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Varias alumnas, en una de las clases de la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León. CARLOS ESPESO

Así es la escuela de los futuros profesionales de la danza en Valladolid

Más de 220 jóvenes alumnos, el 90% niñas, reciben formación en uno de los dos centros reglados de Castilla y León

Laura Negro

Valladolid

Viernes, 29 de abril 2022, 00:09

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«Para mí, la danza es magia», dice la pequeña Alba Paniagua de 8 años. Con esta frase resume la pasión de su corta vida. Tiene claro que en el futuro se ve subida a los escenarios haciendo lo que más le gusta, bailar. Esta pequeña estudia primero de elemental de danza, pero ya apunta maneras. Sus movimientos cargados de armonía y elegancia la delatan y el brillo de sus ojos demuestra que es feliz practicando el plié y el relevé.

Alba es alumna de la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León en Valladolid, (EPDCyL) que, junto con la Escuela Profesional de Danza 'Ana Laguna' de Burgos, son los buques insignia de Castilla y León en este tipo de enseñanzas. Son centros de titularidad pública, que están gestionados por la Fundación Universidades y Enseñanzas Superiores de Castilla y León (FUESCyL), vinculada a la Consejería de Educación, lo que significa que ofrecen una enseñanza reglada en la que, al final se obtiene un título profesional.

Las magníficas instalaciones del Centro Cultural Miguel Delibes derrochan arte por los cuatro costados. Son las 16:30 horas de un martes por la tarde, y la escuela está en pleno apogeo. A través del ojo de buey de una de las aulas, vemos a las alumnas más pequeñas como hacen ejercicios de estiramiento. En la otra, un grupo de mayores parecen flotar sobre la barra. Un piso más arriba se escuchan castañuelas intercaladas con palmas y diferentes zapateados. De fondo, se escucha un piano. Y una guitarra. De repente, una profesora eleva la voz: «Grand plié. Uno, dos, tres, cuatro», y todas obedecen haciendo una postura casi imposible para el resto de los mortales.

Esta escuela lleva 16 años poniendo en el foco de la danza a cientos de niños y jóvenes de Valladolid. En ella se imparten las especialidades de Danza Clásica y Danza Española, actualmente a unos 220 alumnos (el 90 por ciento siguen siendo chicas). Ofrece dos tipos de formación: la elemental, que dura 4 años y que está dirigida a niños de entre 8 y 12 años, y la profesional, que suponen 6 años más de estudio, hasta la mayoría de edad.

Galería. Varias alumnas, en una de las clases. Carlos Espeso

El equipo docente está formado por 30 profesionales con una amplia trayectoria profesional como intérpretes y pedagogos, y con gran ilusión por contribuir a la formación integral de los artistas. «Se puede acceder a las enseñanzas elementales a partir de los 8 años de edad a través de una prueba de acceso que se realiza en los meses de junio y septiembre. El único requisito es tener ilusión y ganas. El plazo de solicitud este año es hasta el 23 de mayo. Para acceder a las enseñanzas profesionales se exige un nivel mayor», explica Clara Blanco, bailarina y directora de la EPDCyL.

Durante estos días, para conmemorar el Día de la Danza, los alumnos están celebrando la 'Semana interartística'. Los de elemental preparan su participación en un concurso de artes plásticas sobre la figura de Antonio 'El bailarín', mientras que los de enseñanzas profesionales trabajan en los preparativos del Taller Coreográfico de Danza, cuya muestra final tendrá lugar el 12 de en la Sala Sinfónica del Centro Cultural Miguel Delibes. Para ellos es la oportunidad de exhibir sus dotes artísticas y coreográficas y de obtener la experiencia escénica necesaria para acceder al mundo profesional.

Galería. Un momento de los ensayos en clase. Carlos Espeso

Este Taller es un proyecto, pionero en Castilla y León, cuyo objetivo es formar bailarines polivalentes que puedan adaptarse a las necesidades de las compañías del sector artístico. «Los alumnos están muy ilusionados montando sus propias coreografías. Este taller es una herramienta indispensable para completar su formación como profesionales de la danza. Lo imparten reconocidos coreógrafos que, a través de un riguroso trabajo técnico y un contacto directo con el espacio escénico, ayudan a los alumnos a impulsar su carrera profesional», explica la directora.

