páginas. 21 euros.

En abril de 1900, en Las Injurias (uno de los barrios chabolistas de Madrid, lo que hoy está cerca de la estación de metro de Pirámides) hallan el cadáver degollado de una joven que parece prostituta. Junto al cuerpo han colocado un poema (de Rubén Darío) y una flor (un lirio). Según avancen las páginas, veremos que este es el escenario que suele preparar un asesino que anda suelto por Madrid cada vez que comete uno de sus crímenes: una joven asesinada, unos versos, una flor. Para investigarlo, el inspector Ramón Fernández-Luna (un policía que quiere implantar en Madrid los más modernos avances policiales) recurre a Miguel Herranz, un agente que comulga con esas innovaciones, pero que arrastra un penoso lastre de su pasado como uno de los últimos de Filipinas. Herranz fue uno de esos soldados que durante meses resistieron en el fuerte de Baler. Hoy, tiene que lidiar con los dolorosos recuerdos de la guerra y las secuelas del beriberi. Pero, junto a Herranz (y frente a esos agentes de la vieja guardia que querrán comprometerle), otra persona más se interesa por esos asesinatos. Se trata de un antiguo médico, actual panadero, periodista y aspirante a escritor. Acaba de publicar un libro de cuentos, dice preparar una novela y se ha acercado a las Injurias para investigar sobre los barrios más desfavorecidos de la ciudad. Ese hombre se llama Pío Baroja y se convierte en el ayudante de la investigación. De hecho, suyo será el primer paso para desovillar la madeja, ya que sus compañeros de tertulia literaria tal vez conozcan a esa primera mujer asesinada que, a todas luces, parece una prostituta. Este es el punto de partida para 'Los crímenes del Retiro', una de esas novelas negras que enganchan desde la primera página, que ofrecen al lector los giros inesperados que prometen y que fía gran parte de su atractivo en una estupenda ambientación de época. Aquí, con ese Madrid de principios del siglo XX donde las altas esferas se dan la mano con los bajos fondos. Porque la investigación llevará muy pronto a Herranz y Baroja a los salones de la alta sociedad, donde se organizan fiestas a las que han sido invitadas esas mujeres que aparecen asesinadas. Y ojo, entre los sospechosos, está un conocido de tierras vallisoletanas. Porque gran parte de las pistas apuntan a la vivienda del marqués de Salamanca, el hombre que impulsó la construcción del Canal del Duero, «una obra de irrigación que iba a convertir el norte de Castilla en un vergel» (153). Esta conexión entre los poderosos y los miserables, entre los más ricos y los más pobres de la ciudad, sirven para desnudar las miserias del ser humano, tan comunes así tengas millones o cuatro perras: «Ruindad, bajeza y avaricia. La única diferencia es que unos se pelean por unas monedas a las puertas de la iglesia y los otros por millones en los bancos» (305). Hasta llegar al desenlace, Herrasti propone un recorrido por falsos muertos, contrabando de cadáveres, mercadeo de morfina, corrillos literarios y orgías de alto copete. Ingredientes apetecibles para no dejar de pasar páginas.

'Qué fue de los Lighthouse', Berna González Harbour

«Los mismos que en su día arrasaron con todo, que exterminaron especies, que destruyeron el hábitat natural de personas y animales, hoy les imponían el respeto al medio ambiente y a los derechos humanos» (354)

  • 'Qué fue de los Lighthouse' Berna González Harbour

  • Destino. 512 páginas. 21,90 euros.

Una familia con secretos siempre es un buen punto de partida para la lectura. El patriarca de los Lighthouse acaba de fallecer y sus cuatro hijos deben repartirse (no siempre a partes iguales) la herencia y los recuerdos. Arthur, el mayor, es «un conocido científico de Cambridge» (25) que defiende las energías limpias y critica el Brexit. Benjamin, el pequeño, es un actor en horas bajas más protagonista en las revistas del corazón que en las telenovelas que le hicieron famoso. Entre medias estás las gemelas, Joyce y Jane, que se marcharon a vivir a España y Francia y sienten ahora una suerte de desarraigo, «la culpa del ausente» (336). Y alrededor de ellos, una colección de parejas, de hijos y de amantes, entre las que destaca Ann-Elisabeth, una trabajadora del Museo Británico que emprende una cruzada contra el pasado colonial de la familia. Porque el padre, Everett Lighthouse, fue uno de esos hombres que a mediados del siglo pasado se asentó en Tanganica con un «andamiaje ideológico y pretendidamente civilizatorio» que, en realidad, había consistido en «esquilmar bienes e imponer voluntades» (59). Vacunas y esclavitud. En el testamento, Everett ha dejado no solo la riqueza que amasó durante aquellos años (así también se construyen fortunas, «sucias, de origen sangriento», 184), sino un puñado de cartas en las que desvela esos secretos que durante décadas han carcomido las raíces de la familia (o han servido como argamasa para que esta no se deshaga). Lo interesante es que los herederos de estas cartas no son los hijos de Everett, sino tres mujeres. Las mujeres de una familia de Tanganica que estuvo al servicio de los Lighthouse durante la época colonial, que se mudaron después con ellos a Londres y que ahora malviven en un suburbio por un suceso turbio que ocurrió en el pasado. En torno a estas situaciones se construye esta novela que ya en el título hace una apuesta curiosa. Se titula 'Qué fue de los Lighthouse' (o sea, la familia de los colonizadores) cuando, en realidad, las grandes protagonistas de la historia deberían ser esas tres mujeres. Los conflictos sobre explotación, migración, integración (321) o asimilación cultural que viven Asha, Amina y Adela (abuela, madre, nieta) son mucho más interesantes que las crisis de los 50 que experimentan los hijos Lighthouse (especialmente Benjamin, el actor, que se ve envuelto en un extraño 'cuasisecuestro' que está a punto de romper el tono de la novela para deslizarse hacia el vodevil). Afortunadamente, la situación se reconduce para presentar una historia que habla del pasado y del legado, de hasta qué punto somos responsables de lo que otros hicieron antes que nosotros y hasta dónde tenemos que asumir que también eso que otros hicieron forma parte de lo que somos. Entrelazadas, González Harbour incrusta interesantes reflexiones, por ejemplo, sobre la exhibición en museos de objetos obtenidos mediante «un acto de predominio de un pueblo guerrero sobre otro» (249), sobre cómo el poder puede borrar (o intentar hacerlo) sus errores del pasado (304), sobre las maniobras que se emprenden para mantener el prestigio (familiar, de un país). Y cómo no, marca de la casa, González Harbour no se ahorra críticas al fango del periodismo, en este caso encarnado en los carroñeros de la prensa rosa. Muy entretenida.

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