«La guerra de las estatuas es una estrategia que puede volverse contra las causas que pretende defender»
El antropólogo Luis Díaz Viana defiende que «ni las personas ni las colectividades pueden prosperar sin una idea de lo que han sido y de lo que quieren ser»
El antropólogo y experto en folclore Luis Díaz Viana no para. En colaboración con Carmen Morán, del departamento de Literatura de la Universidad, acaba de ... organizar el Encuentro de Patrimonio Inmaterial y Literatura popular entre Europa y América, que cuenta con el apoyo del Instituto de Estudios Europeos (IEE), el Ministerio de Cultura, la UVA y el CSIC. Y que ha llegado acompañado por la exposición 'De lo oral a lo impreso', que puede verse en la sede del IEE (Plaza de Santa Cruz, 5 1ª planta) hasta el día 18 de septiembre. En el contexto de esta actividad se ha presentado también la Cátedra de Patrimonio Cultural Inmaterial Europeo de la Universidad. Una excelente oportunidad para hablar con Díaz Viana de algunas de las cuestiones que tal encuentro ha suscitado, tales como la relación entre el folclore y las redes sociales, nuestra conflictiva relación con la memoria y la historia, e incluso la crisis de la covid.
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-Usted defiende que las leyendas urbanas, tan populares en internet y en otros ámbitos, son una de las expresiones actuales de esa cultura popular que antes se expresaba en pliegos de cordel.
-La cultura popular demuestra la capacidad del ser humano para contarse y contar: lo que ha sido, lo que está ocurriendo, lo que puede ser. Y las leyendas urbanas son una de sus expresiones. En ellas los confines de la ficción y de la realidad se confunden. Pero hay una verdad de fondo en ellas, que es la que las alimenta.
- ¿Cuál es esa verdad? ¿Por qué pueden ser importantes, aunque no sean ciertas?
-La verdad que se puede descubrir detrás de las leyendas urbanas es precisamente lo que nos revelan: miedos a atavismos que vienen del pasado, pero también más temor y desconfianza hacia el futuro (especialmente en lo que toca a los posibles excesos por el uso y abuso de ciertas tecnologías). La verdad de los relatos legendarios no está en los hechos, que son abrumadoramente falsos, aunque se tomen a veces por noticias (fake news), sino en aquello sobre lo que advierten, la incertidumbre y terrores de los que son metáfora.
- ¿No contribuyen estos relatos a emborronar aún más el ecosistema digital, ya inundado de invenciones?
-Ni más ni menos que como tanta otra «cháchara global». Nos hemos vuelto, casi sin advertirlo, en rehenes de la insoportable levedad de lo digital, donde todo parece tener cabida.
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Sin embargo, lo más preocupante no reside en ello, sino en la pregunta obligada que habríamos de hacernos: ¿Por qué tenemos la sensación de que crece, día a día, esa inclinación a creer en tan absurdas invenciones? ¿Tan desquiciado está el mundo que todo disparate se ha convertido en perfectamente creíble? Hace mucho que los referentes que nos anclaban a la realidad acabaron siendo alterados por la irrupción de lo virtual. Parecería que ya todo puede suceder y, además, sucede.
-Esa falta de credibilidad se ha percibido en la crisis del Covid.
-El problema de credibilidad que tienen algunos de los relatos oficiales que se han venido contando en los últimos tiempos sobre la reciente pandemia radica en la contradicción intrínseca entre la estrategia tranquilizadora que la mayoría de los gobiernos adoptaron y la realidad experimentada por cada uno de los ciudadanos. De ahí, la paradoja de esas narrativas de la crisis que, por un lado, se esforzaban en aparentar normalidad política y mediática mientras que, por otro, apelaban a lo único y excepcional de este momento histórico. Pero alguien tiene –o tendrá- que contar la verdad, o sea, la realidad que se ha vivido. Y lo estamos intentando hacer, por ejemplo, los antropólogos.
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- ¿Es usted de los que hacen lecturas positivas de la pandemia?
- Confieso que yo no. Por lo general, las situaciones extremas como esta, de crisis y de precariedad, repercuten aún más negativamente en los ámbitos ya de por sí castigados y en los sectores de población más débiles. Hemos visto cómo coexistían en las actuales circunstancias de crisis y espanto la evanescencia tecnológica (que nos convierte en una especie de espectros solitarios del ciberespacio) con un retorno casi brutal –y forzado- al ámbito y grupo familiar.
-En el encuentro se ha abordado el problema de la memoria y ha defendido la importancia antropológica de las exhumaciones.
-La memoria es en sí colectiva, por mucho que digan otra cosa algunos historiadores. Y eso se refleja en las exhumaciones. Existimos como personas porque vivimos en los otros. Porque alguien que todavía nos recuerda necesita saber dónde yacemos para ir a visitarnos. Somos humanos por y para contar. Para narrar y ser narrados. La exhumación devuelve su humanidad a quienes fueron asesinados y enterrados como 'no humanos'. De ahí su importancia, más allá de las controversias de las asociaciones dedicadas a ello. Somos humanos porque alguien habla aún de nosotros cuando ya estamos muertos.
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- Más allá de la memoria está la historia, que últimamente se está problematizando hasta extremos inauditos.
- Hay una gran conexión entre pasado y presente, que no siempre se guía sólo por el afán de conocimiento y aprendizaje. Los discursos históricos se han construido a veces a favor de ciertas oligarquías nacionales, que no de la totalidad o mayoría de la población de un país. En otras, han contribuido positivamente a construir una idea de colectividad y un relato identitario sobre el pasado porque ello era necesario o útil para el presente y el futuro. Ni las personas ni las colectividades pueden prosperar sin una idea, relato o modelo de lo que han sido y de lo que quieren ser. Y, sobre todo, sin afán de superarse.
- ¿Cómo interpretamos activismos como el de «la guerra de las estatuas»?
-Como una estrategia de descalificación y de reescritura del mundo que bien podría volverse contra las mismas y -en ocasiones muy justas causas- que se pretendería defender. La antropología fue una de las primeras disciplinas en efectuar una revisión crítica de su pasado colonial, por ejemplo. Pero ello creo que no debería ser necesariamente incompatible con el reconocimiento o valoración del legado de un relato universal de humanidad que es invento fundamentalmente grecolatino y la gran herencia de los europeos. Relato humanístico que encaja perfectamente con la antropología como «proyecto humanizador», que es el enfoque que defiendo. Hay que reflexionar y acertar a encontrarse en un relato común de país e inclusivo de humanidad.
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