Rubén Alonso sabe que el futuro de la danza le pertenece y se prepara practicando las veces que hagan falta los pasos de ballet. Tiene 13 años y estudia 1º de profesional de Danza Clásica. «Estuve probando diferentes actividades para no estar siempre en casa. Me apunté a baile y me gustó mucho. Cuando ya llevaba 4 años, decidí hacer la prueba para profesional y cuando ví lo importante que era para mí poder entrar, fue cuando supe que de verdad quería dedicarme a esto», dice entusiasmado. «Vengo a bailar 3 ó 4 horas cada día y me esfuerzo por mejorar para algún día subir a un escenario o enseñar a otras personas», apunta este joven, que en un futuro le gustaría ser médico y por supuesto, «también estar en los escenarios delante de mucha gente».

La danza es sacrificio. Requiere muchos años de estudio, disciplina, esfuerzo y capacidad de superación. Valores que, junto con la rigurosidad, tenacidad, compromiso y respeto, se trabajan a diario en esta escuela. «Todo el esfuerzo merece la pena, porque ésta es una profesión muy vocacional», asegura Clara Blanco. Ella lo sabe bien. Y asegura que «no concibe su vida sin la danza».

Esta vallisoletana se inició en esta disciplina a los 6 años y ha estudiado con los mejores, Virginia Valero, Víctor Ullate, Natalia Makarova, Lola de Ávila e Irina Jacobson. A los 17 años ingresó como bailarina profesional en el San Francisco Ballet, donde llegó a ser solista principal. «Los alumnos de los primeros cursos tienen 6 hora semanales de formación y vienen entre 2 y 3 días a la semana. A medida que subimos de curso, se incrementa el número de horas, hasta los alumnos de 5º y 6º, que hacen 32 horas semanales.

Lo que está claro, es que esta no es una actividad extraescolar más a la que ir tan solo para divertirse. Cuando los alumnos vienen a esta escuela, es porque en el futuro quieren ser bailarines profesionales y eso requiere de una disciplina, una constancia y un rigor que, en una extraescolar de una hora a la semana, no se consigue. Aquí también se divierten, pero con un orden. Lo más importante es que les guste mucho la danza, porque es muy dura y sacrificada, pero también muy gratificante. Bailar hace felices a los bailarines», afirma Blanco, que opina que la danza en Valladolid goza de muy buena salud. «Gusta muchísimo. Es cierto que en estos años de pandemia se ha notado un ligero descenso en la demanda, pero este arte está muy, muy presente en Valladolid y, de hecho, hay otras academias de danza, que no son profesionales, a través de las cuales nos llega un gran número de alumnos», asegura. En cuanto a las preferencias de éstos, «está muy repartido», ya que actualmente hay la misma cantidad de alumnos matriculados en Danza Clásica, que en Danza Española.

Asistimos a una clase de niñas de 4º de elemental, impartida por el reconocido Samuel Déniz, que también es Jefe del Departamento de Danza Clásica de EPDCyL. El docente insiste en practicar una combinación de 'tendús' con 'port de bras' que las artistas adolescentes son capaces resolver con soltura y delicadeza en cada movimiento. Mientras, en el aula contigua, las alumnas de 3º de elemental realizan un ejercicio de dos manos a la barra ejecutando pliés. Siguen las órdenes de su profesor y bailarín Diego Arconada que, en 2011, fue incluido en el «Top 100 Outstanding Dancers» de Dance Europe Magazine. En la planta baja, las benjaminas atienden a Kalan Rocafull, mientras hacen ejercicios de suelo para potenciar su flexibilidad. «Algo muy importante para el bailarín es la colocación de la pelvis. No puede estar arqueado. Tiene que tener una posición neutra y esto se enseña en los primeros cursos», explica la directora.

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